Amargo ruido
'Las amargas lágrimas de Petra von Kant' se centra tanto en servir a la estética que diluye la narrativa
La cruda exploración que Fassbinder hace del amor, con sus juegos de poder, cobra vida en un montaje tan enfocado en servir a la estética ... que diluye la narrativa. La dirección de Rakel Camacho opta por sobrecargar la puesta en escena con tantos estímulos y acciones paralelas que en vez de apoyar el conflicto lo ahoga. Los diálogos entre Petra y Karin, que deberían sostener el pulso emocional de la obra, se ven interferidos por Marlene subiendo y bajando bustos de maniquí, jugando con cintas métricas o desfilando a cámara lenta, generando una sensación de ruido permanente, que quita foco a la acción principal.
'Las amargas lágrimas de Petra von Kant'
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Artistas Ana Torrent, Aura Garrido, Maribel Vitar, Julia Monje y María Luisa San José.
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Autoría Rainer Werner Fassbinder.
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Dirección Rakel Camacho.
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Lugar Félix Petite, 14 y 15 de junio.
La esencia del vínculo entre Petra y Karin, la pasión, el desequilibrio afectivo, la humillación, apenas logra emerger entre tanto artificio. Falta conexión entre las actrices, falta química, falta ese poso emocional que permita entender la brutal dinámica de dominación y sometimiento que plantea Fassbinder. Las escenas carecen de pausa, de escucha, de verdad. El montaje parece más interesado en impactar visualmente que en escarbar en la complejidad de la relación.
Hay momentos que, por sí solos, podrían haber sido potentes desde la sencillez. Cuando Karin canta 'Wicked Game' tras un espejo, por ejemplo. Sin embargo, la escena se sobrecarga con gritos de fondo y movimiento escénico innecesario, creando tal acumulación de capas visuales y sonoras que satura.
La escenografía, con su bañera, torsos colgantes y cabezas a modo de copas apuesta por lo provocador y lo llamativo, pero no considera la funcionalidad ya que las actrices se desplazan con evidente dificultad por las rampas.
El montaje es un despliegue escénico que en su afán de ser visualmente arrollador crea tal barullo que deja poco espacio para la emoción y ante el cual es inevitable preguntarse: ¿Es tan complicado confiar simplemente en la historia?
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