¿Cómo viven estas fiestas los vecinos de la Plaza Circular y de Ripa?
Mientras unos gozan ahora de paz y verbenas, otros se resignan al ruido y el gentío de las txosnas trasladadas al muelle
helena rodríguez
Miércoles, 21 de agosto 2019, 00:54
La juerga propia de la Aste Nagusia es, muchas veces, incompatible con el descanso de los vecinos. Los bilbaínos, sin embargo, son conscientes de que « ... esto es solo una semana al año» y de que al final «son fiestas». En esta edición, los residentes del entorno del Muelle de Ripa conviven con varias txosnas que en anteriores ocasiones ocupaban el entorno de la plaza Circular. La nueva ubicación no es del gusto de los residentes, algunos de los cuales pasan la semana «esperando que llueva para que haya menos gente y que la que acuda se retire pronto».
El cambio de emplazamiento fue anunciado por el Ayuntamiento hace un mes. En el área de Espacio Urbano justificaron la decisión por las obras que se acometen en la plaza (sobre todo, las de la Torre Bizkaia) y los peligros que generan, además de las afecciones al tráfico. La zona ha quedado como espacio para celebrar las verbenas, sobre un camión escenario que se retira de día.
Durante las últimas ediciones, la plaza Circular y sus inmediaciones se habían convertido en un lugar conflictivo, afirman los residentes. Eran frecuentes las peleas de madrugada y los hurtos. Distanciadas del espacio del Arenal, donde se concentran la inmensa mayoría de txosnas de las entidades integrantes de Bilboko Konpartsak, esta zona solía acoger las casetas de asociaciones sin ánimo de lucro, incluso de partidos políticos.
El traslado ha dado tranquilidad a unos, pero también ha llevado la resignación a otros. Es el caso de Juan Carlos, vecino de Ripa, que reconoce que estos días su mujer y él han tenido que cambiarse de habitación. «La nuestra da a la ría y, claro, se oye mucho la música. Nos hemos ido a la interior donde la cosa mejora algo», reconoce. Su preocupación, no obstante, es la seguridad de sus hijas, de 19 y 17 años. «A las horas a las que vuelven, la gente que queda es poca y la que atraen estas txosnas no es la mejor de todas las fiestas», advierte. Tampoco está contento con la forma en la que el Consistorio ha tomado la decisión. «No han tenido en cuenta a los vecinos para nada, creo que lo podrían haber hecho mejor», critica. Aún así, el hombre, que guarda con mimo «el pañuelo de la Aste Nagusia de 1978», admite que «las fiestas hay que celebrarlas».
En el número cuatro de Ripa vive Silvia. Su habitación da a la trasera de la calle y sobrelleva con paciencia el ruido nocturno. Ha hecho un paréntesis en sus vacaciones y apunta con una pícara sonrisa que, «si estas noches llueve, mucho mejor». «No voy a mentir, prefería la época en la que ahí se instalaba el Txikigune», exclama.
«El Ayuntamiento no ha tenido en cuenta a los vecinos para nada. Lo podía haber hecho mejor»
Desde Ripa
Buen aislamiento
En el portal de al lado, Yolanda y Enrique también acaban de regresar de unos días fuera. Su salón y una de las habitaciones tienen una vista privilegiada para presenciar los fuegos artificiales, la ría, el Ayuntamiento y todo el recinto festivo a uno y otro lado del cauce. Están acostumbrados y ella le quita importancia a las molestias, porque «son fiestas». Su marido sí reconoce que le cuesta conciliar el sueño, y eso que el aislamiento que ofrecen sus ventanas es más que notable.
Más horas pueden dormir los vecinos de la plaza Circular y su entorno. Los residentes celebran, sobre todo, la reducción de las horas hasta las que se puede escuchar música a todo volumen. «Antes estaban hasta las siete de la mañana, pero ahora la verbena se acaba a las dos y se nota muchísimo», reconoce Miren, que vive en el último número de la calle Navarra.
Desde el último piso de otro portal de la plaza, la familia de Jorge tiene una panorámica espectacular del centro de Bilbao. El joven, cuyos padres aprovechan la Aste Nagusia para huir de la ciudad, afirma que es a ellos a los que más molestaba «el ruido hasta altas horas de la madrugada» de las txosnas. La afluencia de público, especialmente juvenil, también ponía en peligro la higiene en el portal. «Teníamos que tener mucho cuidado, porque si no la gente se metía a orinar». Ahora, sin las txosnas, desvela que el espacio «nunca se ha llegado a llenar como antes, que estaba a tope. Se ve mucho más tranquilo», resume.
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«El ambiente se ha vuelto mucho más tranquilo»
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