Integrantes de la plantilla albiazul del la temporada 1958-59, en la que destacaban Arocena, Bardají II, Uribesalgo,, Gorospe, Primi, Zubizarreta, Hormaeche, Echeandía, Ibarra, Azcárraga y Gabiola. El Correo
Historias en albiazul

Angustia y final feliz

En la campaña 58-59 los albiazules lograron la permanencia en Segunda en una promoción taquicárdica

Santiago de

Sábado, 17 de mayo 2025, 00:18

A lo largo de su historia, el Deportivo Alavés ha sabido sobreponerse a muchos momentos difíciles. No han sido pocas las ocasiones en que ha ... salvado la categoría en las últimas jornadas. De hecho, ya en su primera temporada en Primera, en 1931, evitó el descenso 'in extremis' y todos recordamos situaciones similares en tiempos más recientes.

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Algo así sucedió en la temporada 1958-1959, en la que el equipo albiazul disputaba la Liga en el Grupo I de Segunda División. El objetivo era mantenerse, para lo cual había que evitar los dos últimos puestos, que significaban el descenso directo. El tercero y el cuarto por la cola jugaban la promoción de descenso y, cuando terminó la temporada regular, estos puestos fueron ocupados por el Rayo Vallecano… y por el Alavés.

En años anteriores había habido una liguilla de promoción, pero en 1959 el sistema era eliminatorio. Es decir, en los dos partidos contra el Arenas de Zaragoza, que había sido segundo en su Grupo de Tercera, el once vitoriano se jugaba toda la temporada. El 31 de mayo se disputó el choque de ida en la capital aragonesa. El Alavés ganó 0-2, con goles de Hormaeche y Zubizarreta. Pese a esta derrota, la prensa zaragozana destacó que «el Arenas no ha dado por perdida su esperanza de ascender». Por el contrario, la afición babazorra se ilusionó, pues todo parecía de cara para el encuentro de vuelta, que se celebró en Mendizorroza el 7 de junio.

Echeandía y Echezarreta.

El entrenador alavesista, Manolo Echezarreta, alineó a Arocena, Bardají II, Uribesalgo, Gorospe, Primi, Zubizarreta, Hormaeche, Echeandía, Ibarra, Azcárraga y Gabiola. 'Pensamiento Alavés' recalcó que había que «redoblar las precauciones». Además, el propio Echezarreta había declarado nada más terminar el choque de ida que «aún quedan noventa minutos de lucha» y que era necesario evitar el exceso de confianza. Enseguida se vio cuánto de verdad había en este consejo. De hecho, la felicidad de la hinchada local, que llenaba las gradas del estadio, duró solo veintinueve segundos: nada más empezar el partido, el delantero aragonés Duarte marcó el primer gol, que «ponía en tensión a la concurrencia».

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Algunos vieron cómo Arocena, el portero alavesista, se ponía nervioso, pero en realidad, tal y como señalaron las crónicas de la época, todo el mundo que veía el partido en Mendizorroza entró en una fase de nerviosismo. Menos mal que Echeandía enmendó el desaguisado al lograr el empate a uno, ocho minutos después. El delantero albiazul «supo rematar muy bien y oportunamente un centro de Azcárraga. Aquello volvía un poco la confianza».

En efecto, después de este gol, el Alavés se repuso y cercó la portería arenera, con dos postes y varias ocasiones claras de gol, que frenaron los aragoneses. Pero, por si fuera poco, en el minuto 84 el arenero Jiménez volvió a perforar la portería de Arocena. Los últimos minutos fueron aún de más tensión y nerviosismo. Entonces no había prórrogas, sino que debía disputarse un tercer partido de desempate, en el que todo sería a cara o cruz. Pero al final el resultado de 1-2 favorable al Arenas zaragozano se mantuvo. La afición albiazul respiró cuando el árbitro, que era el asturiano Prendes Bernardo, pitó el final.

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Tal y como escribió la prensa local, «al fin y al cabo, después de tantos suspiros, el Alavés continúa en Segunda», gracias al resultado del encuentro de ida, aunque fuera tras superar momentos de sufrimiento: «En fin. Que la cosa ha terminado, de lo cual todos, jugadores, directivos, aficionados e incluso los informadores, nos alegramos bastante. Porque, la verdad, pocos han sido los ratos agradables que este año hemos pasado en Mendizorroza. Y para seguir sufriendo, mejor es que termine». Frente a esta visión un tanto pesimista, muchos aficionados terminaron el día con alegría: es cierto que había habido un «susto final», pero lo importante era que el Alavés había logrado su objetivo. Los malos ratos de la temporada podían olvidarse, pues al fin y al cabo, bien está lo que bien acaba.

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