El reto de asumir 200.000 coches destrozados por la DANA: ¿reciclaje o desguace?

Las imágenes del día después en Paiporta, Catarroja, Picanya, Utiel, Requena, Chiva, Cheste y en otros 60 municipios valencianos más eran de calles embarradas y montones de coches apilados unos sobre otros.

La fiereza del agua desbordada del río Magro y el Barranco del Poyo se llevaron por delante todo lo que encontraron a su paso por la Huerta Sur. Los vídeos del 29 de octubre dejaron inmortalizados cómo coches, furgonetas y camiones eran arrastrados como juguetes por los miles de metros cúbicos de agua por segundo que bajaban por las calles de estas localidades valencianas.

Ahora, estos vehículos embarrados e inutilizados, se estima que el 90% de los vehículos afectados son siniestro total, se apilan unos sobre otros en antiguos campos de fútbol municipales.

«Aún es difícil hacer un balance total», aseguran fuentes del sector. La Red de Empresas de Auxilio en Carretera (REAC), los cifra entre 100.000 y 200.000, lo que supone casi un tercio de los coches, furgonetas y demás matriculados en los municipios afectados por la DANA del pasado mes de octubre. Hasta el 8 de noviembre, los últimos datos disponibles, el Consorcio de Compensación de Seguros había recibido 83.437 solicitudes de indemnización.

Poco a poco estos coches están llegando a los desguaces que se preparan para la avalancha de estos siniestros totales. Más de medio centenar de centros autorizados por la Generalitat Valenciana han recibido el visto bueno para ampliar su capacidad debido a la situación de emergencia que se vive en la región.

También han recibido una dispensa en el cumplimiento de la normativa de calidad ambiental. Desde 2015, la legislación europea obliga a reciclar el 95% de la masa total del vehículo fuera de uso. En total, 4.000 piezas por vehículo y más de 60.000 uniones para los que buscan una nueva vida.

Las estimaciones de la Dirección General de Tráfico (DGT) cifran en 120.000 los vehículos afectados por las inundaciones en toda la provincia, de los que previsiblemente el 98% van tener que ser desguazados. Eso suponen toneladas y toneladas de plásticos, aceites y otros líquidos contaminantes, vidrio o caucho.

Sin embargo, antes de pasar a su despiece o, directamente, a ser prensado; el vehículo tiene que estar dado de baja y que todos los trámites administrativos son correctos, los trabajadores de los desguaces retiran los elementos y líquidos que pueden dañar el medioambiente.

Aquí llega uno de los primeros inconvenientes: contactar con sus propietarios. Tráfico ya anunció la semana pasada que daría de baja de oficio y temporalmente los vehículos afectados por la DANA, de forma que el titular del automóvil no lo tenga dado de alta el 1 de enero y evite el pago del impuesto municipal de circulación o estar pendiente de la Inspección Técnica de Vehículos (ITV).

Pero si el propietario de un automóvil decide recuperar su coche, deberá llevarlo a una estación de ITV para superar la inspección y después solicitar de nuevo su alta en el registro de vehículos, de manera gratuita. Si decide darlo de baja, deberá contratar un servicio en un centro autorizado de tratamiento medioambiental para su destrucción. Estos operadores son los únicos autorizados «para descontaminar y destruir los vehículos conforme a criterios ambientales, así como de expedir el correspondiente certificado de destrucción que entregarán al titular de dicho vehículo», recuerda la DGT.

Es aquí donde comienza el viaje final, por un lado, y por otro su nueva vida. En estas instalaciones es donde comienza la 'reencarnación' de estos automóviles en nuevos coches, lavadoras, carritos de la compra, columpios o asfalto. Así, «se reciclan unos 700.000 vehículos», asegura Alicia García-Franco, directora general de la Federación Española de la Recuperación y el Reciclaje (FER), que llegan a los Centros Autorizados de Tratamiento (CAT), también conocidos como desguaces.

Sin embargo, antes de pasar a su despiece o, directamente, a ser prensado, «todo vehículo que llega a estas instalaciones tiene que ser descontaminado», destaca la directora general de FER. Una vez separados, estos fluidos son llevados a depósitos separados para analizar sus impurezas. Si no se pueden reutilizar se desechan, pero sí pueden tener una segunda vida se convierten en nuevos combustibles o aceites lubricantes para motores o cajas de cambios.

A continuación, llega el verdadero desmontaje de las más de 4.000 piezas del vehículo. Motor, capó, ruedas, faros, retrovisores, puertas. Todas ellas son almacenadas para su posterior «aprovechamiento, reparación o reutilización», revela. Así queda, prácticamente, al desnudo el esqueleto de metal del vehículo para llegar a la prensadora.

Es en estas máquinas donde el coche queda reducido a un cubo de metal o «se vende a una instalación de fragmentación», responde García-Franco. En estas instalaciones, el cuerpo del automóvil que no ha sido despiezado se tritura, «para hacernos una idea es un molinillo gigante que tritura todo».

Dentro de esta enorme trituradora, «totalmente mecanizada», las composiciones metálicas se separan del resto a través de imanes. «El 70% de un coche es material férrico», destaca la directora general de FER. El resto de materiales como el cobre, el bronce o el aluminio también se destinan a otras fundiciones, «esto suele rondar el 5%».

Los automóviles más modernos son cada vez más tecnológicos y el cableado de su interior suma cientos de metros de largo y llega a rondar los 10 kilos. «Se reutilizan para hacer nuevos cables, bicicletas o volver a los coches», narra García-Franco.

Por su parte, los neumáticos son los que más fácil salida tienen. Si su estado lo permite, se vuelven a utilizarse. En cambio, si están dañados, en cambio, se trituran para convertirse en un granulado con múltiples aplicaciones: desde servir de combustible para plantas industriales, como cementeras o siderúrgicas, hasta la fabricación de césped artificial.

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