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Borja Mallo
Jueves, 1 de mayo 2025, 18:01
El vaciado del combustible gastado del reactor de la central nuclear de Garoña lleva más de un año parado porque Enresa, la empresa encargada del ... desmantelamiento, tenía pendiente de solventar dos problemas: la llegada progresiva de nuevos contenedores para la basura nuclear y la autorización el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) a la ampliación del espacio de almacenaje, que tiene que dar cabida a 49 vasijas con residuos altamente peligrosos y seis más de desechos especiales.
Pues bien, la máxima autoridad nuclear ha dado en las últimas horas el 'ok' a ese ampliación del espacio de máxima seguridad. Un paso indispensable para que en apenas unos meses se pueda reactivar la fase más delicada del proceso de clausura, que estaba previsto inicialmente que acabase en 2027 pero que podría retrasarse por los inconvenientes surgidos en el mismo. Enresa, tal y como avanzó recientemente ELCORREO, quiere que las labores de vaciado se restablezcan «a partir de este verano».
El pleno del CSN ha informado «favorablemente, con condiciones» a la solicitud tramitada por Enresa para acometer la que está considerada como la fase más crítica del desmantelamiento de cualquier central nuclear. Con esa luz verde se procederá a modificar el diseño del denominado Almacén Temporal Individualizado (ATI). Tendrá una mayor capacidad para cubrir así el cien por cien de las necesidades de Garoña en lo que se refiere a la gestión del combustible gastado generado además de aportar los medios que garanticen las revisiones del Estudio de Seguridad y de las Especificaciones Técnicas de Funcionamiento de la instalación asociadas.
Este particular cementerio nuclear, que está ubicado dentro de las propias instalaciones de la central y acabará siendo autónomo para autogestionar posibles incidencias, está formado por dos planchas de hormigón resistente a posibles movimientos sísmicos situadas a la intemperie. Se trata de una estructura de máxima seguridad que dará cabida a los residuos más peligrosos que se depositan dentro de los contenedores especiales –de momento ya hay cinco guardados– hasta 2073. Medio siglo, como poco.
Porque no se moverán de allí hasta que se construya en algún punto de España –aún sin definir– el almacén geológico profundo; la red de galerías subterráneas que deberían ser el destino final de los desechos nucleares de todas las centrales españolas.
El pleno de la máxima autoridad nuclear del Estado también ha apreciado «favorablemente» la revisión del plan de gestión de residuos radiactivos y combustible gastado de dicha central, que se encuentra en fase 1 de desmantelamiento.
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El proceso de desmantelamiento de la planta nuclear genera esos residuos altamente radiactivos que se encuentran en el reactor, pero también hay otro tipo de desechos de baja y media intensidad. Estos son enviados al centro nacional de almacenamiento de El Cabril, en Córdoba.
Desde Garoña, hasta la fecha se ha trasladado periódicamente a ese espacio materia procedente de la etapa de operación de la central nuclear. Y la previsión es que en verano se comience a remitir ya la basura con menor capacidad contaminante surgida de la fase de desmontaje. «Esta planificación puede sufrir alguna variación, pero está planificada para el verano», reconoce la directora del centro, Eva Noguero.
El que hoy es el único almacén definitivo de desechos radiactivos de baja y media actividad se encuentra al 83% de su capacidad, a la espera de completar su ampliación en 2030.El pasado año recibió un total de 2.722,26 metros cúbicos de residuos radiactivos en 295 expediciones.
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