Sueño y pesadilla en la terminal
Un aeropuerto puede ser el mejor de los hoteles, pero también un infierno donde no pasa el tiempo
Luis López
Domingo, 14 de septiembre 2014, 01:29
Hay veces que no queda más remedio que quedarse a dormir en el aeropuerto. Por ejemplo, durante esas escalas infames en las que transcurren horas interminables entre dos vuelos intempestivos y la terminal está demasiado lejos de todo como para que merezca la pena efectuar una escapada fugaz a la ciudad más próxima. O cuando somos víctimas de un retraso. O cuando hay tormenta o revienta un volcán. Pero hay otras veces en las que pasar la noche ahí, entre gente extraña y lacónicos anuncios de megafonía, es una elección libre. Voluntaria. La solución menos mala.
¿Menos mala que qué? Menos mala que, por tener un vuelo a las seis de la mañana, vernos obligados a poner el despertador a las tres porque hay una hora de viaje desde el hotel al aeropuerto; o quizás a las dos, porque no nos fiamos del taxista con el que hemos apalabrado el viaje el día anterior y no hay transporte público... No es natural ni sano someterse a esos madrugones y a semejante estrés.
Terminales asiáticas, las mejores
Así que está la otra opción: aprovechar al máximo el día previo al vuelo y, rondando la medianoche, poner rumbo al aeropuerto con la esperanza de que el tiempo discurra lo más rápido posible hasta el despegue. Optar por esta alternativa es menos arriesgado si estamos en una terminal asiática, donde los viajeros, incluso los más opulentos, no tienen inconveniente en apoyar la cabeza sobre bolsos de Prada para echar un sueño con toda naturalidad. Es cuestión de carácter. En esta parte del mundo los aeropuertos suelen estar mucho mejor acondicionados para las largas esperas, de modo que contrastan con las instalaciones europeas, más agresivas al estar concebidas exclusivamente como lugar de paso y donde es frecuente que los guardas de seguridad bufen a los durmientes tachándoles de indigentes. Naturalmente, hay excepciones.
Quien esté interesado en tantear esta posibilidad pero se encuentre en un lugar remoto y desconocido debería consultar la web www.sleepinginairports.net, foro donde se disecciona cada terminal, se reciben colaboraciones de viajeros de todo el mundo y, además, se elabora anualmente un ranking planetario con las instalaciones más y menos amistosas con los pasajeros somnolientos. Es una buena herramienta para estar prevenidos de lo que vamos a encontrarnos en según que aeropuerto y, lo más importante, para conocer las mejores zonas para echar un sueño en cada instalación y consejos útiles que nos ayudarán a pasar la mejor noche posible.
Roma y Kuala Lumpur
A modo de ejemplo, nos fijaremos en dos experiencias que representan los dos polos. Por el lado negativo, Fiumicino en Roma. Un aeropuerto que condensa casi todas las maldiciones que acechan a un viajero cansado. Los restaurantes cierran poco después de la medianoche y los asientos metálicos con reposabrazos fijos impiden tumbarse en casi toda la instalación. Cuando uno asume todo eso estando en el piso de abajo se encuentra con que uno de los compañeros de bancada se arranca a lanzar alaridos sin que el resto se inmute. Un vistazo detallado al personal revela que son individuos sin techo algunos de los cuales padecen patologías incompatibles con el sueño ajeno. Con semejante panorama se impone subir al piso de arriba, donde grupos de viajeros dormitan como pueden en posturas inverosímiles sobre asientos incómodos o desparramados por el suelo frío. En definitiva, una noche larguísima tras la que nos prometemos no repetir jamás la experiencia.
Lo opuesto ocurre en el KLIA de Kuala Lumpur. Asientos mullidos, tumbonas ergonómicas, sillones de tacto aterciopelado... La hostelería abre 24 horas pero siempre hay zonas trasquilas, protegidas por muros vegetales, donde descansar sin sobresaltos bajo cálidas y tenues luces indirectas. Tras el sueño reparador se ofrecen duchas impecables con todas las comodidades (toallas, geles, cremas, chanclas...) por 20 ringgits (unos cinco euros). Y eso para quienes no hayan contratado plaza en alguno de los lounges donde se dispensan todo tipo de atenciones: comida, bebida, masajes, asientos relax, wifi... También hay gimnasio, spa y todo un abanico de posibilidades. En definitiva, todo lo necesario para que la noche se haga corta, para que incluso nos olvidemos de dormir... Y, en definitiva, para prometernos que en sucesivas ocasiones en las que nos encontremos con vuelos mañaneros nunca volveremos a gastarnos un euro en hoteles porque, a veces, el aeropuerto puede ser el mejor hotel.