Mirar al pasado para concebir la ciudad del futuro
A comienzos de la década de 1950, Vitoria era una ciudad de poco más de 52.000 habitantes. Una ciudad 'levítica' que concentraba los principales ... servicios de una provincia de Álava básicamente agrícola, aunque con una incipiente industria. De hecho, hasta la posguerra habían sido varias empresas locales (Ajuria, Aranzábal, Fournier, Orbea y Sierras Alavesas, entre otras) las que habían mantenido la actividad industrial en la capital. En la década de 1950, llegaron empresarios guipuzcoanos que serían fundamentales en la etapa de desarrollo económico, como Juan Arregui o Ignacio Emparanza.
Sin embargo, en 1951 alcanzó la Alcaldía de Vitoria Gonzalo Lacalle Leloup, quien cinco años más tarde -y contando con el apoyo de las distintas instituciones provinciales, así como de las dos Cajas de Ahorros, la Municipal y la Provincial- puso en marcha un proceso de industrialización que, a pesar de tener lugar en plena dictadura, marcó el inicio de la transformación de la ciudad. Así, durante los siguientes lustros -y con su momento álgido en la década de 1960-, llegaron a Vitoria inmigrantes procedentes de todo el País Vasco, pero también de otras zonas de España, que impulsaron un crecimiento espectacular de una ciudad que, a la muerte de Franco en 1975, contaba con más de 170.000 habitantes.
Con el fin de acoger a los nuevos habitantes, se crearon nuevos barrios -como Zaramaga, Arana o El Pilar, entre otros-, y también nuevas zonas de ocio, como Gamarra, el parque municipal del que disfrutaron no solo los alaveses sino un buen número de vizcaínos y guipuzcoanos de la época que se acercaron a sus modernas instalaciones. Asimismo, con los inmigrantes llegaron nuevas costumbres y la ciudad se fue transformando y modernizando, tal y como muestra la prensa local del momento.
Buena prueba de todo este cambio lo reflejaron las elecciones municipales celebradas en 1973 -las últimas antes de la muerte del dictador-, a las que se presentaron candidatos con ideas que ya avanzaban la llegada de la democracia y que, de hecho, formarían parte de los futuros partidos políticos. Cabe destacar cómo irrumpieron con fuerza tres mujeres concejalas, todas ellas con un carácter moderno y muy social: María Jesús Aguirre -quien arrasó, obteniendo un número de votos considerablemente superior al de sus contrincantes varones, lo que demuestra su talante renovador-, Mercedes Villacián y María Ángeles Cobas.
Si bien la ciudad se ha extendido y ha cambiado considerablemente desde entonces, existen algunos asuntos que no difieren tanto de nuestro pasado más reciente. Como entonces, existen reticencias por parte de algunos sectores sociales para integrar a la nueva inmigración, en esta ocasión llegada de todas las partes del mundo, fruto de la globalización y que hacen de Vitoria una ciudad multicultural. Si entonces era complicado asimilar a los 'coreanos' -el modo despectivo en el que en la década de 1950 eran denominados los andaluces y extremeños, fundamentalmente-, ahora las dificultades pueden resultar mayores para hacerlo con personas que, en muchas ocasiones, podemos sentir culturalmente lejanas, al proceder de lugares muy diversos. Junto con ello, ser conscientes de que -por vez primera en la Historia- Vitoria contará con una mujer alcaldesa, en una sociedad en la que, por el mero hecho de serlo, existen todavía personas que son objeto de violencia sexual.
Así, es cierto que la ciudad se enfrenta a un buen número de retos en el futuro más próximo. Pero también lo es que, pese a todas las dificultades, Vitoria es una ciudad integradora y que siempre ha sabido superarse a sí misma, como bien lo demuestra su Historia. Todo mi ánimo para la nueva alcaldesa.
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