El problema del liderato
El contraanálisis ·
La Segunda está llena de decepciones y fracasos por crear falsas expectativas, no ver la realidad o dormirse en los laurelesAcostumbrado los lunes a mirar la clasificación de abajo hacia arriba, confieso que esta vez me ha costado encontrar a nuestro Glorioso en ella. Líder, ... algo que por estos lares no habíamos visto desde hace unas siete campañas, la del último ascenso a Primera. Y claro, tirando de ironía, seguro que hubiéramos firmado estar decimoquintos en la máxima categoría. Pero bendito problema el que se nos ha presentado por falta de costumbre. Es lo que tiene uno cuando va el primero, que solo le queda margen para empeorar. Evidentemente, mejorar es imposible. Esto siempre desde el punto de vista puramente clasificatorio, porque desde el rendimiento, tanto en esto como en cualquier ámbito de la vida, la mejoría es infinita.
Pero ¡cuidadín!, que esto no ha hecho más que empezar, no nos vengamos arriba, que el halago debilita. A ver si el bueno de Luis García no tiene que andar continuamente mandando mensajes de moderación y mesura al entorno para que no contagie ni confunda al vestuario. Optimismo y confianza es una cosa y la realidad de la competición es otra. Esta categoría está llena de decepciones y fracasos por crear falsas expectativas, por no ver la realidad o por dormirse en los laureles.
¿Y qué podemos mejorar? Pues todo, porque entre otras cosas este juego es imperfecto por naturaleza. Siempre está presente aquello de que «el fútbol es una obra inacabada». Y si queremos hacer un partido completo, sería importante evitar esos altibajos sobre todo en los inicios y finales. Aunque lo de los finales es más lógico, ya que si vamos con un resultado positivo, lo lógico es que el rival se tire a la desesperada y suframos su acoso. Pero hay que evitar que dure mucho y sobre todo que genere peligro.
Yo veo que el equipo, en esos momentos de cierto nerviosismo, en vez de aplicar la pausa para dormir el partido se empeña en aplicar la verticalidad. En esas situaciones sabemos que la velocidad y verticalidad son sinónimo de precipitación, de imprecisiones y como consecuencia, de descontrol. Es como si temiendo perder el balón, quisiéramos huir hacia adelante. Cuando lo tácticamente recomendable sería temporizar y asegurar el control del juego mediante una insulsa y engañosa posesión que dé continuidad a la circulación sin otro objetivo que el de marear la perdiz. Y una vez que se le bajen los humos al rival, a lo nuestro, a jugar. Porque a partir de esa engañosa pasividad, y dado que ellos están más centrados en la inmediata recuperación que en proteger sus espaldas, siempre aparece un desmarque con un pase vertical a sus espaldas que termine de matar el partido, o al menos, de meter el miedo en el cuerpo.
¡Ah! Por último, una denuncia algo intrascendente. Los dos goles al Huesca fueron consecuencia de sendas acciones a balón parado, o sea, la mal llamada estrategia. Y no voy a entrar en su ejecución sino en el término en cuestión. A ver si de una vez entra de oficio La Escuela de Entrenadores y prohíbe llamar estrategia a lo que son acciones a balón parado. Principalmente a los expertos, entrenadores o comentaristas. Hay que hablar con propiedad. Estrategia es otra cosa, y sino miren en el diccionario.
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