«Se han quedado a gusto soltando agua»
Los vecinos se resignan a otra crecida del Zadorra y temen que vaya a peor tras la nevada. «Todavía tiene que caer más», advierten
Es matemático. Abrir las compuertas del embalse tras encadenar días de lluvia (y ya van 18) y que el Zadorra se trague parte de Abetxuko, ... Víllodas, Trespuentes, Arroyabe y alguna vía secundaria que tuvo que cortarse por quedar anegada de agua. Los vecinos se lo olían. No es que entre ellos compartan una fórmula que da con la cantidad exacta de metros cúbicos necesaria para que sus casas se acerquen a primera línea de río, sino que ya es una cuestión de experiencia. Y de eso tienen bastante Xabier y Cristóbal, por ejemplo, que llevan toda la vida en el barrio situado más al norte de Vitoria. «Se han quedado a gusto soltando agua. Se han pasado. Hemos tenido épocas de más lluvia y esto no estaba tan inundado», decía el primero junto a un parque que a duras penas se mantenía a flote. Señalaba con su bastón hacia el embalse, convertido en una cascada continua desde el pasado lunes a casi 50 cúbicos por segundo.
La estampa de las balsas fue constante en las localidades cercanas al Zadorra. A pesar de que la vida de sus vecinos no se vio demasiado alterada por el nivel que alcanzó el río, y por tratarse de una jornada festiva, el temor a mayores afecciones era evidente. Y ese «miedo» se mantendrá al menos dos días más y más aún tras la última nevada.
La crecida del Zadorra obligó a cortar al tráfico durante la mañana algunos tramos de carretera, como entre Júndiz y Víllodas, lo que obligaba a dar un pequeño rodeo. Y a pesar de amanecer con el río más cerca de casa, el desembalse de Ullibarri no parece tener fin e incluso se ha intensificado. Al mediodía tenía cinco compuertas abiertas y en cuestión de minutos, cuando arreció la lluvia tras una pequeña tregua, abrió las siete.
Pero también ha habido quien ha aprovechado el puente festivo para visitar el desembalse casi como un fenómeno turístico. Como si se tratara de una cascada natural en plena provincia, decenas de alaveses se acercaron hasta la presa a sacarse fotografías u observar el fenómeno. Familias enteras se turnaron en el puente para realizarse selfies bajo las siete compuertas abiertas. «Es como una ducha infinita y suena como un avión», describía el pequeño Eder. Ya se sabe que nunca llueve al gusto de todos.
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