«La Cofradía ha dejado de ser solo religiosa para ser vitoriana»
Cristina Fructuoso, Premio Landázuri ·
Ha sido galardonada por su compromiso en la difusión de la cultura alavesa con proyectos como la creación del Museo de los FarolesSin buscarlo, Cristina Fructuoso ha roto en su vida varios techos de cristal. Se abrió paso en la radio cuando era un mundo de hombres ... y después fue elegida primera abadesa de la Cofradía de la Virgen Blanca, donde ha pasado a la historia de la institución como la líder que capitaneó la creación del Museo de los Faroles. Y, a sus 92 años, recibe el premio Landázuri por su contribución a la difusión de la cultura alavesa.
– ¿Qué supone para usted este premio?
– Ha sido una sorpresa muy bonita. Me ha hecho mucha ilusión. Me he dado cuenta de que, aunque pase el tiempo, hay entidades que se acuerdan de los buenos hechos de algunas personas y, en este caso, creo que he sido yo la afortunada (ríe).
– Fue la primera abadesa de la Cofradía de la Virgen Blanca. ¿Se considera una pionera?
– No creo. Sí es cierto que he roto algunos cánones al haber sido la primera abadesa. De hecho, ya tuve mis más y mis menos. Había quien decía: '¿Qué va a hacer una mujer aquí?'. Pero ahí estaba yo dispuesta a hacer cosas y dejar algo muy importante: un Rosario de Faroles precioso e importante a escala nacional e internacional, que se mantiene, sale a la calle y también se puede visitar. Todo gracias a Luis López de Armentia, que fue capaz de convertir lo que era un almacén en un museo. Vitoria puede agradecer y sentirse satisfecha de tener un sitio tan valioso.
– ¿Sigue pasándose por allí?
– Sí, claro. Allí tengo a un grupo de amigos y tengo una cierta categoría al haber sido abadesa. El sentido de responsabilidad nunca se debe perder. Hay reuniones a las que debo asistir. Además, es un sitio en el me he llevado muchas satisfacciones. Allí por ejemplo me llamó la Diputación para que fuera pregonera en fiestas de San Prudencio. Y luego siempre colaboro de algún modo. Lo único es que ya no voy a los oficios religiosos porque son en San Miguel y las escaleras ya van costando.
– ¿Y cree que el museo es cada vez más conocido?
– Indudablemente. Es un museo más dentro de la ruta habitual de museos en Vitoria. Uno más, pero con una categoría importante.
– Pocos saben lo que costó hacerlo realidad...
– No fue nada fácil. Entre otras cosas porque los ingresos eran poquísimos. Necesitábamos una ayuda muy importante y de no ser por la Diputación no hubiéramos salido adelante y hoy no sería lo que es: un museo muy visitado, único y sorpresivo para mucha gente.
– En ese proceso, ¿pensó en algún momento en tirar la toalla?
– Para nada. Ten en cuenta que no era un proyecto en solitario. Había mucha gente detrás. Una podía ser pesimista, pero siempre había alguien que tiraba del carro. El espíritu de los demás me hacía revivir y salir en esos momentos de angustia.
– ¿Y salió todo lo bien que le hubiera gustado?
– Hombre, es cierto que el museo solo abre de normal por las mañanas. Pero al mismo tiempo todos saben que fuera de ese horario se puede llamar y siempre habrá alguien dispuesto a abrir y enseñarlo si hace falta. Seríamos felices de que pudiera estar más tiempo abierto, pero no hay que olvidar que todo el servicio es gratuito y lo prestan personas entregadas a la Cofradía de forma absolutamente altruista.
– Después de abrir el museo dejó el cargo. ¿Piensa que se lo dejó fácil a su sucesor?
– Yo creo que sí. Pero, en cualquier caso Ricardo (Sáez de Heredia) lleva 22 años y en ese tiempo él ya ha hecho al final mucho más que yo. Sí que es verdad que yo, con motivo de mi trabajo como locutora, logré que la Cofradía a tuviera una relación más fluida con medios y autoridades. Pero ellos han sabido seguir esa estela y todo ha ido bien gracias a ese interés e ímpetu de un equipo más joven que el que tuve.
– Precisamente, de la juventud depende el futuro de la Cofradía. ¿Le preocupa la falta de relevo?
– Bueno, la falta de fe y participación es algo generalizado en muchas otras instituciones, pero la Cofradía tiene la ventaja de tener a la patrona de Vitoria. Ella es capaz de aunar el aspecto religioso y el social. Solo hay que ver cómo se engrandece cualquier acto en fiestas cuando está ella. Aunque no lo veas, ahí también hay fe, la de los miles de vitorianos que acuden al Rosario de la Aurora, la ofrenda floral o la Procesión de los Faroles. No creen, pero van porque la quieren y la sienten suya. Eso por sí solo ya significa mucho. Y la Cofradía, en el mismo sentido, ha dejado de ser solo religiosa para ser vitoriana.
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