Ellos sembraron el Carnaval de Vitoria
Indarra, que celebra hoy su 50 aniversario con el espectáculo 'Topagure', abre su álbum de recuerdos como impulsora de la fiesta en 1979
Abrir nuestro álbum familiar nos desata la nostalgia... y también un poquito de vergüenza ajena. Pasar las fotografías de colores desvaídos supone un pequeño ejercicio ... de arqueología social: nos vemos con esos cardados, esas hombreras, esos estampados, esos pantalones de perneras anchísimas y no podemos evitar sentirnos algo disfrazados. Somos nosotros pero no. A los de Indarra, guardianes de nuestras esencias y de nuestro folklore, les ocurre algo parecido al repasar sus 50 años de historia, al verse vestidos de egipcios, de moros, de cristianos, de incas y de mosqueteros. Ellos se encargaron de sembrar la semilla del Carnaval de Vitoria.
«Unos jóvenes inconscientes y entusiastas» se trajeron la fiesta desde Tolosa, donde las carnestolendas, una institución por allá, habían logrado burlar a la férrea censura incluso cuando cundía la grisura más espesa. Era 1979 y para aquella cita decidieron vestirse de cosacos. No les fue nada sencillo. «No había forma de comprar aquí disfraces en ningún sitio, así que los tuvieron que alquilar en Donosti», recuerda Iñigo Arce, el actual responsable de la asociación cultural de arte popular vasco, que nació en 1973.
Con más buena voluntad que medios, movidos por la ilusión y el puro ingenio, le dieron color a las calles de Vitoria de aquellos 80 en los que la ciudad buscaba sacudirse el olor a naftalina. Al ritmo de la fanfarre, un grupo cada vez más numeroso empezó a hacer grande el Carnaval en la capital alavesa, hoy convertida en una de las citas, sin duda, más hedonistas y masivas del año. Siempre jugando con el doble sentido, con la pura transgresión, aquellos jóvenes ya se rieron de aquella rivalidad entre Vitoria y Bilbao con sus aeropuertos y decidieron vestirse en 1983 de aviadores –«como no había otra cosa, para las gorras de los pilotos, utilizamos txapelas y cartulina»– y hasta sacaron un pequeño avioncito y todo. «Incluso lo trataron de arrancar, en la calle Paz, menos mal que no pudieron porque se habría liado una buena», cuenta Arce. Eran, desde luego, otros tiempos.
«Como el culo»
«Ahora, revisamos esas fotos y solo nos acordamos de lo bueno, de la diversión, pero había y sigue habiendo muchísimo trabajo detrás», cuenta Amaia Elosegi, una de las primeras mujeres que participaron en la cita en una época en que «solo éramos cinco o seis en todas las fanfarres en Vitoria». «Nos cedían pabellones agrícolas para poder montar las carrozas, allí cosíamos los disfraces con retales, con mantas, con lo que teníamos», rememora. Montaron molinos de viento holandeses que dejaron boquiabierto al personal, pirámides, castillos, un ovni... y un culo gigante. «Íbamos de médicos y enfermeras, la idea era sacar un trasero con una inyección clavada, pero no salió bien. Sí, nos quedó como el culo», ríe.
Los de Indarra, que en 2005 decidieron dejar de participar en el macrodesfile carnavalero para centrarse en su propio espectáculo de dantzas y música, con el que mantienen vivo el folklore vasco por estos lares, recogerán esta tarde a las 20.00 en la Plaza de España buena parte de su historia en el espectáculo 'Topagure', que contará con 135 participantes y para el que se han rescatado algunos de los disfraces más representativos de su trayectoria.
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