«Me comporto como una gamberra desde niña»
La protagonista de 'Juntos' confiesa que llegó a estar en 'listas negras' de productores y que es lo que es gracias a «terapias estupendas»
En 'Juntos', donde da una lección de sobriedad, interpreta a una señora que empieza a hacerse mayor, sin renunciar al cuidado de un hijo con ... discapacidad intelectual.
– Como a su personaje, ¿siente que el tiempo se le echa encima?
– Esa señora (Isabel)no empieza a ser mayor, lo es ya, pero a mí no se me echa el tiempo encima porque lo aprovecho muchísimo. Tengo un trabajo duro, pero tan maravilloso que lo compensa todo. Vivo el momento como simplemente me toca.
– ¿No le recorren escalofríos?
– No, no, no. Además, pertenecemos a unas generaciones... Yo tengo 66 tacos y nuestro aspecto no es el mismo que el de nuestras abuelas. Antes, a los 40 años, desaparecías casi absolutamente como humano, y como mujer, ni te cuento.
– ¿Vive en el porvenir?
– ¿El porvenir? ¿Qué es? Porque yo no lo sé. Ja, ja. Dímelo tú, a lo mejor resulta que se puede hacer. Soy relativamente previsora y me gusta mantener cierto orden, pero tampoco se pueden hacer grandes planes de futuro. Medianos, más bien.
– ¿Dónde se ve de aquí a diez años?
– Como dicen las antiguas, 'si Dios quiere, currando'. Quizás no con tanta intensidad como ahora. ¡O sí!No lo sé. Si tengo la suerte de que el Alzhéimer no me inunde, es muy probable que siga en esta profesión y con mi huerto urbano.
– ¿Qué cultiva?
– Mi 'cachito' está ahora en transición, aunque se me da bastante bien. Me salen unos pistos con tomates, berenjenas y calabacines maravillosos. Planto también judías verdes, quito esquejes... Me produce un estado de ánimo de bastante paz, porque yo tengo tendencia a ser un poco exaltada.
– ¿Tiene prohibido frustrarse en el trabajo?
– No sirve para nada. Hay que tirar para adelante y tratar de aprender todos los días con una actitud de no sabérselo todo.
– ¿Trabajar es un privilegio?
– Si te gusta, ¡hoy en día casi es un lujo! Ahora, si se trata de cualquier trabajo, es una ruina y un desastre.
– Con tantos años de carrera a sus espaldas y en tiempos de #Me Too, ¿ha sufrido acoso sexual?
– Yo he sido siempre muy peleona.
– ¿Pero?
– Entonces los acosos se consideraban casi normales. Tanto, que casi la culpable era la mujer.
– ¿Llegó a denunciar?
– Yo lo que hacía era decir 'hijo puta' y salir corriendo. No puede ser normal una situación de desventaja de la mujer con respecto a cierto tipo de hombres.
– 'Juntos' habla de la aceptación de la diferenciación. ¿Ve muy normal todo lo que hace?
– Yo no me considero muy rara. Tengo unos gustos muy sencillos.
– ¿Se siente preparada para aceptar lo diferente?
– Es esencial evitar poner etiquetas para garantizar la convivencia entre todos. Mucha gente trata de normalizar situaciones en absoluto normales, ya que son injustas.
«Pongo las cosas en su sitio»
– ¿Qué etiquetas le han colgado?
– ¿A mí?Yo no soy una persona maltratada en ese sentido, ¿eh?Bueno, sí estuve en una época en alguna lista negra de algunos productores. Pero cuando ven tu trabajo... Me gusta poner las cosas en su sitio.
– El precio de la madurez.
– He aprendido con el tiempo a decir las cosas de una manera mucho más sensata y no pegar el bocinazo, porque no sirve para nada. ¡Véase nuestros políticos! Es más operativo hacer las cosas con serenidad, no con la bulla de cuando eres súper joven y te llevan todos los demonios.
– ¿Sigue en alguna lista negra por respondona?
– No, no. Ya te digo que eso pasó hace muchos años. Sigo opinando sobre cosas que no deben ser, pero sin dar la brasa ni montando bronca. Una se va calmando. Aprendo poco a poco.
– ¿Cómo?
– Soy lo que soy gracias a mis terapias. He hecho varias y las recomiendo a todo el mundo. Te sacan muchas veces de sitios de donde uno no sería capaz de dar un paso sin equivocarse.
