El talento y el arbitraje se imponen al carácter sin filo del Alavés
Un bloque albiazul de paupérrima producción ofensiva se queda sin marcar ante un Villarreal superior en un duelo sentenciado por otro penalti inexistente
El Deportivo Alavés fue peor que el Villarreal y, en el agregado de méritos de ambos equipos, el triunfo cayó con justicia del lado ... local. Pero el poso que vuelve a quedar en el equipo albiazul es de haber vivido otra injusticia que escapa a su control. Una tarde en la que el arbitraje le privó de, al menos, soñar hasta el final con la complicada posibilidad de rescatar algún punto de La Cerámica. En el terreno de la ficción queda elucubrar si hubiera sido capaz de afinar su tino en el tramo final del encuentro para lograrlo. O si, en cambio, hubiera persistido en el atasco que apenas le permitió inquietar a un equipo que contra el romo plantel albiazul logró firmar su primera portería a cero de la temporada.
El enfado albiazul por el penalti en contra queda avivado por una sensación de reincidencia. De que de nuevo una decisión arbitral ha terminado de derribar al Alavés. De la pena máxima por mano señalada a Guridi contra el Valladolid a la de Manu Sánchez. Una serie de determinantes e incomprensibles decisiones que acaban transformando una evidente falta a favor en otro penalti en contra. Quintero González, en el campo, y Pizarro Gómez, en el VAR, ignoraron media jugada. Para ellos, la carga de Yéremy Pino que desequilibra al lateral del Alavés no fue más que un lance cualquiera. Una acción legal, pese a que el extremo se encarama a Sánchez y lo desequilibra por completo. Sólo existe una mano del albiazul fruto de esa forzada posición.
El árbitro lo tuvo claro. Discutible, pero una decisión que puede estar justificada por el frenesí del directo. Pero cuando la comunicación entre el colegiado y el responsable del VAR parecía encaminarse a restablecer la normalidad, el juez principal se reafirmó. El videoarbitraje o bien consideró que no se trataba de un error claro y manifiesto o bien consideró que era un acierto. Sea cual sea su razonamiento, sembró en la expedición albiazul una mezcla de enfado y desconcierto.
Los locales tiraron las mismas tres veces a puerta, pero mostraron mucho mayor acierto
Ahí terminó su partido. Parejo transformó la quinta pena máxima señalizada en contra del Alavés esta temporada -todas han acabado en gol- y sentenció a un bloque albiazul que no supo levantarse del golpe anímico. El plantel vitoriano es, junto a Las Palmas, al que más penaltis le han pitado en contra en Primera.
Los cambios no suman
El arbitraje fue el clavo en el ataúd de un equipo escaso de argumentos. Al Alavés le faltó filo. Un equipo romo en ataque que apenas inquietó a un rival cuyas virtudes residen en el área ofensiva y no en defensa. Apenas tres tiros a puerta y solo uno de ellos que verdaderamente estuviera cerca de acabar en gol. Entre Conde y el larguero sacaron el intento de Kike que pudo haber puesto en ventaja al once vitoriano. Ahí le faltó suerte. La eficacia la puso el Villarreal: tres goles en tres tiros a puerta, aunque su producción ofensiva general sí que resultase claramente superior. Pero el talento de un equipo dotado de piezas cuya calidad es determinante se impuso con contundencia.
Ni el colegiado de campo ni el VAR vieron punible una evidente falta de Yéremy sobre Sánchez
Al Alavés no le bastó con ser competitivo durante la primera parte. Su despliegue físico sostuvo su creencia de que podía imponerse. El carácter logró minimizar las carencias de un equipo al que el Villarreal apenas dejó fluir. Tapadas las vías de jugar hacia las bandas y por bajo, tampoco acertó a la hora de jugar en largo con un Kike que sí lograba hacer al equipo avanzar cuando se imponía de espaldas. Pero la fórmula apenas tuvo continuidad. Esta vez la apuesta por mantener un once reconocible no resultó. Tampoco los cambios dieron aire a un equipo para el que conectar a los fichajes estivales es una de las obligaciones pendientes en un parón a la fuerza terapéutico.
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