Estreno en el 'Estadi Olimpic'
Debido a las obras en el Camp Nou, el Deportivo Alavés vuelve este domingo a jugar en el Estadio Lluis Companys, esta vez contra el ... F.C. Barcelona. Ya lo hizo contra el Espanyol a partir de 1998-1999 en Primera, pues los 'periquitos' disputaban sus encuentros como local en el Estadio Olímpico de Montjuïc, tras haber abandonado el campo de Sarriá y a la espera de poder contar con el de Cornellá-El Prat.
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La historia de este recinto deportivo es casi centenaria, pues fue inaugurado por el rey Alfonso XIII en 1929, coincidiendo con la Exposición Internacional de Barcelona. La ciudad condal estaba intentando ser nombrada sede de las Olimpiadas y esperaba potenciar su candidatura con la apertura de un estadio puntero en Europa. Sin embargo, diversas circunstancias, incluyendo la proclamación de la II República en abril de 1931, hicieron que el sueño olímpico barcelonés se desvaneciera de momento. Eso sí, el estadio fue utilizado en los últimos partidos de la Liga 1928-1929 por los tres equipos catalanes de Primera (Barcelona, Español y Europa), mientras el Alavés estaba aún en Segunda.
Cuando Barcelona fue proclamada por fin sede de los Juegos Olímpicos de 1992, el estadio, que había estado a punto de derribarse en la década de 1970, fue completamente reformado, manteniendo solo las fachadas de 1929. El nuevo Estadio Olímpico fue abierto por Juan Carlos I en septiembre de 1989 y albergó en julio la inauguración de las Olimpiadas y las pruebas de atletismo. Seis meses antes, el 12 de enero de 1992, el Alavés pisó por primer vez el verde de este estadio, que en 2001 fue rebautizado en memoria de Lluis Companys, el presidente de la Generalitat de Cataluña, ejecutado por el franquismo en 1940.
El Alavés estaba entonces encuadrado en el Grupo II de la Segunda División B, del que formaban parte los equipos catalanes. Entre ellos se encontraba el Sant Andreu, que disputó ocho partidos de Liga en el Olímpico, pues su campo (el Narcis Sala), estaba cerrado por unas obras que al parecer nunca llegaron a realizarse. El equipo representativo de este barrio barcelonés pasaba por un buen momento. Bajo la presidencia de Josep Vivancos y con el futuro presidente azulgrana Joan Gaspart como mecenas, era líder del Grupo.
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Tomás Balbás, el técnico babazorro, alineó en el Olímpico a Aguirreoa, Santi, Portela, Toledo, Vivanco, Arregui, Urbina. Feijóo, Martín Beguiristain, Josu Ugarte y Berástegui. La mañana fría y desapacible hizo que solo acudieran a presenciar el encuentro 1.460 espectadores, lo que hizo que el ambiente en las gradas del estadio, con capacidad para 60.000, fuera muy desangelado. Además, «el balón, muy vivo a causa del agua acumulada en el césped, se mantuvo más minutos en la pista de atletismo que rodea el rectángulo de juego que en el propio campo». El Alavés no se llevó un buen recuerdo de su visita al futuro escenario de las Olimpiadas. Sobre todo, no tuvo suerte con el árbitro, que a los catorce minutos pitó un penalti inexistente a favor de los locales y expulsó a Óscar Vivanco. El once babazorro presionó a su rival y, mediado el encuentro, Josu Ugarte logró empatar, pero en la prórroga Calderé (al parecer, en fuera de juego) logró el gol de la victoria rojigualda. El tanto «destrozó la ilusiones del equipo vitoriano, que jugó 75 minutos brillantes con diez hombres».
El titular de EL CORREO al día siguiente no dejaba lugar a dudas: «El árbitro sentencia al Alavés. Su actuación impidió al cuadro albiazul sumar algo positivo ante el Sant Andreu». Según esta crónica, el colegiado había privado al once vitoriano «de un resultado positivo en el colosal Estadio Olímpico. Él y sólo él es el responsable de que el cuadro albiazul, más motivado y ambicioso que nunca, haya regresado de vacío a Vitoria después de acumular méritos sobrados». No era una visión parcial, pues incluso la prensa catalana reconoció que «la injusticia se cebó en la formación alavesa y se demostró que a veces el fútbol no es humano».
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