El primer cineasta alavés también triunfó sobre la bici
Gran deportista, fotógrafo, cineasta, actor, inventor, pocos vitorianos abarcaron tantos campos como este genio
Hay quien se gana a pulso el calificativo de pionero en muchas materias porque fue el primero en casi todo. Es el caso de Teófilo Mingueza, un polifacético personaje, muy popular en la Vitoria del siglo XX, que dejó una honda huella en la capital alavesa, ligado a los comienzos del cine, la fotografía, la radio y los deportes desde el ciclismo a la natación o el atletismo.
Hijo de dos maestros nacionales, Teófilo nació en Ávila el 3 de noviembre de 1895. Con once años llega a Vitoria de la mano de sus padres destinados al antiguo Grupo Escolar del Portal de Urbina. Estudió Magisterio pero nunca ejerció.
Con 15 años corrió su primera carrera ciclista (llegó segundo) y se convirtió en un gran especialista en velocidad y resistencia. Era el más famoso de los ciclistas locales porque ganaba las pruebas en la ciudad, especialmente en la «pista» del parque de La Florida y había disputado dos veces el campeonato estatal de fondo en carretera. Tenía tres títulos de campeón de Álava, dos de ellos en carretera y uno en pista. El trofeo más importante lo consiguió en Santander y se trataba de la Copa de Plata de la Infanta Isabel.
El 7 de julio de 1913, el diario vespertino de Vitoria, Heraldo Alavés, cuenta la siguiente crónica: «Al llegar a la vuelta 30 (de 50) Teófilo Mingueza, con su gorra colorada, demarra, embala, se escapa, y ya solo, con un tren colosal, saca una vuelta de ventaja. Ha corrido este muchacho de manera soberbia y como no se ha visto en la pista de Vitoria». El periodista Gamito Iturralde, en una crónica, lo llamó el 'Twain' del ciclismo, en referencia a su chispeante humor, su eterna sonrisa, y su ingenio contando chistes.
El cine es otra de sus grandes pasiones. En 1917, protagoniza junto a un grupo de amigos encabezados por el pintor Isaac Díaz el primer film de ficción autóctono del País Vasco. Fundan una productora llamada Gráfica Española. Mingueza hace de actor y representa a un joven agricultor. Se rueda en el café Suizo y en el entorno de la capital alavesa, especialmente en Armentia. Isaac Díaz, guionista, dirige también la realización de la cinta. Sin embargo, la falta de recursos interrumpe el rodaje antes de su finalización. De 'Josetxo', el título de esta película pionera, no se conserva nada, desgraciadamente.
Ese mismo año su familia se traslada a Madrid por trabajo y en la capital de España Teófilo logra el título de telegrafista, que le sirvió a él para navegar por el mundo unos años en la marina mercante. En 1925, ya de vuelta a Vitoria, forma parte del elenco de ciclistas que inauguró el velódromo de Mendizorroza, construido junto al campo de fútbol.
Simultanea su trabajo como telegrafista con el de operador de cine de la empresa Nuevo Teatro y técnico de radio. También monta un negocio dedicado a la fotografía. Según el historiador de cine Koldo Larrañaga, es en ese campo donde su espíritu inquieto le lleva a resultados de genio. Consigue hacer las primeras fotos en color, según el sistema Lumière, que él mismo revela. Intenta producir también material fotográfico, tanto en papel como en otros soportes, junto al industrial Luis Álava, pero se encuentra con escasez de financiación para llevar a cabo sus investigaciones. Por desgracia, esos adelantos de la fotografía los van consiguiendo en otros territorios.
Sobre la base de un proyector normal de cine, en 1930, crea un tomavistas al que dota de doble objetivo consiguiendo filmar cine en relieve. Para poder ver el efecto de la doble proyección con la debida sensación de relieve crea también unas gafas graduadas. Este doble efecto de ambos objetivos lo amplió con sendos prismas. Siguiendo una técnica similar, realizó también fotografías en relieve. Unos trozos de estas filmaciones se conservan como reliquia histórica en Euskadiko Filmategia. Existe, también, la documentación pertinente a este invento, patentado en Madrid, con todas las precisiones técnicas y legales.
Incursiones en la radio
En 1935 filmó un documental en el que se recoge la inauguración del aeropuerto Martínez de Aragón (Salburua) de la capital alavesa. Por falta de infraestructura técnica, tuvo que revelar en Madrid las películas que utilizó. Su espíritu de inventor creó un sistema de lentes polarizadas contra los deslumbramientos de los faros de los coches durante la noche. Y cuando en la pantalla surgió el Cinerama, ideó y creó una cámara de un angular tan amplio que, según él -y lo demostró de hecho era capaz de fotografiar en un ángulo de unos 300°-. Este aparato fabricado de forma aparentemente elemental se conserva aún entre sus pertenencias. Lo más curioso es que Teófilo contaba que todo había sido por una apuesta entre amigos.
Koldo Larrañaga asegura que él mismo vio el aparato y las fotos conseguidas de una manera sencilla y utilizando la caja de hojalata que transportaban los rollos de película virgen. Poco tiempo más tarde le trajeron del Japón un aparato sofisticado de un grandísimo angular que había utilizado el mismo sistema que él. Es memorable el titular de un periódico: «Para cuando los japoneses van, Teófilo Mingueza está de vuelta».
El hijo de Teófilo, Fausto, que también fue operador de cine, contaba que la primera radio de válvulas (lámparas) que hubo en Vitoria, la montó Teófilo. Hasta entonces todas las radios eran de galena. Otra interesante anécdota que resume la habilidad y el conocimiento técnico de este hombre es que trabajando como operador de cine, tras una fuerte tormenta, se estropeó el amplificador de sonido. La película se quedó muda. Ante esto decidieron devolver las entradas al público a lo que Teófilo se negó. Preguntó a los espectadores a ver quién guardaba en su casa una radio. Un espectador respondió que él la tenía, y Mingueza le pidió que la trajera rápidamente al cine. Gracias a la radio y después de llenar todo de cables la función pudo seguir y todo ello en media hora escasa. «Con una radio doméstica dio una función de cine. Un genio», se alegraba Fausto Mingueza.
También realizó incursiones en el mundo de la radio, fundando, junto al médico Francisco Fernández Peña, una emisora que, al no contar con los permisos necesarios para emitir música, se dedicaba a radiar datos técnicos. Incluso, participó como actor radiofónico en célebres radionovelas, parte central de la programación que se escuchaba en todos los hogares.