«Llevamos queso y miel a domicilio»

Al medio millar de ovejas latxas que se pasean por las faldas de Sierra Salvada poco les importa el confinamiento. De hecho, no tienen ni idea de la extraordinaria situación a la que han tenido que responder en la quesería Izoria, la propietaria del rebaño, para dar salida a su leche en uno de los momentos de mayor producción del año. Sin ferias y con la presencia en mercados reducida a mínimos, no les ha quedado más remedio que buscar otras recetas para que «el cliente sepa que los productores seguimos ahí». «Hay que hacer lo posible para superar este bache y no perder el contacto con ellos», cuenta Leire Ibarrola, heredera del negocio familiar junto a su hermano Julen, desde el caserío.

En la quesería bautizada con el nombre del pueblecito donde se asienta pensaron que, a falta de eventos, si el comprador no podía acercarse a su puesto itinerante, serían ellos mismos quienes se encargarían de llevar el producto hasta sus casas. «Hemos tenido que adaptarnos y ahora hacemos más entregas a domicilio, es un trabajo adicional enorme», explica. El anuncio de este servicio en sus redes sociales y «el boca a boca» ha disparado la demanda. Desde Vitoria y otros rincones alaveses pero también de puntos de Bizkaia como Bilbao, Balmaseda... y se desplazan, domingos incluidos, allí donde los paladares reclaman su presencia.

Sus quesos frescos, de cesto e Idiazabal y sus frascos rebosantes de miel con sabor a brezo y espino blanco procedente de sus 200 colmenas se entregan puerta a puerta aunque los Ibarrola no siempre ven la cara al cliente, que suele pagar vía transferencia o Bizum. En su ruta de reparto «hay gente mayor, en cuarentena...» y algunos prefieren que les dejen el paquete en el felpudo. Pero todos, advierte Leire, «están muy agradecidos» con esta opción de llenar la despensa con productos de la tierra sin moverse de casa. También continúan jueves y sábados en el mercado vitoriano de Santa Bárbara, el único que mantienen en su agenda semanal tras las restricciones aplicadas a estos espacios por culpa del dichoso coronavirus.

Ya no van a Amurrio, Llodio u Orduña y en la capital alavesa ha cambiado la forma de atender. Además de las nuevas distancias, destaca, recibe a los compradores con mascarilla, guantes y bata y «después de cada venta me sale automáticamente lavarme las manos». «Alguno me dice al verme que si le voy a operar», ríe. En la fila para hacerse con alguno de sus quesos se encuentran clientes que «llevan bien» el encierro y otros que «ya no pueden estar más en casa». «Y vienen muchos con la nota preparada de lo que quieren sus padres o sus abuelos para hacerles la compra».