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Las peripecias de Fernando Navales son el eje argumental de 'Mil ojos tiene la noche', el proyecto narrativo en curso de Juan Manuel de Prada. ... El autor llega hoy al Aula de EL CORREO con 'Cárcel de tinieblas', la segunda entrega, y un nuevo retablo de la vida de los expatriados españoles en la capital francesa durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la ciudad permanencia bajo el control nazi. El agente del régimen franquista conocerá la vida y desventuras de personajes de la talla de Pablo Picasso, María Casares o Victoria Kent. El escritor hablará de este colectivo singular en una charla que comenzará este martes, 6 de mayo, a las 19.00 horas en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa de Vitoria.
– La actualidad nos conduce inevitablemente al Vaticano. ¿Qué opina del legado del Papa Francisco?
– Francisco ha abierto el abanico de inquietudes católicas y eso es muy positivo. Antes estaba muy centrado en la moral sexual y el pontífice ha hecho ver al mundo que los católicos nos interesamos por cuestiones políticas y sociales de muy diversa índole. En el plano negativo se le puede achacar que ha abierto melones en los que no ha hecho nada como el diaconado femenino, los curas casados o la pederastia. En cualquier caso, ha abierto la Iglesia a diversos agentes sociales, a pesar de que no tiene el poder de atracción de otras épocas.
– La segunda entrega de 'Mil ojos tiene la noche' mantiene el escenario múltiple de la primera, la visión coral de la realidad habitual en sus novelas.
– La vida es tumultuosa, no vivimos encerrados en una aguja. La novela coral es la trama que refleja la verdad, nos relacionamos con gente diversa. Quería demostrar ese hormiguero que fue París, y sólo reflejo el 10% del total de esa comunidad de expatriados. Trato de trasmitir esa realidad de una manera que ha sido habitual en la literatura. 'El Quijote' consta de un protagonista y 700 personajes.
– ¿Cómo descubrió ese mundo?
– Ha sido un trabajo de archivos y hemeroteca. Son años turbios de los que sus artífices no hablan o edulcoran. Teníamos la visión de la resistencia cuando lo cierto es que los exiliados colaboraron con Falange, falsificaron cuadros o desarrollaron actividades ilícitas. Quería hablar de esos aspectos descarnados, su vida íntima desde una estética barroca.
– Es una mirada esperpéntica.
– Es una mirada muy española, de gran guiñol, disparatada, como de los espejos cóncavos y convexos de la calle del Gato. Hablamos de la verdad bajo una óptica centrada en lo caricaturesco. En esta novela se retrata con crudeza y humor la intimidad de estos personajes, los hay reconocidos y otros olvidados, raros o malditos, una realidad difícil y llena de penurias. También quería hablar de la realidad asombrosa de la oficina del régimen en el palacete de la Avenida Marceau, el edificio que ha pasado a manos del PNV.
– A pesar de las crecientes dificultades, muestra una escena cultural muy dinámica en el País ocupado por los nazis.
– Es natural, los artistas siempre quieren expresarse y en las situaciones difíciles se entregan con más denuedo a su obra. Además, al poder le interesa utilizar el arte como propaganda. París fue el escaparate cultural del III Reich y se dio orden de que no se les persiguiera. Falange era la encargada de dar una imagen positiva en el exterior y quería captar a los autores. Sánchez va a la entrega de los Goya, pero no al funeral del Papa, porque a la gente le gusta el cine.
– ¿A qué personajes de aquel tiempo reivindicaría?
– A Victoria Kent como figura política olvidada y maltratada. Se enfrentó a Clara Campoamor por el sufragio femenino y ha quedado como opositora cuando lo que quería era que el acceso fuera progresivo porque ellas carecían de formación política y resultaban muy influenciables. También mencionaría a la abuela del escritor Álvaro Pombo, modista y bailarína, de gran atractivo vital, que inauguró una tienda en Marbella decorada por Jean Cocteau, o a José Félix de Lequerica, un excelente diplomático vasco que fue el responsable de que Estados Unidos aceptara a España.
– Por cierto, Pombo, en su discurso del aceptación del Premio Cervantes, ha asegurado que España se ha convertido en un país de influencers y mercachifles. ¿Está de acuerdo?
– La degradación cultural de España es horrenda por culpa de unos gobernantes que utilizan la banalidad como forma de controlar la sociedad mientras que las voces transformadoras se silencian.
– Achaca a los políticos el proceso de degradación.
– Frente a la legítima disensión ideológica se ha recurrido a la demonización, a estigmatizar al otro y arrojarlo al abismo. Así sólo se consigue que la población se fanatice y opte por soluciones irracionales. La inmigración es un tema para abordarlo seriamente. La comunidad tiene el derecho a preservar su identidad, pero si se tiende a una imagen de descontrol se favorecen los populismos. Hay que analizar desde la moderación, pero no decir que no pasa nada y dar alas a los partidarios del odio. Hay que buscar soluciones equitativas.
– ¿Cómo se empobrece una sociedad?
– Hay causas diversas, que la gente lea menos y esté menos en contacto con la vida natural. Mi abuelo sabía designar todas las aves por su nombre y nosotros hablamos de árboles y pájaros. La tecnología nos mete en una cárcel de tinieblas, como el título de mi última novela y creo que la vida artificial que vivimos mata esa riqueza. Asimismo, discriminamos las lenguas maternas frente a las adquiridas por razones utilitarias, cuando las primeras explican lo más íntimo de nosotros mismos, nuestras zozobras, amores y dolores. Necesitamos palabras para nombrar esos sentimientos.
– Ha afirmado que la juventud es la parte más envilecida de la sociedad.
– Toda ingeniería social busca a los jóvenes, son la presa favorita. Son cruciales si se suman a la ola de transformación social, pero si no les dan la posibilidad de revelarse, si no les dan posibilidad de ser críticos, si solo se les proporciona la alfalfa del poder, acaban en manos de los demagogos. Los medios de comunicación deben dar voz a la disidencia seria y que los jóvenes se impliquen y no se echen al monte de los populismos.
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