– María Isabel Ana Mantecón Vernalte. ¿Tanto esfuerzo el de sus padres para quedarse en Kiti?
– Mis hermanos eran muy pequeñitos cuando yo nací. Estaban aprendiendo a hablar y, en vez de chiquitita, me llamaban 'kitita'. De 'kitita' pasé a Kiti y así me quedé.
– Lo mismo asesina que delatora. ¿Se mete en todos los abismos?
– Ahí está lo interesante de una profesión que permite indagar y aprender a ser de otra manera. Con determinados personajes, nos pasa a veces a los actores, cuando tienes que hacer de asesina o mala persona...
– ¿Qué les pasa?
– Los defendemos y queremos que sean buenos. Es una práctica que a mí no me gusta.
– ¿Por qué?
– Si eres una asesina, eres una asesina, y si eres una delatora, eres una delatora.
– ¿Todos tenemos parte de mal y de bien?
– ¡Sin duda! Tenemos la cabeza, la cintura y la ética para intentar reconducir las peores partes, porque todos tenemos de todo.
– ¿Se le escapa muchas veces la lagrimilla?
– ¡En eso sí que soy una mujer de toda la vida !Ja, ja. El lagrimón me surge de inmediato.
– ¿Es bueno retener las lágrimas cuando están a punto de caer?
– En el teatro y el cine es mucho más interesante y complicado asomar la lágrima y lograr retenerla. Es una mezcla de técnica y emoción difícil de explicar. Si echas el chorro, se acabó todo lo que tenías que hacer.
– ¿Sigue igual de intensa?
– No. Lógicamente también te vas apagando un poquito. Pero... No ponga apagando, que me ha salido una palabra muy tristona.
– ¿Qué ponemos entonces?
– Que también te vas midiendo por pudor, aunque yo soy una persona muy gamberra y no lo puedo evitar. Es mi forma de ser desde que era pequeñita. Mi hijo me suele decir una cosa que me encanta: '¡Qué niña eres, mamá'! Muchas veces me veo a mí misma y digo 'Kiti, para, que tienes 66 años'.
– ¿Se resiste a ser una agonías?
– Pasarte todo el día protestando sin hacer nada... Acabas frustrándote.
– ¿Sigue confiando en usted pese a haberse arruinado varias veces?
– Incluso los grandes y buenos productores se arruinan. Es bastante normal. El teatro, para los productores, tiene un montón de obligaciones y muy pocas ventajas. Las ayudas son cada vez más miserables. Siempre nos han tratado bastante mal en nuestro país. Pero, bueno, lamentarse es una gilipollez.
«Escondía la pistola»
– Su padre, un antiguo comisario de policía, ¿la mantuvo a raya?
– En absoluto. Mi pasión por la música, sobre todo la clásica, y los libros viene de mi padre, que era...
– ¿Cómo era?
– Le tocó sacar unas oposiciones a funcionario para alimentar al porrón de hijos que empezaron a tener. Al pobre hombre le ponía los pelos de punta tener que usar arma. Era un policía que escondía la pistola reglamentaria. La tenía superguardada. Le apasionaba leer, saber, escuchar estupenda música...
– Tras la muerte de su marido, ¿se acostumbró a flirtear con la soledad?
– Bueno, la estoy disfrutando bastante porque te diré que fueron circunstancias muy penosas y muy tristes. Estoy haciendo ahora una vida conmigo misma. Por supuesto, tengo un hijo, que de vez en cuando me acompaña, y también tengo cerca amigos magníficos. Está mi maravilloso huerto y tengo hermanos con los que me llevo muy bien. Tengo muchas cosas que hacer que todavía no he hecho.
– ¿Es hermoso amar a alguien?
– Hombre, he tenido la suerte de conocer un gran amor. Me duró muchísimo: 35 años, que, hoy en día, es una media muy por encima de lo normal.
– ¿Se puede llegar a soportar todo?
– ¡Nooo! Yo he dejado de hacer cosas y he dicho no en muchísimas ocasiones. Es una terapia estupenda. Hay que aprender a decir que no porque, de lo contrario, se aprovechan de una manera increíble de muchas pobres personas.
– ¡Lástima!
– No obstante, siempre que pienso en estas cosas reparo en la gente que sufre de verdad y no está en este mal llamado primer mundo. Cualquier asunto me parece tan superficial que me da una vergüenza horrorosa.
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