

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Todas las publicaciones que recogen los acontecimientos de la Guerra Civil (1936-1939) en Vitoria destacan la transformación en prisión del convento de los Carmelitas ... de la calle Manuel Iradier, que había sido inaugurado en el año 1900. De las distintas fuentes en las que se basan los historiadores hemos seleccionado el libro 'El Carmen. Cien años en Vitoria: 1900-2000', escrito por el padre Domingo Fernández de Mendiola que permite conocer una visión desde la perspectiva de los propios religiosos que sufrieron también aquella ocupación.
Durante todo el año 1936, los diarios del convento recogen la preocupación por la situación política y el ambiente explosivo en el que ha entrado España. «No llegaremos a terminar normalmente el trienio», se lee en los textos que recogían el día a día. Sin embargo, la rutina escolar estaba bien engrasada y programada. El 22 de julio los que habían terminado Filosofía en Vitoria pasarían al seminario de Bilbao para seguir con la Teología; y el 18 de agosto estaba previsto que vinieran a Vitoria los que habían terminado primero de Filosofía en Pamplona. Nada de aquello se cumplió por los sucesos de julio de 1936.
Como tantas otras comunidades religiosas, los Carmelitas descalzos pagaron un alto precio en sangre durante el conflicto. Casi un centenar de frailes fueron asesinados en los primeros meses de la guerra por la barbarie anticlerical de la zona republicana. Entre los fusilados se encontraba Epifanio Echevarría, de la comunidad de Madrid, pero hermano del superior de Vitoria, Amalio Echevarría.
En el monasterio de la calle Manuel Iradier se contaban 28 estudiantes de Filosofía y Teología. Ante el temor a las represalias cuando llegó la II República algunos estudiantes fueron derivados a países de Misión como la India. Hay que recordar que en el propio Seminario diocesano de Vitoria, algunos sacerdotes como Barandiarán se armaron ante la previsión de verse asaltados por elementos incontrolados ya en 1931 con el advenimiento de la República. Pero ese temor siempre estuvo presente.
Pero también fusilaba el bando rebelde o más próximo a la Iglesia. Al convento llegaron noticias de que otros 5 religiosos habían sido asesinados por los requetés. La defensa de Dios, Patria y Rey también requería el sacrificio de religiosos de tendencia izquierdista o nacionalista. 74 clérigos fueron ejecutados en la Diócesis de Vitoria durante la Guerra Civil, uno de los porcentajes más bajos. Se calcula en 7.000 los eclesiásticos asesinados en la península ibérica en aquellos años. Otras fuentes lo elevan a 10.000.
Veinte de los estudiantes fueron movilizados como camilleros y sanitarios, concretamente en las escuelas Samaniego, transformadas en hospital de sangre. Cuando volvían a dormir tenían que ocupar como celda cualquier rincón de la casa. En 1941, por ejemplo, un huracán derrumbó la parte alta de la espadaña de la iglesia conventual cayendo sobre el antecoro donde estaban durmiendo cuatro hermanos que se salvaron de milagro de la muerte.
Otros 13 novicios y neoprofesos sirvieron en los frentes de guerra y otros 53 fueron sanitarios, camilleros u oficinistas del Ejército de Franco. Uno de ellos, Santiago Guerricaechebarría murió en el frente de Córdoba en enero de 1939.
Pero sin duda una de las consecuencias más desastrosas de la Guerra Civil en el convento vitoriano del Carmelo fue su transformación en asilo de refugiados y prisión más allá de los años de la contienda. El período se extendió durante seis años, hasta 1942.
El 5 de septiembre de 1936, apenas 18 días después del golpe militar, agentes de la Guardia de Asalto de Vitoria, registraron el convento y requisaron una parte del edificio que debió ser limpiado y adaptado al nuevo destino. Tres días después llegan los primeros 14 detenidos y 5 falangistas para su vigilancia. Posteriormente llegaron otros 25. Son alojados en el segundo piso del convento y la comida es traída por los familiares de los prisioneros. Pueden oír misa y son atendidos por el estudiante enfermero del colegio. Como los falangistas reciben el rancho de los militares de la guarnición se crean problemas en la única cocina y en la única entrada al edificio. La situación se prolonga hasta 5 meses.
Dos de aquellos primeros detenidos, el alcalde de Vitoria, Teodoro González de Zárate, y el nacionalista del PNV, José Luis Abaitua, fueron asesinados en la saca del 31 de marzo de 1937 en Azazeta.
