«Aquí pude coger a mi chico de la mano»
Makiel Torres dejó Cuba y su carrera en el mundo del baile atrás con casi 40 años y viajó a Vitoria en plena pandemia para conseguir libertad
Ania Ibáñez
Domingo, 10 de agosto 2025, 00:05
La pasión por la danza y el mundo de las artes escénicas le viene desde pequeño. De una familia de artistas, Makiel Torres comenzó a ... bailar cuando apenas tenía seis años. ¿Su primer escenario? Su hogar en Pinar del Río, Cuba. Sigue añorando su país, que decidió dejarlo atrás por la falta de libertades tanto en el ámbito profesional como en el personal, ya que su sexualidad no era aceptada. Es por eso que decidió venir a Vitoria, donde ahora puede celebrar libremente ser homosexual, aunque ha tenido que sacrificar una carrera artística muy exitosa a cambio de su libertad.
Su extensa carrera profesional empezó a los 16 años cuando consiguió trabajar con el Cabaret Rumayor, muy famoso en Cuba. Para poder formar parte del elenco de más de 30 bailarines, necesitó una carta de sus padres donde le autorizaban a trabajar por ser menor, algo que en su momento no le gustó porque renegaba de su familia.
«Cargaba con un apellido muy grande y en ese momento intentaba hacer carrera separándome de él», explica sobre su dinámica con su padre Ángel Torres, reconocido director artístico en toda Cuba, «las cosas que lograba siempre había una comparación y se decía que lo conseguía por mi apellido y no por mi talento». Con el paso de los años, esa perspectiva ha cambiado, «ahora es un orgullo ser hijo de quien soy».
Consiguió que se le respetara como artista y no por su familia. Unos años después de incorporarse al cabaret, fue el bailarín principal de la compañía. A partir de ahí, empezaron a lloverle las ofertas fuera de su provincia. Se mudó a La Habana para trabajar en la compañía más grande de espectáculos musicales en Cuba y de ahí pasó a Caribbean Show, Tropicana y finalmente al Ballet Nacional aunque «lo mío era más el espectáculo donde podía pasar por todos los géneros artísticos».
Gracias a su trabajo pudo recorrer su país y finalmente se avaló –la manera de titularse en Cuba– como coreógrafo y director. En este puesto dirigió espectáculos con niños y «tuve una experiencia preciosa con críos con autismo y también con síndrome de Down», aunque su mejor recuerdo es trabajar con ancianos, «había una alegría... Eran niños atrapados en un cuerpo de mayor».
«No conozco a nadie que sea director y públicamente gay, nos borran»
Otro de sus grandes logros fue visibilizar la comunidad LGTBI+, aunque le puso en el punto de mira de la ley. «Dirigía espectáculos de transformismo y tuve situaciones muy feas», rememora Torres, «tuve días que la policía me llevó preso por dar un criterio y no tener una libertad de expresión».
Como un día cuando sus artistas iban de camino al teatro y les pararon para identificarles. «En esos momentos no estaba aprobado el cambio de nombre, entonces la policía miró sus carnés masculinos y al no concordar con su aspecto las arrestó», por lo que Makiel tuvo que ir a comisaría con personas de rango político prestigioso para poder sacarlas de allí. «Como esas tengo millones de historias, pero siempre conseguí que el show continuara», expresa el antiguo bailarín, «siempre que se hable con respeto el 'no' no puede existir porque somos libres y tenemos que ser capaces de todo en la vida, siempre y cuando no afecte a otra persona, no haga daño».
Un gran motivo para su marcha del país fue su orientación sexual. «En Cuba no conozco a nadie que dirija que sea públicamente homosexual y los que conozco los han borrado», explica la situación en su país, donde tu sexualidad «te marca». «En España conocí la libertad de cogerle a mi chico de la mano», aunque en su hogar tuvo el respaldo de sus progenitores, que acogieron a Makiel y su pareja pese al estigma social, «mis padres fueron pioneros».
Esta mentalidad la achaca a que «Cuba es un país machista». «Es una cuna de grandes artistas, conocidos nacional e internacionalmente», añade sobre su país, «pero pasamos al olvido». Este es otro motivo por el que decidió dejar su familia y su carrera atrás, y se mudó a España hace cinco años. «Cuba no te da la posibilidad de viajar cuando tú quieras», por lo que Makiel aprovechó un viaje organizado por su país para quedarse aquí. Consiguió hacerlo gracias a la ayuda de una antigua alumna suya, Rosi, que le acogió en plena pandemia y le guió a la hora de trabajar en el sector de la limpieza.
«En Vitoria he logrado sueños que en mi país no alcancé, como tener coche o mi propio piso»
«Decidí alejarme de todo lo artístico porque más que favorecer, me afectaba. Venía de una disciplina y aquí es más un 'hobby'», argumenta sobre su decisión de dejar el baile atrás, «aunque el artista es artista sea cual sea el escenario». «Así me toque la coreografía del polvo y de la fregona, yo hago de eso mi magia», añade sobre el trabajo que ejerce en un hotel, «he logrado sueños que en mi país nunca pude alcanzar. Tener un coche, mi propio piso... No ha sido gracias a los aplausos que me dio el arte».
Y es que los salarios en Cuba son muy bajos para los precios que tienen productos básicos como un cartón de huevos. «Te cuesta 1.800 pesos y el salario de un doctor es de 5.000», que en euros serían unos 20. En el caso de los bailarines «cobrábamos unos 10 euros, pero yo era muy feliz con ese salario hasta que me mudé aquí y me di cuenta de la realidad».
Todavía tiene a su familia en Cuba, quienes han podido venir a visitarle con la excepción de su padre ya que le denegaron el visado. «El día en que salgan todos del país no me dejarán entrar nunca más a Cuba», concluye el bailarín, quien desea volver. «Mientras tenga sangre, historia y raíz allí, tengo que regresar», explica sobre sus planes una vez consiga la nacionalidad española, que ya está en trámite, «siempre he dicho que mi último adiós tiene que ser en mi tierra».
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