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Vivió rápido, murió joven y una escultura lo recuerda en el parque de La Florida. Este viernes se cumple el cincuenta aniversario de la muerte ... del escritor Ignacio Aldecoa, una efeméride en la que EL CORREO sigue la huella que dejó uno de los mejores cuentistas del siglo XX en España.
Fue el primero en marcharse de la llamada Generación de los 50, formada junto a Rafael Sánchez Ferlosio, Ana María Matute, Jesús Fernández Santos y Carmen Martín Gaite. Falleció en Madrid cuando solo tenía 44 años. En Vitoria, la Sociedad Landazuri le rinde homenaje en la Casa de Cultura con una lectura dramatizada de varios de sus cuentos (3 de diciembre) y proyecta la película de Mario Camus 'Los pájaros de Baden Baden' (20 de noviembre). Tras su marcha, la autora de 'Lo raro es vivir' sintetizó por escrito el efecto de su ausencia: «Ha muerto Aldecoa: los años cincuenta han entrado en la historia». También entre esa generación se encontraba su mujer Josefina Rodríguez, quien adoptó el apellido Aldecoa tras su muerte. Nadie ha resumido mejor que ella lo que ocurrió en la casa del torero Domingo Dominguín. «Ese sábado, ese 15 de noviembre, ese año 1969, Ignacio se sintió mal. Tomó una aspirina. Dijo: es un aviso. Y todo terminó».
El testimonio de Josefina Aldecoa en la novela biográfica 'En la distancia' es también el de aquella generación de los niños de la guerra, un grupo que algunos abandonaron sin pisar la vejez y cuyos últimos caídos han sido Sánchez Ferlosio y Manuel Alcántara en abril de este año. José Ignacio Aldecoa Isasi -según su partida de bautismo- nació en el número 6 de la calle de los Aliados, actual Postas. «Vitoria es una masa gris de la que destacan las torres de sus iglesias (la de San Miguel y la de San Pedro)», afirmaba en una guía acerca de su ciudad.
Su niñez traviesa y en contra de la autoridad se desvela en el cuento 'Aldecoa se burla' (1955), donde narra cómo un alumno se ríe de su profesor Amadeo. A causa de ello acaba toda la clase castigada sin recreo.
No es difícil imaginarse a ese niño con jersey de época, orejas de soplillo y gesto pícaro (de la imagen superior) haciendo de las suyas en el patio del colegio Marianistas. A la vuelta a casa, en la misma calle Postas se encontraba el estudio de su abuelo Laureano de Aldecoa que heredó su tío, el pintor Adrián Aldecoa. Como recoge Martínez de Salazar en el libro 'El joven que sabía contar historias' (1996) allí se respiraba un ambiente de inquietud artística. Cuenta también Josefina Aldecoa en el prólogo de 'Cuentos completos' (1995) que siendo adolescente, el escritor ocasionó algún escándalo en las calles vitorianas. Como cuando se disfrazó de Oscar Wilde «a la hora del paseo provinciano». Sus cejas afeitadas, la bufanda al cuello y una raya al medio le daban un aspecto demasiado transgresor para la ciudad de gentes «de orden y desfiles» que era en los años cuarenta .
A la Casa de Cultura, que toma el nombre de Ignacio Aldecoa, acude a diario uno de los mejores cuentistas vascos de la actualidad. Patxi Zubizarreta, Premio Euskadi de Literatura, dice que le «gusta pasear bajo su mirada atenta». Descubrió al maestro de las letras vitorianas en la universidad y recuerda especialmente 'El fulgor y la sangre' y 'Gran Sol', una novela sobre la pesca de altura. «Siempre me ha parecido sorprendente que un creador de tierra adentro escribiera con esa precisión sobre el mar».
La paleta gris de esa postal de Vitoria se oscurecía en su juventud. Y cuando tuvo la oportunidad de marcharse escogió Salamanca con la excusa de estudiar en la universidad. Más tarde se mudó a Madrid, donde coincidiría con ese grupo de medio siglo entre humo y copas. «No pisó prácticamente las aulas. Era en las tertulias por los bares donde intercambiaban ideas» , resalta Ángeles Encinar, catedrática de Literatura española y coordinadora de 'Ignacio Aldecoa: maestro del cuento' (2010), un libro con firmas de continuadores como Fernando Aramburu, José Luis Merino, Luis Mateo Díez o Julia Otxoa. A Encinar le sorprende que no se celebren actividades en Madrid con motivo de este aniversario.
