El calor achica la jornada laboral en Álava
Las altas temperaturas condicionan las labores en el campo y la construcción. En las horas centrales del día, «es imposible estar fuera»
Ania Ibáñez
Lunes, 30 de junio 2025, 21:03
El mediodía de este lunes, las calles de los pueblos de Rioja Alavesa y el sur del territorio estaban desiertas. Había que buscar en las ... sombras, soportales o fuentes para encontrar vida humana. Y no en pocos casos se trataba de visitantes llegados por la fama de la muralla de Laguardia o las viñas del entorno de Labastida. Los residentes, llamémosles oriundos, ya saben lo qeu hay y preferían el fresco de sus casas, muchas de ellas de piedra o ladrillo que protegen bien de las altas temperaturas. Aquellos que no tenían más remedio que trabajar se vieron favorecidos –algo es algo– por una leve reducción de jornada que les permitió hacer frente de mejor manera al sol caído a plomo.
Samaniego, 14.00 horas. Los hermanos Javier y Germán, de la contructora Majuelo, están a punto de acabar su jornada laboral, ahora reducida de las 7.00 horas –a 24 grados– hasta las 14.30 –con el termómetro cerca de los 37–. «En esta época tiene que hacer calor, pero ya pega ya». Germán recuerda rigores más calurosos en sus 40 años en la construcción. «Bueno, hoy no se está ni tan mal en comparación con otros años. El verano de 2022 fue un calor sin tregua, pero es cierto que últimamente son muchos días de temperaturas altas». Para aguantarlo, él y su hermano siguen un protocolo con sus trucos. «Lo importante es taparse la cabeza y beber mucha agua», explicaba Javier, señalando una botella que mantenían a la sombra. «De vez en cuando tenemos la manguera ahí y nos vamos refrescando».
«Lo importante es taparse la cabeza con un sombrero de paja y beber mucha agua»
¿Lo imprescindible? El sombrero de paja. «Esto es lo mejor que hay», explica Javier. «Así estás a la sombra siempre». Podían utilizar este elemento de protección y no un casco porque estaban preparando el material para encofrar una piscina municipal que «por desgracia este año todavía no abrirá, aunque vendría bien», bromeaba Germán.
Cerca de allí la estampa era completamente distinta. Tendidos en la hierba, a la sombra, descansa un grupo de temporeros. «Nos ha dejado el coche tirados y estamos esperando a que nos traigan gasoil», señala una de las trabajadoras. Sus responsables también aplicaron un cambio a su jornada laboral. «Ahora empezamos antes, a las seis y acabamos a las 13.30. Después es imposible estar en el campo».
Este no es el caso de Sergio, panadero de Moreda, donde el domingo se registraron las temperaturas nocturnas más altas. Para él su horario sigue siendo el mismo, saliendo con su furgoneta a las cuatro de la mañana. «Estos días cuando cojo el coche el termómetro ya me marca 23 grados», explica mientras disfruta de un buen mosto frío junto a Ángela, que está embarazada y lo pasa mal por las noches con el calor, «Hay que dormir con todo cerrado a cal y canto, pegada al ventilador».

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Para Puy, también de Moreda, la ola de calor sólo le había supuesto un cambio: trabajar con la puerta abierta. Limpiadora de casas, esta vecina del pueblo tenía que «completar la jornada laboral sí o sí». «Normalmente hace más fresco porque se levanta el viento norte, pero estos días es todo sur y ya se ha metido en las casas. Es terrible».
En Páganos, segundo pueblo de la Rioja Alavesa con más grados en el termómetro la noche del domingo, la estampa era desoladora. Al mediodía, con 37,4º pegando fuerte sobre sus calles, no se veía un alma por el pueblo. La única excepción era Sandra, que se había acercado a la casa de su padre desde Laguardia para sacar a pasear a su perrito Zuri y refrescarlo un poco, «Como es viejito hay que cuidarle bien. Le mojo entero para que no se ponga malo con el calor», ilustra manguera en mano. Las gallinas también aprovechan el agua. «Se tumban en la tierra húmeda para refrescarse, las pobres lo están pasando mal».
En el centro de Laguardia había algo más de movimiento con algún visitante, pero las piscinas estaban vacías. «Ayer fueron las fiestas, así que la gente bebió y ahora están durmiendo», comenta con sorna una vecina. El alcalde, Daniel García, indica que además de advertir a los vecinos sobre medidas personales para combatir el calor «también tenemos la fuente de la plaza de los Maestros encendida hasta las 23.30. Pero es cierto que el calor aprieta bastante. Hasta la noche la gente no se animará a salir. Ahora no se puede».
«El calor se soporta mejor en las casas de los pueblos que en la ciudad»
A la fresca. Cuando achicharra el de arriba, las gentes del campo tienden a refugiarse en el interior de sus casas de piedra u otros materiales resistentes al fuego exterior. Bajan las persianas, cierran las ventanas y a la sombra se quedan con el auxilio del botijo para refrescarse a la espera de que pasen las horas y acabe por soplar el norte al anochecer. De esta práctica centenaria saben la tira en los pueblos de Álava, vecinos acostumbrados a vadear con las inclemencias meteorológicas del Calendario Zaragozano.
En Zambrana, por ejemplo, donde los últimos días el termómetro se ha disparado hasta casi los 38 grados, marcando temperaturas récord en esta primera ola de calor sofocante que debe de ser consecuencia del cambio climático, dicen los entendidos. «La gente se queda en casa, no sale. El calor se soporta mejor en las casas de los pueblos que en la ciudad. Lo vamos pasando», relata estoica la alcaldesa del municipio, Trinidad Zarza. La mujer cuenta que el domingo tuvieron la visita de las cámaras de televisión de EiTB, que estuvieron en las piscinas municipales retratando al personal en traje de baño y también dentro del agua. «Tuvimos muchísima gente en las instalaciones», agradece la primera edil.
Con 37-38 grados entre las callejuelas del pueblo y 29 en casa, relata la alcaldesa, «los vecinos o salen a las ocho de la mañana o lo dejan ya para después de las diez de la noche, cuando refresca», añade en su comentario. En Zambrana son previsores, seguramente por la experiencia de muchas jornadas de sofoco como las de estos días. En el bar de las piscinas, donde se aglomeran los habitantes, y en el gimnasio se han instalado dos sistemas de aerotermia subvencionados por el Gobierno vasco. «Nos tenemos que ir preparando para más olas de calor. Hay que adecuarse a la nueva climatología», aconseja Trinidad, sin ser mujer del tiempo.
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