El agustino científico que fue obispo de Vitoria
Zacarías Martínez fue discípulo de Santiago Ramón y Cajal
Una de las tres calles más antiguas de Vitoria, en el Campillo, tiene nombre de obispo, Fray Zacarías Martínez. Así es desde 1928 cuando el ... Ayuntamiento cambió la antigua denominación de calle del Seminario por la del octavo prelado que ocupaba la silla episcopal vitoriana. Pero no fue un mitrado como los demás. Era agustino, igual que el actual papa León XIV, como Mendel, como Fray Luis de León, como Lutero, como el gran Urdaneta; y como ellos perteneció a la Orden de San Agustín, fundada en el siglo XIII bajo la advocación del gran pensador cristiano, nacido en Hipona (Argelia). Esa congregación, una de las grandes del Cristianismo, estaba llamada a tener un papel relevante tanto en la misión evangelizadora como en la vida intelectual de la Iglesia. Martínez Núñez, «de cuerpo pequeño, pero de corazón grande y de sublime palabra» como reza el epitafio de su tumba fue también una mente privilegiada, un científico discípulo de Santiago Ramón y Cajal, un fuera de serie que gobernó la entonces diócesis vascongada entre 1923 y 1928.
Zacarías Martínez Núñez nació en Baños de Valdearados, en la provincia de Burgos, cerca de Aranda de Duero, el 5 de noviembre de 1864 y falleció siendo obispo de Santiago de Compostela, en la capital gallega, el 6 de septiembre de 1933.
Tras estudiar en la escuela de su pueblo, entró en el convento de los dominicos de Caleruega. Vio clara su vocación religiosa a los dieciséis años al entrar como novicio en el monasterio de los agustinos de Valladolid. Allí prometió sus votos al año siguiente. Con 24 años terminó sus estudios de Filosofía y Teología (monasterio de Santa María de la Vid) y se ordenó sacerdote. Pero su curiosidad intelectual no le dejó pararse ahí. En 1888 era catedrático de Filosofía Fundamental en La Vid. En 1893 se doctoró en Ciencias en la Universidad Central (antecesora de la Complutense de Madrid donde tuvo como profesor a nada más y nada menos que el Premio Nobel Santiago Ramón Cajal. El mayor científico que ha tenido España prologó la obra de Zacarías Martínez en 1907, Estudios Biológicos.
Fue miembro del claustro docente del colegio agustino de San Lorenzo de El Escorial, uno de los más prestigiosos de España y en otros colegios de la orden del venerado padre de la Iglesia. Pronunció el discurso inaugural del curso 1893-1894 sobre la providencia de Dios en el mundo microscópico. Alternó la docencia de la Filosofía con la investigación científica, el ensayo, la crítica y la actividad oratoria. Era también doctor en Teología y ejerció cargos de prior de colegios y residencias de la orden.
Fue predicador real y pedagogo de la Familia Real española cuando el mismo Alfonso XIII le pidió colaborar en la formación de su sobrino el infante Alfonso de Borbón durante el primer semestre de 1917. Hay que recordar sus excelentes intervenciones orales, oraciones fúnebres de Felipe II (El Escorial, 1898), Isabel la Católica (Medina del Campo, 1904) y fray Luis de León (Salamanca, 1928); las conferencias científicas tenidas en la iglesia de San Ginés, de Madrid, en la cuaresma de 1910, dado el amplio eco que tuvieron en el mundo universitario e intelectual; discursos sobre la ciencia moderna (Madrid, 1906), sobre la mujer, en el teatro la Princesa, dentro del homenaje a Menéndez y Pelayo (Madrid, junio de 1912), sobre la juventud, en la Real Academia de Jurisprudencia, ante los miembros de la Familia Real, Gobierno y varios políticos (Madrid, mayo de 1918). La prensa de la época, principalmente 'El Universo', ABC' y 'El Debate', difundieron en crónicas y comentarios las noticias y contenidos de los sermones y conferencias de Zacarías Martínez.
Su labor científica y literaria, de grandes resultados como hombre de mentalidad analística y de estudio, está cimentada en la filosofía escolástica y en la apologética católica tradicionalista. La trilogía Estudios Biológicos (Madrid, 1898-1907), prologada por Ramón y Cajal, ejemplifica el esfuerzo constante para comprender e interpretar a la luz de la tradición el alcance de las conclusiones científicas de la época.
Propuesto para obispo en varias ocasiones, se negó siempre hasta que intervino el mismísimo Alfonso XIII para que le nombraran obispo de Huesca. Ocupó la silla episcopal desde 1919 a 1922 cuando fue propuesto para la sede vitoriana, de la que tomó posesión el 29 de junio de 1923.
La llegada del nuevo prelado coincidió en el tiempo con un cambio de régimen político en España. Apenas dos meses después de hacer la entrada en la diócesis, se produjo el golpe de estado de Primo de Rivera que traería una dictadura, con la que el nuevo prelado estuvo a gusto, todo hay que decirlo. El recibimiento en Vitoria fue «espléndido y cariñoso», pero eso no fue óbice para que Fray Zacarías achacara a su nuevo rebaño «falta de caridad, que había sido sustituida por rencores y pasiones desatadas, así como por luchas fratricidas», en referencia a los enfrentamientos entre católicos vascos de las diversas facciones políticas (nacionalistas vascos, monárquicos alfonsinos, y carlistas de diversas ramas, fundamentalmente).
