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Peret junto a Antonio Valentí Carbonell.

Toni, dale calor al cielo

El palmero de Peret, fallecido esta semana a los 75 años, fue una figura decisiva en la invención de la rumba catalana

Miguel Pérez

Sábado, 9 de agosto 2014, 00:39

Existen historias excepcionales que quedan agazapadas en la Historia. La del Tío Toni, Antonio Valentí Carbonell, fallecido el pasado día 3 a los 75 años de edad, es una de ellas. Fue palmero y escribió con Peret el guión de la rumba catalana. Una biografía descabellada a ojos de la lógica, pero de las que la música está bien surtida. El Tío Toni tenía el compás en sus manos, vendió telas en su juventud y terminó deslumbrando a Tom Jones.

La mayor parte de su trayectoria profesional la pasó con Peret, aunque colaboró también con Lola Flores o Serrat, con quien colaboró en su disco 'Para piel de manzana'. Era un valor seguro a la hora de acompañar con las palmas. Cuando su ilustre colega gitano se retiró a principios de los 80s, él compró un bar en Barcelona e inicio también su propio semirretiro de la música. Participó en grabaciones ocasionales, algunos conciertos de Peret en su regreso a los escenarios y su proyecto Patriarcas de la Rumba, una especie de supergrupo que funcionó entre 2005 y 2009 y en el que actuó en compañía de otros cuatro extraordinarios profesionales: su hermano Ramón, Juan Calabuch Pubill, José Cortés Jiménez y Rafael Salazar.

Para una generación de españoles, Toni Valentí será siempre el 'palmero de las gafas', el hombre elegante unido a una sonrisa perenne que le hacía las palmas al 'Borriquito como tú'. También hay algunas grabaciones recientes en las que aparece prácticamente como solista. En los años 70 llegó a hacerse muy familiar. Era la época en que Peret salía asiduamente en la televisión. Él, siempre a su lado, con sus americanas o un jersey de cuello alto. El Tío Toni disfrutaba con la percusión. Influyó decisivamente en su conversión como seña de identidad de la música catalana.

Aunque nacido en Mallorca, Antonio Valentí hizo su vida en la calle de la Cera barcelonesa, donde su familia se instaló cuando él tenía dos años. Allí conoció a Peret y a otros gitanos que, con el tiempo, desarrollaron el cuadro palmero por excelencia. Su música puede rastrearse hasta las noches del Bar Salchichón y las mañanas que Peret y Toni pasaban vendiendo tejidos de un lado a otro de la capital y su cinturón fabril. En los trayectos buscaban nuevos ritmos golpeando con las manos contra las maletas.

En algún momento de aquellos días, surgió la inspiración. Los dos eran gitanos en el Raval. En el Raval del compás. En el Raval de la inquietud sonora. Y, como tal, estaban abiertos a lo que se cocía en el mundo. Por bagaje, Pérez Prado, Cugat, Benny Moré o Kiko Mendive. Por juventud, Elvis Presley y los Beatles. A Peret se le ocurrió fusionar el mambo, el chachachá, el danzón y la rumba caribeña con el rock y un sentido genuinamente gitano. Y surgió la rumba catalana. Pero no era suficiente la voz y la guitarra. Tal y como había ido fraguándose, la rumba necesitaba de palmeros que se encargaran de la percusión. Por decirlo de alguna manera, de la percusión rítmica, mientras Peret se hacía cargo de la solista con el famoso 'ventilador'.

Así pasó a la posteridad la imagen icónica de la rumba catalana. Toni se sumó de inmediato al proyecto. Tenía una capacidad innata para seguir las melodías y el compás. Hacer palmas era como leer una partitura, dijo Peret. Y tenía razón. Las palmas no se improvisan. Necesitan el rigor del metrónomo. Una sonoridad y una cadencia particulares. Si no, la rumba no funciona. El Tío Toni se acompañaba con el pie para afinar las manos. Así le alegraron la noche Peret y sus dos gitanos a millones de espectadores en el festival de Eurovisión de 1974, pese a la dura competencia del 'Waterloo' de ABBA, que terminó por llevarse el certamen.

Si hay un hito peculiar en la carrera de este hombre, ese fue el Midem de 1967, donde el trío obtuvo la fama internacional. Acudieron junto con Raphael al gran mercado musical -que celebraba ese año su primera edición-, mientras discográficas de la época como Zafiro y Novola editaban en España discos con Micky, Massiel o Los Brincos para promocionarles al calor del certamen francés. En aquel escenario, donde todo discurría según unos cauces más o menos trillados, Peret y el Tío Tony impactaron en la médula de la industria, e hicieron abrir los ojos a estrellas como Paul Anka o Udo Jürgens, que no entendían como era posible forjar ese tipo de ritmos y compases sólo con una guitarra y unas manos. Tom Jones los fichó de inmediato para su programa en la ABC. Y serían los primeros gitanos rumberos en actuar en los países del este, tras el 'telón de acero'.

Peret descubrió en 1983 su vocación religiosa. Colgó la guitarra. El Tío Toni abrió su bar. En el barrio. Pero nunca dejó de lado su pasión por la música. Hay un par de obras con Patriarcas de la Rumba que le muestran en todo su esplendor: 'Cosa nostra' (2005) y 'Vuelven como fieras' (2007). Hoy, seguro que anda por allí arriba, como siempre, sonriente y con chaqueta, enseñando el 'arriquitaun' a algún coro de ángeles.

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