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A José Antonio Arriarán, camionero de 60 años, sólo le queda un riñón. «Y le tengo que cuidar el resto de mi vida», se dice. ... El hombre, vecino de Oñati, tenía una piedra de un centímetro y le tuvieron que operar en el verano de 2020 en el hospital de Santiago, en Vitoria, donde les corresponde por cercanía a los vecinos de esta localidad guipuzcoana. Las revisiones, sin embargo, se las hacían en el hospital comarcal de Arrasate, pero «por no hacerme una simple radiografía o ecografía, he perdido el riñón», lamenta. «Puedes tener un error al operar, pero por dejadez en la revisión, por vagancia...», protesta.
El Juzgado Contencioso-administrativo número 3 de Vitoria acaba de dictar una sentencia que obliga a Osakidetza a indemnizar a este paciente, defendido por el despacho Gómez Menchaca, por el «deficiente seguimiento» tras la intervención, que demoró una prueba de imagen «siete meses» y «por no dar ninguna propuesta terapéutica para salvar el riñón». «Soy hipertenso, diabético y tengo colesterol. Sobreviví a un infarto y me pusieron un stent», enumera.
Le hicieron una primera revisión al cabo de un mes, pero José Antonio se queja de que, pese a las innumerables llamadas que realizó, «no me hacían caso». «Me fui de vacaciones en agosto y tenía los tobillos hinchados, ojeras, no podía ni andar 50 metros». En la sentencia, que se puede recurrir, se reconoce que los controles se hacían vía telefónica por el covid. La médica de cabecera intentó agilizar el proceso, pero el enfermo, desesperado, terminó acudiendo a la Clínica Universitaria de Navarra, donde le operaron de urgencia el 14 de diciembre de 2021, pero no pudieron salvar su riñón, que sufría ya una «atrofia», sólo funcionaba «al 8%» y podía dañar al otro». Al de poco, volvió a trabajar y en febrero de 2022, cuando le habían extirpado el órgano y ya no era necesario, le llamaron de Osakidetza para darle cita para una radiografía.
La jueza ha valorado los dos informes periciales propuestos por las partes, realizados ambos por especialistas en urología. Según el del recurrente, estas «patologías colaterales», además de los cálculos, eran perjudiciales para los riñones, por lo que se debería haber hecho un control más temprano para vigilar la permeabilidad de la vía urinaria». Osakidetza alegaba que el paciente era «asintomático». «No había posibilidad de sospechar de la obstrucción porque el único síntoma es el dolor». Entiende la magistrada que existe una responsabilidad por parte de Salud por un «funcionamiento anormal de los servicios públicos», ya que «si le hubieran realizado las pruebas en menor tiempo podrían haber visto el proceso antes de la pérdida del riñón».
José Antonio continúa con su vida, aunque «cuidándome mucho a la hora de comer, beber... Tengo que hacer ejercicio y en vacaciones voy a hacerme los chequeos a Pamplona».
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