La segunda etapa de la cárcel del Carmen comienza con la ofensiva de las tropas de Mola en abril de 1937. A medida que los ejércitos rebeldes avanzan sobre Vizcaya comienzan a llegar decenas de detenidos. En un primer momento son 150 a los que hay que dar comida, colchones y mantas.
Las nuevas autoridades proponen la idea de utilizar todo el convento como prisión y que los religiosos se hospeden en casas de particulares. El 12 de abril de 1937 llegan 652 presos. La situación es verdaderamente insostenible. En cada celda individual en la que vivía un carmelita se llegan a meter 12, 14 y hasta 16 detenidos.
Los religiosos convencen a las autoridades franquistas de que no es conveniente que ellos abandonen el convento y permanecen en una parte del edificio. No obstante, hubo que hacer muchas obras para adaptarse a la nueva situación. Se colocaron rejas en las ventanas y se adecuó una enfermería. El oratorio se convirtió en un amplio dormitorio más.
Los presos apenas tenían una hora de paseo al día. Usaban la huerta y la azotea. Se crearon dos espacios completamente estancos. Los presos no tenían comunicación directa con los religiosos, aunque el contacto se produjo por varias vías. La esperanza de que al acabar la guerra también terminaría aquella pesadilla se esfumó pronto.
Los frailes, por ejemplo, atendían espiritualmente a los presos. Y se llegó a organizar hasta un coro de presos. Unos 200 confesaban y comulgaban en la iglesia que se cerraba al público durante ese tiempo.
El 22 de julio de 1939 durante la noche se evadieron 5 italianos. Abrieron un boquete en el piso de los camarotes y se bajaron con una cuerda.
Uno de los aspectos más desconocidos de este episodio fue la llegada periódica al convento de sacerdotes y religiosos detenidos que solían quedar bajo la responsabilidad del prior, el padre Amalio.
El primero fue un sacerdote navarro, llamado Santiago Lucus Aramendia. Era un cura afín a los socialistas que llegó a la abadía a finales de julio de 1936. En septiembre un grupo de requetés navarros venidos expresamente de Pamplona entraron en el convento con una orden de traslado a Pamplona para ponerlo a disposición del Gobernador Civil. No llegaron a la capital navarra. En Undiano fue asesinado junto al concejal socialista García Enciso, que también había huido a Vitoria pensando que era una zona más segura.
Entre el 17 y el 22 de mayo de 1937 llegaron 4 carmelitas y luego otros 3. Gracias a la actitud de los frailes se mezclaron con la comunidad en vez de ir a las celdas de los demás prisioneros.
Un artículo en el Diario Vasco los denunciaba como nacionalistas. Provenían del convento de Larrea, en Vizcaya. Todos ellos fueron acusados de 'auxilio a la rebelión', a pesar de las protestas. Finalmente fueron llevados a la cárcel eclesiástica de los Hermanos de la Instrucción Cristiana, en el balneario de Nanclares de la Oca. Afortunadamente fueron liberados en octubre de 1940. La comunidad recordaba con posterioridad que los religiosos presos fueron acogidos incondicionalmente y recibieron confianza devuelta por ellos sin ningún rencor «con hidalguía espiritual».
El 19 de septiembre de 1942 las autoridades franquistas devolvieron la parte del edificio requisada que había servido de prisión durante 6 años.
Se recordaron después pequeñas anécdotas de aquel período, como cuando los vigilantes de los prisioneros se adelantaban a recoger el fruto de los perales de la huerta cuando no estaban los frailes. También que desde el púlpito de la iglesia se animaba a los fieles a donar dinero o ropa para los prisioneros.
Los últimos detenidos fueron evacuados a la Prisión Provincial de La Paz. La comunidad tuvo que hacer frente a las reformas para devolver al edificio la función por la que se levantó de colegio y convento. No se recibió ni un solo duro de la Dirección de Prisiones para devolver las cosas a su ser.
Los carmelitas sí recibieron después el reconocimiento agradecido de los que habían estado detenidos. Fue el caso del ex alcalde de Vitoria, Tomás Alfaro, que dijo que «siempre había tenido comprensión y ayuda de los religiosos carmelitas».
El convento del Carmen es un lugar de Memoria, como destaca la placa que lo recuerda en la plaza de acceso, inaugurada siendo alcalde Gorka Urtaran en marzo de 2018. Allí está también la escultura que recuerda al poeta Estepan Urkiaga 'Lauaxeta'. Otro de los personajes que estuvo detenido y luego asesinado fue José Placer Martínez de Lecea.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Detenida la influencer Marta Hermoso por un robo millonario en un hotel de Madrid
El Norte de Castilla
La NASA premia a una cántabra por su espectacular fotografía de la Luna
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.