«A la víctima LGTBI le cuesta denunciar, como ocurre en la violencia de género»
Albaro S. | Policía Local de Vitoria ·
Integrante del grupo de policías homosexuales, da charlas a los nuevos ertzainas y agentes para que sepan cómo actuar ante los delitos de odio por la orientación sexualMediados de julio. Ertzainas rescatan en un piso social a un menor pakistaní presuntamente apaleado y amenazado de muerte por sus padres. Su 'pecado' es ... confesarles su homosexualidad. La rapidez de movimientos de los uniformados no sólo le salvó sino que, además, sirvió para encauzar en la línea correcta al juzgado de guardia, que retiró la custodia de inmediato a los progenitores. La violencia contra el colectivo LGTBI (lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales) es una amenaza latente. Casi invisible. Las víctimas, demasiadas veces, se sienten incomprendidas, avergonzadas. Gaylespol, asociación de policías LGTBI, lucha contra ello.
De puertas para fuera e intramuros. Prueba de ello son los cursos impartidos en la academia de Arkaute a los nuevos ertzainas y policías locales del País Vasco, más de 600 funcionarios ya en las calles. Y también a los 78 profesores de ese centro educativo, una iniciativa inédita en el conjunto de España. Albaro S., agente local vitoriano, es uno de los ponentes.
- ¿Qué les enseñan?
- Qué diversidad social nos podemos encontrar a la hora de trabajar. Las diferencias dentro del colectivo. Un bisexual, un intersexual (persona que presenta conjuntamente caracteres sexuales masculinos y femeninos), un queer («dentro del colectivo empezamos a llamar así a los hombres muy afeminados, con pluma, y ellos lo hicieron suyo y ahora lo exhiben con orgullo»). Instruimos en el tipo de psicología, en cómo empatizar y dar mejor servicio.
Se refiere Albaro a que el robo de una bicicleta no entraña doblez alguna. En cambio, una víctima LGTBI que ha sufrido un asalto en una zona de cruising o cancaneo (áreas donde se busca sexo ocasional) no siempre se atreve a aportar todos los detalles. «Damos mucha importancia a la detección. En los delitos de odio por orientación sexual, muchas veces nos pasa como con la violencia de género, donde la mujer no desea interponer denuncia aunque haya testigos directos. Aquí ocurre igual», analiza este agente con cuatro años de servicio en Aguirrelanda y trece con el hábito azulón. Antes sirvió en Erandio y en Durango. «Al colectivo LGTBI le suele resultar humillante denunciar que ha sufrido un delito por su condición sexual», intercede.
«Chistes y comentarios homófobos escuchas todos los días, hay mucho trabajo por hacer»
en el trabajo
«Detectar y empatizar»
La Justicia sólo entiende de pruebas, no de sentimientos. «Una mala instrucción (policial) hace que la Fiscalía no pueda llevar a adelante la investigación», advierte serio Albaro. «Te pongo un ejemplo. Se instruye a los agentes para tener las zonas de cruising identificadas dentro de sus áreas de patrullaje. Una vez que se produce el delito, hay que indagar bien, ser capaces de empatizar con la víctima, que se abra y tener más datos de los que en principio te daría», traza.
Según el actual Código Penal, el delito de odio se castiga con una pena de prisión de uno a cuatro años y multas de seis a doce meses. Los motivos sexuales figuran como una de las causas. «Pero hace falta una carga probatoria suficiente. Ayuda concretar si la víctima lleva algún tipo de indumentaria, si salía de alguna reunión, si venía de un bar del colectivo... Esas son evidencias no físicas aunque sí probatorias».
El trabajo de Gaylespol también se enfoca de puertas para dentro de las comisarías. Su actual delegado en Euskadi, Iñaki Viñuela, ya rompió moldes en la Ertzaintza al hacer pública su homosexualidad. «Hablamos de normalizar que en un momento dado puedas estar trabajando con un compañero LGTBI, de ser capaces de prevenir, de detectar las situaciones homófobas que puedan darse dentro de la casa. Y cómo actuar en caso de detectarla», subraya este vizcaíno de 42 años.
a asociación policial Gaylespol proyecta nuevas charlas de concienciación para agentes veteranos
diversidad en las calles
Sabe de lo que habla este guardia, que suele patrullar por el norte del municipio. «Salí del armario laboral a principios de año», confiesa. Antes callaba ante situaciones incorrectas. «A ver, chistes y comentarios homófobos escuchas todos los días, participas en actuaciones en la calle que dejan mucho que desear cuando el identificable es LGTBI. Al final procuras hacer tu trabajo lo mejor posible y ya está». Pero un día algo le hizo click. «Dentro de la casa recibimos una orden 'ilegal' hacia el colectivo LGTBI en un briefing (pase de lista antes de iniciar el turno) y a mí me supuso un detonante. Vi que había mucho trabajo por hacer, en esas fechas contactó conmigo la asociación y decidí salir del armario», enumera. Desde entonces sólo ha cosechado apoyos en Aguirrelanda.
Con el uniforme es uno más. Le diferencia una pulsera con la palabra 'Police' en tonos arcoiris. «No son un alarde ni una reivindicación. Sólo buscamos hacernos visibles». Y también le abre puertas en casos prácticos. «La víctima LGTBI la ve como una ayuda».
- ¿Realmente es efectivo ese distintivo?
- En mi caso llevo tres casos en que la víctima ha cambiado la actitud y se te ha abierto.
Los cursos a las dos últimas camadas policiales sólo implican el principio esbozado por Gaylespol. En la hoja de ruta de esta agrupación figura un reto de lo más ambicioso; ampliar sus charlas orientativas a los policías veteranos.
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