«Creí que me quemaba vivo», dice uno de los mendigos atacados en Vitoria
Una oreja chamuscada y heridas en la cabeza son el 'recuerdo' de la brutal agresión. Acaba de volver a las calles tras «temer que me moría». Pide justicia
Iñaki (Ondarroa, 1959) ha deambulado los últimos doce años por las calles de Vitoria. Aquí aterrizó tras salir del «talego» y hartarse de los comentarios ... en su pueblo. «Iban a mi ama con cuentos», justifica. Iñaki es también uno de los dos indigentes abrasados con un lanzallamas improvisado hace quince días. Su ataque en la calle Rioja quedó grabado por un vecino. Iñaki acaba de recibir el alta médica. Una oreja chamuscada, más varias marcas por la cabeza y el rostro son la muestra externa de aquella pesadilla. Las peores quemaduras fueron internas. Como sus secuelas.
«Estoy estresadísimo. No puedo quitármelo de la cabeza. Sueño con ello. La verdad que apenas duermo. Te viene a la cabeza constantemente», manifiesta. Aquella tarde del día 16 pensó que todo acababa. «Creí que iba quemarme vivo», confiesa con la mirada fija.
Asegura no conocer a sus agresores, delincuentes habituales de 33 y 27 años detenidos a los pocos minutos por policías locales y en prisión preventiva desde entonces. «¿Que por qué lo hicieron?No sé ni quiénes son. Tengo un colega y él les conoce», proclama este vizcaíno. Fuentes de Aguirrelanda ponen en duda esta versión. Sospechan que se trató de un ajuste de cuentas.
«Sentí un calor tremendo»
Aquella tarde, Iñaki venía del comedor social de Desamparados. «Como tenía un euro, me compré una keler. Me la tomé, me senté en un rellano y me adormilé», rebobina. «Estaba grogui y, de pronto, sentí un calor tremendo».
Eran sus dos agresores. «No les vi venir, tampoco me dijeron nada». Uno intentó sin éxito hacer llama con un mechero y un spray. Como no atinó le relevó su compañero. Durante un par de segundos, la cara de Iñaki fue una llamarada. «Me desnudé para no quemarme entero, me quedé en gayumbos», explica mientras exhibe sus dedos llagados. «Ardí como en las películas».
Le duele que «no me ayudó nadie». Al poco perdió el conocimiento. Debido a sus quemaduras internas le intubaron. «Me desperté al cuarto día en el hospital. Vinieron familiares de Ondarroa y ni me enteré». Iñaki tenía «la garganta quemada, no podía hablar, ahora noto que tengo la voz ronca». Rodeado de tubos, sin posibilidad de comunicarse, «temí que me moría». El día que dejó el hospital «salí peor que borracho. No podía ni andar ni respirar. También he perdido vista».
El otro 'sin techo' acabó en la unidad de grandes quemados de Cruces. Cuando mejoró, le derivaron a Txagorritxu. Hace poco «se escapó». Ayer este periódico le localizó en un barrio céntrico de Vitoria. «Lo que pasó, pasó», fue lo único que quiso comentar a este periódico.
Iñaki, por su parte, se vanagloria de ser «el marinero más joven del Cantábrico» al embarcar con quince años. Luego, su vida se torció. En Vitoria halló a un ángel de la guarda llamado Satur García. «Me acoge en Puente Alto cuando lo necesito».
Ahora reside en el albergue municipal. «Pero de ocho de la mañana a nueve de la noche estoy en la puta calle». Le gustaría recibir alguna ayuda para pagarme «una habitación» y a los jueces les reclama que «hagan justicia para que no vuelva a pasar una salvajada así».
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