De las moscas con dientes al mosquito tigre
Hace más de siete años tuve unas arritmias a cuenta de una noticia truculenta que leí en el periódico sobre una alerta sanitaria en Aragón. ... Las autoridades advertían que una mosca mordedora remontaba cada año un nuevo tramo del Ebro, que había llegado a Zaragoza y que acabaría al cabo de los años en la cabecera del río, sin prisa pero sin pausa.
'Simulium erytrocephalum' es el palabro con que se bautizó a este bicho infame que acabará remontando el cauce como un salmón, hasta llegar a tierras vitorianas. Ese día, lo juro, me empadronaré en otras latitudes. Porque si para algo no estoy preparado, es para soportar un ejército de moscas con dientes.
Pues bien, tras una serie de sesiones con el psicoanalista, logré superar al fin las pesadillas en las que aparecía vestido con un traje de mielero, una máscara con rejilla y un matamoscas eléctrico en la mano derecha. Sueños macabros en los que repartía mandobles a diestro y siniestro, como si fuera un remedo de don Quijote de la Llanada, contra un ejército de moscas negras que me acechaban.
Pasado el trauma, no sin un gran esfuerzo, las taquicardias se han reactivado con bríos renovados al leer ahora que, sin mediar invitación alguna, se ha afincado en nuestro 'Territorio Histérico' un nuevo inquilino: el mosquito tigre o 'aedes albopictus'.
Viajó el bicho de dios desde China a Europa hace más de 45 años y acabó llegando a España hace veinte. Hace una década que se instaló en Euskadi y al final –vuela que te vuela, zumba que te zumba, pica que te pica–, ha acabado por arribar a Vitoria. Que mira que son ganas de joder. Que no vendrán turistas, no. Y tenía que llegar este nuevo turismo de biodiversidad.
No creo en las casualidades. Mucho menos si reparamos en que se trata de una estrategia combinada. Por el Zadorra acabarán llegando las moscas con dientes, mientras que los tigres han sido vistos ya por Vitoria, Amurrio, Salvatierra, Legutio, Laguardia, Ribera Baja, Llodio y Valdegovía.
El mosquito tigre parece más noble, porque ataca de día. Al menos da la cara el jodío. Pero emponzoñado, viene a tope el traicionero. Transmite desde el dengue al zika, pasando por la fiebre amarilla, el chikungunya y el virus mayaro. Parece que por el momento no se conocen casos autóctonos, pero todo se andará.
He escuchado a la alcaldesa afirmar que con esto de la huelga de jardineros hemos aprendido alguna lección. Como que reducir el número de siegas propicia la biodiversidad y que darán pasos en este sentido. Y es que estos del CEA acaban comiéndole el tarro a cualquiera. Porque bien está que menudeen por la ciudad nuevas especies animales. Que son criaturas de Dios, al fin y al cabo. Pero digo yo que las ciudades se hicieron para dar cobijo, hogar y calor a los seres humanos principalmente. Y luego, si queremos llenarnos de garrapatas, mosquitos, moscas caníbales y demás pulgas y chinches podemos irnos al monte a darnos un garbeo cuando nos dé la gana.
Recomiendan desde el Gobierno vasco que quitemos el agua de los platos que situamos bajo los tiestos para que no ponga allí los huevos el mosquito tigre. Y yo me pregunto que para qué van a poner los huevos en nuestra terraza teniendo los humedales de Salburua y el riachuelo de Zabalgana o el regato de la Avenida Gasteiz. Que, mirándolo desde la perspectiva del insecto, viene a ser como el Benidorm local. Allí, nuestros nuevos inquilinos se solazarán con hamaca y sombrilla como si estuvieran en el paraíso terrenal.
Y es que, visto lo visto, acabaremos echando de menos los tiempos en que piojos, pulgas y ladillas eran lo más peligroso que podía pillar cualquier urbanita sin pretensiones biodiversas.
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