Construir, no reconstruir
Estaba presente en muchas de nuestras conversaciones en aquellas comidas, cenas entre amigos o en las sobremesas de los encuentros familiares. «Esto tiene que cambiar» ... era uno de los 'hits' de la conversación. Quien se atreviera con tal argumento o bien soñaba, o bien pasaba por una situación complicada en lo personal o profesional, o bien quería lanzar la caña del debate al mar de las opiniones a ver si alguien atrapaba el cebo del 'las cosas tienen que cambiar'.
Y resulta que son 'esas cosas' que sonaban a indeterminadas, indefinidas, vagas y cuando menos inútiles, las que nos están empujando al cambio inmediato a fuerza de obligación, introduciendo un nuevo imperativo que se incorpora definitivamente en nuestro diccionario social: confinamiento, que suena más rotunda que confinados.
Más de tres semanas tras las que hemos pasado por diversos estadios, el de la sorpresa y el chiste, el de la preocupación de si estarán todos bien, el de la sensibilización, la costumbre, cierta calma con desasosiego. Quien más quien menos hemos recorrido este tránsito a la espera de llegar a la meta final, aunque no queda del todo claro si habrá final o si nos llegamos a una meta volante más. Mirar al pasado ya no sirve salvo para aprender a no caer en el mismo error, seguir en la carrera es lo que nos toca y tratar de vislumbrar un probable futuro es lo que nos atormenta a medida que pasan los días. ¿Qué pasará? Añoramos la importancia de esas pequeñas cosas que nos han birlado de nuestras manos.
Ese roce, ese abrazo, el beso, el apretón de manos o la simple palmada en la espalda. Ahora salimos a la calle y miramos, sin quererlo, a quien pasa cerca nuestro con presunta sospecha. Justo levantar la cabeza, epa, y seguimos con un 'todos bien'. Me pregunto dónde quedará el 'aquí no cabe ni un alfiler', cuando salgamos a las noches, a disfrutar del sol de mediodía o a ver un espectáculo de aquello que se llamó de masas. Seguirán existiendo las manifestaciones culturales, los eventos, las visitas guiadas, los museos y los conciertos pero se tendrán que adaptar a una nueva realidad que será más distante en el espacio que tendremos que suplirlo con más cercanía emocional. Aprenderemos a expresar mejor nuestros sentimientos, al menos, deberíamos hacerlo de otra manera y así acortaríamos esas distancias que nosotros mismos nos auto impondremos. Dónde quedarán los viajes en low cost, los findes de cuadrilla. Cómo nos acercaremos sin acercarnos.
Ego social
La supuesta individualidad actual, el auge del 'ego social', que fomentó el selfie, el postureo, el fenómeno influencers y aquellos púlpitos de lo individual hacia lo social perderá su efectismo. Todos hemos sido apuntados como objetivo de esta extraña vivencia. Nadie se libra, no hay distinción de género, raza, condición económica u otras. Aprenderemos a valorar a la otra persona, sea quien sea, trabaje donde trabaje. Aquellos empleos que degradamos porque no llevaban la M del máster o los perfiles altos de la capacitación de los idiomas son hoy tan importantes para la sociedad como tus conocimientos expertos. Las empresas están formadas por personas, con su responsabilidad individual y colectiva y no solo por cuentas de resultados que en menos de una semana se tornan de un color rojo que no cuadra. Gente dispuesta a renunciar para que su compañera pueda fichar al día siguiente. Beneficios que se transforman en colaboraciones activas con la sociedad, redefiniendo por fin eso que se llamó responsabilidad social corporativa.
La tecnología pasa de su estadio del ocio y el divertimento para conectarnos entre nosotros, allá donde estemos, para convertirse en una herramienta imprescindible ya mismo para trabajar en casa, para convertir la productividad en algo más llevadero y no en una losa que viene de arriba. Tecnología que te ha de exigir que aprendas mientras haces, porque a veces no sabes lo que has de hacer y debes solucionar tu próximo reto. El trabajo profesional y la educación no va de quién tiene la tecnología más avanzada sino de cómo utilizarla el 100% del tiempo, y no solo los alumnos sino el colectivo educativo al completo.
La ciencia, la investigación y la innovación como espacios reales de beneficio social, no como búnkers separados y burbujas ajenas al día a día, con recursos de verdad y no con esa distorsión de la realidad de gastar en ocurrencias -total para qué- y que en cambio pueden ayudarnos a responder más rápidamente ante cualquier circunstancia que llegué porque estaba ya supuesto. Pensar en el mañana para hoy.
Me queda claro que lo que llegue no empleará la palabra reconstruir, ni reiniciar. Salvo las dolorosas desgracias personales que conocemos, no volveremos al punto de partida. No. Es una nueva etapa. Es empezar un documento en blanco y comenzar a escribir sobre él. La diferencia estará en que al hacerlo pondremos en valor aquello que ignoramos por dejadez y que tanto echamos en falta. Esos valores humanos como la franqueza, el cariño y el aprecio, la comunicación sincera, la constante creatividad para resolver situaciones y sobre todo la necesidad de que lo que hagamos a partir de ahora va más allá de mi única recompensa individual y personal: tenemos un compromiso por el beneficio de los nuestros, el beneficio social y el beneficio del planeta que algo ha dicho también sobre esto.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión