Menudo calvario
Los tarugos de Ganalto no querían la cruz en el monte y ahora deberán llevar cruz y media a cuestas
Mi historia algunos casos que recordar no quiero». Éste resultaría un epitafio pintiparado para algunas de esas historias truculentas que uno se encuentra en las ... páginas del diario y que dan cuenta de esta Euskadi inferior que ora y embiste, cuando se digna usar la cabeza, parafraseando a Machado.
No sé si recuerdan el cuento de aquel muchacho que era tan tonto que en el campeonato del mundo quedó el segundo. Cuando preguntó los motivos por los que no había obtenido la medalla de oro, todo el jurado respondió a voz en cuello: «Por tonto». Y es que pocas veces encuentra uno tontos esféricos, de los que los mires por donde los mires no le hallas el ángulo bueno.
La anécdota viene al caso de los ataques a las cruces de nuestros montes que vienen sucediéndose cada día con más frecuencia. Recuerdo que no hace tanto le dedicamos un pensamiento en esta misma tribuna al famoso C.R. -'Comando Rotaflex'-, aquel hatajo de perdularios que tomó una noche la colina de Olárizu como si ésta fuera la isla de Perejil.
Aquella cohorte que actuó al abrigo de la oscuridad, fue incapaz de derribar la cruz, logrando zaherirla apenas tras una serie de acometidas infructuosas, no sabemos si con material defectuoso o a golpe de cornamenta. Lo que vino a demostrar que si bien la voluntad mueve montañas, la incompetencia y la impericia no.
No sé si tras matricularse en un curso para adquirir las oportunas habilidades de soldadura y Rotaflex, -ignoramos si serán los mismos mequetrefes o algún pariente- se ha demostrado que también la sandez requiere de entrenamiento, de pericia y de procedimiento. E igual que los talibanes afganos la emprendieron con dinamita para demoler los budas gigantes excavados en la roca, nuestros talibanes particulares han declarado abierto un nuevo frente por la vía de los hechos en las cumbres de nuestras montañas. Aunque, callado está dicho, estos no van al monte a gozar, sino a apestar los lugares por donde transitan.
En esta ocasión ha sido la Cruz de Ganalto la que ha tenido la desgracia de llamar su atención. Y en esta ocasión consiguieron derribarla y tirarla ladera abajo. Dice Putin que invadió Ucrania porque no quería a la OTAN cerca de sus fronteras. Ahora no sólo la tiene cerca sino encima de la chepa, que eso sí es cagarla por las patas de atrás. Igualmente, los tarugos de Ganalto no querían la cruz en el monte y ahora deberán llevar cruz y media a cuestas. Porque han logrado poner en su contra hasta a los ateos; que mira que hay que tener habilidad para tamaño disparate.
Los vecinos de la Sierra de Badaia pusieron manos a la obra tan pronto como se enteraron de la tropelía, reponiendo la cruz a las 72 horas entre aplausos de la concurrencia que se dio cita en el lugar a modo de desagravio. No está en cuestión la fe, que allá cada cual, referían los presentes, sino el icono que singulariza la cumbre de Ganalto, que se alza a 898 metros de altura sobre el nivel del mar. «Porque si nos la quitan es como si nos faltase algo», comentaron los presidentes de las juntas administrativas de Aperregi y de la de Sierra Brava de Badaia. Sólo faltó que alguien se arrancara con la saeta: «dijo una voz popular, quien me presta una escalera para subir a Ganalto…»
Al igual que el mono fue deviniendo en hombre, hay ocasiones en que la evolución retrocede sobre sus propios pasos desmintiendo la teoría formulada por Darwin. Así, los frentes de batalla del solar vasco van cambiando a cada nueva ingesta en el eterno retorno a cuevas, dólmenes y menhires. Hace años, estos melones subían al monte a derribar antenas y torres de alta tensión, hasta el punto de que alguien inventó aquel chiste tan desafortunado de cómo se decía Osama bin Laden en euskera. La respuesta la doy por sabida: 'Xabino Derribatorretas'.
La modificación paulatina fruto de nuevas modas y tendencias nos ha llevado de la kale borroka a la mozkorra borroka, y de la kale borrika a la kali motxoa sucesivamente, hasta arribar a las playas del nuevo objetivo de la revolución en que se han convertido las cruces que habitan algunas de las cumbres vascas.
Encuentro cierto paralelismo en la pedrada que arrastran nuestros cruzópatas de las cumbres con la que padecía el sin par don Quijote, al que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio, y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio.
Don Quijote leía novelas de caballerías y la emprendió contra molinos de viento tomándolos por gigantes. Estos cruzófobos son más de un solo libro y de experiencia en derribos. Y puestos a combatir el capitalismo y la globalización, qué mejor que ir a la cabeza y matar a Dios. Que por el mismo precio, antes sólo aspiraban a joder a Iberdrola y sus torres.
Ya nos apuntaba con acierto Cervantes en sus Novelas Ejemplares que todas las cruces, en cuanto cruces, son buenas; pero las de plata o de oro son mejores. Lo apuró el monologuista Lenny Bruce, aquel cómico norteamericano al que interpretó Dustin Hoffman en la peli homónima, cuando dijo que si Jesús hubiera sido ejecutado hace veinte años en los Estados Unidos, los niños cristianos no llevarían cruces en el cuello sino sillitas eléctricas.
Se pueden hacer bromas con mayor o menor gusto, con mejor o peor fortuna. No hay más que recordar 'La vida de Brian'. Lo que está contraindicado en todos los prospectos es causar el efecto contrario al que pretendes con tus acciones: aspirar a la gloria y al heroísmo y que acabes quedando como un auténtico soplagaitas, para más inri. Menudo calvario.
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