Ardió Marijaia hace justo una semana. Siete días. Es tiempo suficiente para el análisis crítico, la introspección, el examen de conciencia y el propósito de ... enmienda. ¿De quién? De los otros, naturalmente.
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Menuda semanita fue la de fiestas. La de patinazos que hubo. La flojera cultural llegó acompañada de una sucesión de calamidades. El espectáculo incluso tuvo algo de cómico y recordaba un poco a aquella película antigua en la que Tom Hanks se compraba un casoplón que resultaba ser un escombro y a cada paso que daba se rompía algo. 'Esta casa es una ruina', se llamaba. Menudas risas.
Esta Semana Grande pasaron varias cosas en ese tono. Fueron catástrofes de baja intensidad, como caerse de culo en una final de patinaje artístico, que no te rompes nada pero es bastante ridículo. Por recordar: no hubo concierto inaugural el sábado, tras el txupin, porque el escenario no estaba montado; se canceló una función en el Euskalduna el domingo porque se fue la luz; la tradicionalísima bajada de goitiberas fue un fiasco porque estaba anunciada a varias horas diferentes y se improvisó un poco el asunto para cuatro gatos que terminaron participando; la barraca más espectacular del parque Etxebarria se estropeó el martes y no volvió a funcionar; los fuegos artificiales del viernes se cortaron por un fallo informático –miles de personas con la mirada clavada en el cielo negro–.
Pero sin dramas. No hay que angustiarse. Happy, happy, sweety. A veces las cosas salen bien, y otras veces salen mal. Qué le vamos a hacer. No merece la pena llevarse un disgusto. Al final la civilización es esto, algo muy cercano a la indolencia. ¡Si hasta no se puede suspender a los niños en la escuela para que no se traumen! Así van aprendiendo que lo importante es que las cosas fluyan. Slow sweety. No te pongas triste.
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Este jueves la autoridad municipal salió a dar explicaciones por lo del concierto inaugural en Abandoibarra, el que no se celebró. Se supo de la cancelación una hora antes, y por los pelos. Si no lo he entendido mal, la culpa fue de la empresa que estaba montando el escenario, que no hizo el trabajo a tiempo. No va a ser culpa del Ayuntamiento, claro. A ver si ahora el Ayuntamiento va a tener que disponer de funcionarios cualificados que supervisen el montaje, detecten a tiempo las dilaciones, se anticipen a los problemas y aprieten las tuercas a la empresa inepta.
También han tenido algo de culpa quienes tienen camiones de esos que se convierten en escenario. Es que el mismo día 16, horas antes del concierto, y viendo que no había tiempo para montar el escenario previsto, se buscó como alternativa uno de esos camiones. El 16 de agosto. Con medio Euskadi de verbena. Por supuesto, no había. Cosa claramente inimputable al Ayuntamiento, a ver si ahora va a tener que andar previendo que falla algo en alguno de los cinco escenarios de Aste Nagusia, tener un plan b por si acaso. Qué va a fallar en Bilbao.
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Un poco de culpa también tuvieron los de las luces. Es que en el Ayuntamiento habían propuesto a última hora mover el concierto al Parque Europa, que allí sí había escenario, pero no iluminación. Pero los de la iluminación no quisieron ir. Anda que... Como si fuese tan difícil montar en un par de horas todo el aparataje. Que luz es luz. Qué más da ponerla en un sitio que en otro.
También regulero por las artistas que iban a tocar y no tocaron. El Ayuntamiento les ofreció irse a la plaza Circular y no quisieron. Anda que... Si ya se sabe que cualquier manifestación artística que combine música, cuerpo de baile, luces, efectos vistosos y todo eso es fácilmente intercambiable. Lo mismo se hace en un sitio que en otro. Pero nada. Todo pegas a las soluciones municipales.
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De postre, el Ayuntamiento colgó la crónica del concierto no celebrado en su web. Estas cosas se tienen preparadas de antemano, sí. Pero, ¿no es llamativo que se dejase ahí, a la vista pública, como escarnio, hasta bien entrada la tarde? Eso dio mucho que hablar. Pero es que tampoco se le va a pedir al Ayuntamiento que tenga informáticos capaces de corregir un fallo de la web en menos de veinte horas. Que es agosto. Que son fiestas. Que todo fatal, gracias.
«Si todo esto pasa en mi pueblo, arde Troya», me dijo un amigo asturiano.
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