«Sus cuentos son la voz de todos aquellos que un tiempo sin misericordia había golpeado. Muestran como en un espejo la realidad de la postguerra española», comenta Otxoa. Entre esos personajes se encuentran camioneros, fotógrafos callejeros, todo tipo de perdedores, marineros o boxeadores. «Le fascinaba el mundo del boxeo, junto al del toreo. Uno de sus grandes libros es 'Neutral Corner' (1962, Lumen) junto al fotógrafo Ramón Masats. Pasa sin gloria ni pena porque no se entiende en su momento», indica Encinar acerca de ese título que ya avanzaba el microrrelato y la mezcla de géneros.
«Llegué al escritor vitoriano en mi adolescencia, los años más importantes de mi formación como lectora», apunta Elvira Navarro, una de las voces que mejor ha abordado la precariedad laboral con su novela 'La trabajadora' (Random House, 2013). «Mi visión de Madrid le debe mucho a la belleza que Aldecoa era capaz de sacar de la ruina», subraya Navarro destacando 'Balada del Manzanares' como uno de sus grandes relatos.Juan Manuel De Pradatambién lo leyó en su juventud y volvió a sus páginas hace una década. «Me impresionó mucho que se mantuviera vigente, cosa que no esperaba del todo. Su mirada, cruda y tierna a la vez, sobre los desposeídos; su crítica feroz y a la vez compasiva de la burguesía apoltronada me siguen pareciendo extraordinariamente vigorosas», señala.
«Podemos afirmar que Clarín fue el mejor escritor de cuentos del siglo XIX en castellano; y Aldecoa lo es del siglo XX», reivindica José Luis Martín Nogales, quien en los ochenta realizó una tesis acerca de su figura. «Quería escribir la trilogía del mar; y luego, del hierro, la mina, los altos hornos», enumera. «Quería tratar (en aquella época, década de los años 50) los negocios sucios de la posguerra. Lo dijo así en una entrevista. Pero murió muy joven y eso truncó su carrera como novelista».
Un mes antes de su adiós se reunió con amigos en el restaurante Carey de Vitoria. En su libro de firmas dejó uno de sus últimos mensajes: «Vitoria no es la de mi adolescencia, recatada y un poco lúgubre. Ahora es una ciudad muy alegre y yo, también, me alegro de que sea así». Quizá durante esa cena Josefina Rodríguez le insistió en que no fumara ni bebiera tanto de nuevo. La escritora comentaba que en un viaje a Estados Unidos su marido había descubierto un lema que expresaba su filosofía existencial: «To live fast, to die young and to leave a good looping corpse».
Julia Otxoa - Escritora «Sus cuentos muestran la realidad de la postguerra»
Juan Manuel de Prada - Escritor: «Su mirada, cruda y tierna sobre los desposeídos, es vigorosa»
Ángeles Encinar - Catedrática: «Uno de sus grandes libros es 'Neutral Corner'»
J. L. Martín Nogales - Escritor: «Es el mejor escritor de cuentos en castellano del siglo XX»
Elvira Navarro - Escritora: «Era capaz de sacar belleza de la ruina»
Sociedad Landazuri: Organiza dos actos de homenaje en la Casa de Cultura. Proyección de 'Los pájaros de Baden Baden' (20 de noviembre) y lectura dramatizada de sus cuentos (3 de diciembre).
Biografía 1925-1969: Nacido en Vitoria, en la calle Aliados, número 6 (actual Postas). Fallece el 15 de noviembre en Madrid, a los 44 años. Huella en la ciudad: Llevan su nombre la Casa de Cultura, una estatua de bronce, un premio literario, una plaza en el barrio de Lakua y las cuatro calles que la circundan el de sus obras (Caballo de Pica, Amadis, Sata Ojala de Acero y Gran Sol).
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