Hacia un cauce de normalidad

La de Íñigo Córdoba es la primera cesión del club bilbaíno al vitoriano desde 1998, cuando dejó a Sívori un año a préstamo tras ficharle a cambio de 2,1 millones de euros y dos jugadores –Solaun e Ibon Begoña–. Ha habido después otros trasvases de San Mamés a Mendizorroza, como Tarantino (2007), Álex Quintanilla (2011), Toquero (2015) o Ibai (2016), pero todos desvinculados ya del Athletic. Como el atípico caso de Borja Sainz, que en 2017, con 16 años, receloso de su futuro en el Lezama, recaló en Ibaia tras una decisión consensuada con su familia. No les convencía la propuesta de Amorrortu, entonces director deportivo de la cantera rojiblanca, que les ofrecía un contrato encadenado de siete años –tres de juvenil, dos en el Basconia y dos en el Bilbao Athletic– que el club podía romper cuando quisiera. Hoy está en el primer equipo albiazul.

Ninguno, desde Sívori, con la fórmula que ha trasladado al extremo izquierdo a la disciplina albiazul. La confirmación, parece, del encauzamiento de unas relaciones que no hace tanto vivieron situaciones tirantes, fundamentalmente bajo el mandato de Josu Urrutia en Ibaigane. En 2013, de hecho, el Alavés rompió públicamente las relaciones entre ambos clubes al acusar a los rojiblancos de «entrometerse» en su cantera. Entonces, representantes del Athletic en Álava enviaron cartas a futbolistas de clubes convenidos albiazules. Un año después también se produjeron ciertas turbulencias cuando el Alavés apartó de su equipo filial a Mikel Vesga y Ander Alday tras haber alcanzado un acuerdo con el club rojiblanco, una situación similar a la que se viviría tres años después con Asier Benito.

Ha sido la dirección habitual en la autovía de Altube en las últimas décadas, de Vitoria a Bilbao. Desde aquel traspaso de Sívori, el Alavés ha cerrado otras cinco operaciones con el Athletic: Sarriegi en 2006 (1 millón de euros), De Marcos en 2009 (360.000), Igor Martínez en 2010 (250.000), Borja Viguera en 2014 (1 millón) e Ibai Gómez en 2019 (3 millones). Fue el fichaje del delantero riojano, flamante 'Pichichi' de Segunda aquella temporada, el que rebajó las tensiones entre directivas en plena tormenta, aunque surgieron algunos roces más, como el rechazo bilbaíno a la posibilidad de jugar la final de Copa de 2017 en San Mamés que había planteado el Alavés o los precios de las entradas que Josu Urrutia no quiso consensuar con el resto de equipos vascos.

El escenario cambió con la llegada a la presidencia del Athletic de Elizegi, que la pasada temporada ya pactó los precios de los derbis, a 25 euros, con sus cuatro homólogos territoriales –Alfonso Fernández de Trocóniz (Alavés), Jokin Aperribay (Real Sociedad), Amaia Gorostiza (Eibar) y Luis Sabalza (Osasuna)–. Un paso hacia la normalización, como el reciente uso de las instalaciones de Lezama por parte del conjunto albiazul cuando la nevada le impidió entrenar en Ibaia –ya ocurrió también en 2018, aún con Urrutia al mando–.

La cesión de Íñigo Córdoba regulariza ahora esa normalidad. Una relación cordial. Profesional. El Alavés quería un refuerzo de banda, el Athletic quería reducir el número de fichas de su plantilla y el futbolista quería los minutos que no iba a tener a las órdenes de Marcelino. Todos contentos, un acuerdo beneficioso para las tres partes. Sin opción de compra a final de temporada –el jugador quiere reivindicarse en Vitoria para volver a tener hueco en Bilbao–. Y con cláusula del miedo, que impedirá al extremo izquierdo disputar el partido que el conjunto albiazul debe disputar en San Mamés en la jornada 30, en abril. Sí lo hizo en su momento Sívori, el último cedido rojiblanco en Mendizorroza, que en la temporada 1998-99 se enfrentó al club que poseía sus derechos en las dos ocasiones, tanto en la capital alavesa (1-2) como en el estadio bilbaíno (5-0).