Calderón, un guardameta albiazul con pundonor
El portero aguantó todo un partido en octubre de 1951 con «dos suturas de bazo» que le provocaron graves hemorragias
En septiembre de 1951, el Deportivo Alavés comenzó una nueva etapa en Segunda División después de haber logrado el ascenso la temporada anterior. Con Lorenzo ... Ausina de entrenador, el equipo babazorro se encuadró en el Grupo I, del que formaban parte otros quince equipos del norte de España. Ello dio lugar a varios partidos de rivalidad regional, como los disputados contra Osasuna, Logroñés o Baracaldo.
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El choque contra este último en Mendizorroza, que tuvo lugar el 21 de octubre de 1951, fue especialmente disputado. Las gradas mostraban una magnífica entrada, incluyendo a unos «miles de aficionados baracaldeses, portadores de emblemas y pancartas alegóricas a su club y que dieron la nota en Vitoria desde la mañana». El Alavés alineó a Calderón, Bardají, Corta I, Erezuma, Sanz, Primi, Lasúen, Arocena, Isidoro, Sueza y Remacha. El conjunto vitoriano «jugó con ardor», pero le faltó compenetración y se puso nervioso cuando el visitante marcó un gol nada más empezar el partido. Al final, sin embargo, pudo remontar y el choque terminó con un empate a dos, siendo Arocena el autor de los dos tantos locales.
A lo largo del encuentro llamó la atención que el portero albiazul cometiera algunos errores poco habituales en él, tal y como destacó la prensa: «Calderón contribuyó con su mala tarde al triunfo gualdinegro. Los dos goles eran perfectamente parables y aún no nos explicamos cómo pudo ocurrir». De hecho, algunos aficionados abuchearon al cancerbero, pensando que no se había esforzado, con la finalidad de favorecer al equipo vizcaíno. Y es que Antonio Calderón Alcaide, aunque había nacido en Melgar de Fernamental (Burgos) en 1931, había vivido desde niño en Baracaldo. Los diarios de la época criticaron esas protestas de modo sibilino, aclarando que «a un partido de fútbol se viene a aplaudir al equipo a quien se sigue».
El portero aguantó todo un partido en octubre de 1951 con «dos suturas de bazo» que le provocaron graves hemorragias
Sin embargo, enseguida se supo la razón de la actuación del guardameta, que fue ingresado de urgencia en el hospital para ser intervenido quirúrgicamente de lo que al principio pareció una «apendicitis traumática, como consecuencia de un golpe recibido en el partido». Más tarde se aclaró que había jugado los noventa minutos lesionado, pues entonces no era posible hacer cambios. Y, como se trataba de lesiones internas, nadie fue consciente de la gravedad. El jugador se «lesionó en la primera estirada que hizo, nada más iniciado el partido, al darse contra el marco lateral de la puerta. No obstante la lesión interior, aguantó Calderón con enorme pundonor y deportividad sin dar ninguna señal de queja, hasta que por la noche sufrió un desvanecimiento, apreciándosele la gravedad al hacerse una auscultación por los médicos y una radiografía».
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La directiva se reunió de inmediato para dar a conocer a la afición la verdad de lo sucedido. En una nota de prensa, la junta resaltó que Calderón, en «un exceso de pundonor, no se quejó, permaneciendo defendiendo la puerta». Al operarle, los médicos habían encontrado «dos suturas de bazo que originan unos grandes derrames sanguíneos internos, habiéndosele verificado dos transfusiones de sangre y siendo su estado francamente delicado». El presidentede la entidad albiazul, Carlos Caballero, destacó «el pundonor y amor demostrado por este deportista».
De repente, los que habían censurado la actitud del guardameta cambiaron de opinión y se multiplicaron las manifestaciones de afecto por Calderón. De hecho, el Alavés tuvo que pedir «encarecidamente a todos que ni por teléfono ni en visitas personales se dirijan a la clínica para evitar toda clase de molestias». En la práctica, Calderón se perdió el resto de la temporada y, aunque siguió dos años más en el club, apenas volvió a jugar. Para mayor desgracia, tres meses después se lesionó el portero que le había sustituido, Antonio Emery (padre de Unai Emery, el actual entrenador del Aston Vila), lo que obligó a fichar a un nuevo guardameta, Javier Berasaluce, que tuvo un gran protagonismo en la siguiente etapa de la historia albiazul.
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