La denuncia falsa y el culo herido
se non e vero... ·
Se ha montado la de dios es cristo porque un homosexual se presentó en la comisaría para denunciar que unos encapuchados le habían grabado en ... el culo con una navaja la palabra 'maricón' y lo habían hecho por la fuerza. Y al final, tras la apretada de tuercas de la policía, el muchacho ha reconocido la verdad: que se lo inventó todo en un ataque de histeria porque, claro, con las nalgas en aquellas condiciones temía que su novio recién estrenado se mosqueara con el destrozo dejado por anteriores visitantes en salva sea la parte.
Y es que hay amores que dejan una profunda huella. Que se lo digan a quien se tatúa el nombre de su pareja en el pecho, sin saber que en ese mismo instante en que está en el taller del tatuador, debiera dejar sitio para el nombre de un tercero en discordia al que aún no tiene el gusto de conocer.
Y es que parece que a nadie le gusta, sea homo o hetero, que su pareja practique fantasías eróticas a sus espaldas. Salvo que seas obispo de Solsona e independentista, pases de estar poseído por Puigdemont a dejar los hábitos -los malos, los buenos y los de la sotana-, te líes con una escritora de novela erótico-satánica y no pares de fantasear con el rabo del diablo. Y pases de vestir la estola del ritual de exorcismo para liberar feligreses de una posesión maligna, a ponerle a Belcebú una habitación en casa y tatuarte su nombre en el pubis pro nobis.
Pues bien, a tenor de las reacciones histéricas que se han producido a lo largo y ancho del espectro mediático, viene a resultar que la denuncia falsa de la agresión consentida de Malasaña en el cachete del muchacho mendaz, parece invalidar toda crítica razonable y justa contra las agresiones por causa del odio que corren como la pólvora por la piel de toro.
Es un hecho desgraciado e incontestable que se están incrementando los delitos de odio. Y que muchos atribuimos el aumento al hecho de que algunos discursos políticos han envalentonado a violentos durmientes que sesteaban a la sombra de la higuera de la derechita cobarde. Hasta que al fin, faltaría más, alguien con dos cojones y la bandera de Tafalla se ha remangado para denunciar que ya está bien de maricones y de transexuales y de todas, todos y todes. Y que se acabó la democratitis y que es hora ya de poner orden en una España en la que hace tanto que palideció la luz del faro del vigía de occidente.
Cuando escucho a tanto negacionista atrincherándose a cuenta de la denuncia falsa de marras vino a mi memoria el recuerdo de aquel Bartolín que se hizo famoso de la noche a la mañana. Era un concejal del Partido Popular del pueblo de La Carolina que tuvo la singular ocurrencia de fingir un secuestro a manos de la banda terrorista ETA. Denunció el joven cachorro a la Policía su secuestro y su heroica fuga en Irún de manos de los etarras. El pobre Bartolín no imaginaba que una vez en el cuartelillo tendría que explicar cómo había cambiado de andén en la estación de Chamartín. Y cuando le pidieron detalles comenzó a balbucear y a apelar al estrés postraumático y a los nervios del directo. Y que él era un héroe y le trataban como a un delincuente. Y que ¡Viva España!
Al final se le cayó el decorado y el edil popular acabó por derrumbarse y confesar, pasando a ser conocido en el pueblo por «Bartolo, el concejal que se secuestra solo». El tema se enterró rápidamente y aquí paz y después gloria.
Con ínfulas de Superman
Traigo a colación este sucedido porque también entonces hubo mucho cantamañanas que trató de arrimar el ascua de la indecencia a su particular sardina, poniendo en solfa el resto de secuestros de ETA. Como si un imbécil que finge un delito arrumbara con la autenticidad o no del resto de secuestros de la banda terrorista. Como si un Bartolo con ínfulas de Superman volatilizara el dolor y la angustia de Ortega Lara en el zulo. O como si el 'tontolculo' de Malasaña inhabilitara el horror del suicidio de un chaval chantajeado por su condición de homosexual, o hiciera cuestionarse el resto de palizas sufridas bajo la excusa de la condición sexual o la militancia política.
Y me digo que si la existencia de bartolines no puede poner en cuestión el dolor de todas las víctimas de chantaje y secuestros sufridos a manos terroristas, tampoco será de recibo intelectual que la denuncia falsa de un veinteañero culiherido vaya a poner en cuestión el rosario de delitos de odio que van extendiéndose a lo largo y ancho de la geografía española.
En Afganistán están haciendo desaparecer de la faz de la tierra a quienes no guardan los preceptos del Corán, según interpretación de los imanes barbudos. Y hasta no hace tanto, en Irán ahorcaban usando grúas o tiraban de azoteas a cuanto homosexual cazaban y hasta lo podías ver en YouTube. Curiosamente la vida nos enseña que a aquellos que se emplean con más saña en este combate contra las desviaciones de la moral, a los adalides de la moral, les corroe la envidia en su fuero interno. Que se lo pregunten a aquel eurodiputado húngaro, Atila de maricones y desviados y adalid de la regeneración moral magiar, al que pillaron con los calzoncillos en los tobillos en una sauna belga ejerciendo de becario.
A tenor de algunas reacciones histéricas, la denuncia viene a invalidar toda crítica contra las agresiones
Al igual que el cazagays húngaro, en España hay quien no soporta al diferente y postula su reeducación, como hacía el obispo de Solsona. Y cree que esto de la democracia es una jodienda, que una cosa es libertad y otra libertinaje, que decían cuando Franco quienes repartían cera a diestro y siniestro a su antojo y conveniencia. Y el caso es que como no pueden gasearlos, que no está bien visto ni va acorde con estos tiempos de titubeos, al menos pretenden que no salgan a la calle o no se besen o acaricien en el espacio público. Peras con peras, y manzanas con manzanas, ya lo dijo la alcaldesa del café con leche.
A menudo, cuando en Euskadi comentamos estas cosas, pareciera que hablamos de sucedidos que sólo pasan de Pancorbo para abajo. Desgraciadamente no hay más que echar un vistazo a las estadísticas para ver que Álava es la provincia donde se registraron más delitos de odio por cada 100.000 habitantes en 2020, según un informe presentado por el Ministerio del Interior. Y los datos por comunidades muestran que Euskadi encabeza el ranking.
Quizá debiéramos darle una vuelta a la idea de que no podemos permitirnos bajar la guardia ante las vulneraciones de derechos, ni mirar hacia otro lado pensando en que eso no va con nosotros. Y que hay mucho tajo pendiente para construir una sociedad más decente en la que cada cual pueda quererse o desenvolverse sin más límites que el respeto y el consentimiento. O eso creo yo, al menos.
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