Y por qué esos odios y luchas sangrientas. Fray Zacarías Martínez lo tenía claro. «Porque el mundo se olvidó de Dios y de su Cristo y de las doctrinas salvadoras de su Evangelio y se hizo idólatra materialista».
Aunque el monje agustino no fue un defensor del uso del euskera en las predicaciones lo cierto es que tampoco se mostró contrario y una orden regularizando la utilización del idioma vasco (Boletín Oficial del Obispado de Vitoria, 1924) señalaba la necesidad de adaptarse a la lengua mayoritaria de los feligreses utilizando según los casos el castellano o el euskera y de respetar los derechos de los fieles que no conociesen el idioma habitual en cada parroquia, predicando también en la lengua minoritaria, fuese ésta el euskera o el castellano.
En el libro 'La Diócesis de Vitoria. 150 años de historia', De Pablo, Goñi y Maturana, sus autores, destacan que se había producido un cambio sustancial con el gobierno del obispo Cadena y Eleta que en 1910 «se había convertido en una pesadilla para el entonces recién nacido nacionalismo en Álava». Tanto Zacarías Martínez como su sucesor Mateo Múgica procuraron evitar los enfrentamientos públicos con las autoridades a causa de la lengua y prefirieron actuar entre bastidores para que se permitiese el uso selectivo del vascuence en la diócesis.
El trabajo del prelado agustino estuvo presidido por el carisma de San Agustín: la primera de sus cartas pastorales se dedicó a la caridad; y la segunda, a la unión fraternal cristiana, en estos términos: que tras ocho meses al frente de la Diócesis habían llegado a sus oídos rumores de que en varios pueblos había fieles que iban a la iglesia, comulgaban, «pero llevando en su pecho el recelo, la antipatía, el rencor y aún el odio para el que consideran su enemigo. Hasta el punto de volver la cabeza para no saludarle». Esa actitud era impropia de los cristianos, resaltaba Zacarías Martínez, «pues de la falta de amor fraterno nacían sospechas, reticencias, juicios temerarios, delaciones de unos contra otros, murmuraciones, críticas y calumnias». El obispo pedía unidad parafraseando a su hermano de orden fray Luis de León en su obra 'La forma de vivir'. Tildaba ese concepto, la unidad, como una de las notas esenciales de la Iglesia católica.
Publicó más cartas pastorales dedicadas a luchar contra el materialismo ateo exaltando la piedad cristiana, y a favorecer la unidad de las obras de las misiones, creando además un Consejo Diocesano de Misiones.
El obispo agustino continuó la obra de prelados anteriores en torno a la acción social cristiana, protagonizando la inauguración de una institución como la Fundación Molinuevo de la que se cumple en 2025, cien años, dedicada a la atención de niños pobres enfermos y a familias sin recursos. Todo racias al testamento de Ángela Molinuevo en memoria de su difunto esposo Juan Cavero.
Pero, sin duda, la obra más importante de Martínez al frente de la diócesis de Vitoria fue el inicio de la construcción del nuevo edificio del Seminario Diocesano. Gracias a la ayuda fundamental del legado cedido por Elvira Zulueta y su esposo Ricardo Augusti Ortega y a la buena situación económica del país, se pudo afrontar este importantísimo proyecto. El 28 de abril de 1926 se puso la primera piedra del complejo edificio diseñado por Pedro Asúa.
El argumento principal para la nueva obra era las condiciones de estrechez y miseria en las que vivían los futuros sacerdotes, «donde falta lo más necesario e indispensable que una higiene elemental exige para los seminaristas de la diócesis.
El legado Zulueta, procedente de la herencia dejada por el alavés Julián de Zulueta fruto de su enriquecimiento en Cuba a través de la industria azucarera, la banca y el esclavismo, era insuficiente y enseguida tuvo que pedirse ayuda a los feligreses para completar el flamante edificio.
Zacarías Martínez fue preconizado para ser arzobispo de Santiago de Compostela en diciembre de 1927, por lo que fue su sucesor Mateo Múgica, quien inauguró el Seminario. Tomo posesión como arzobispo de Santiago el 30 de abril de 1928.
Tras la proclamación de la Segunda República en abril de 1931, la situación sociopolítica comenzó a agravarse con crecientes dificultades para la vida eclesial y religiosa. Zacarías Martínez padeció en su Arzobispado la quema de iglesias producida la noche del 9 de mayo de 1933.
Sin duda fue un hombre culto y polifacético, famoso apologista y predicador, publicista de temas científicos. Sus restos reposan en la capilla de Carrillo o del Santo Cristo de Burgos de la catedral de Santiago de Compostela. Y Vitoria lo recuerda a través de una de las calles más antiguas de la ciudad.
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