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Lunes festivo, una temperatura excepcional, muchas nóminas recién abonadas... Era difícil pensar en una ocasión mejor para la hostelería alavesa, pero lo que se prometía ... como un San Prudencio excelente para hacer caja en bares y restaurantes de toda la ciudad se ha convertido en una pesadilla. El apagón tornó las reservas para comer en mesas vacías, las raciones de fritos en pintxos fríos y dejó para otro día cientos de cafés, cervezas o vermús de tirador.
A primera hora de la tarde, bares y restaurantes ya echaban cuentas de las pérdidas. Así lo han reflejado los responsables de distintos establecimientos del centro de Vitoria en conversación con este periódico. En restaurantes como el histórico Virgen Blanca, en la plaza homónima, apenas unas pocas mesas de comensales tardíos llenaban el local tras una tarde aciaga. «Mucha gente se ha marchado del primer turno de comidas», relata Mireia Bolaños, encargada del mesón.
Según esta hostelera, «ha habido gente que se ha mosqueado» con la situación e incluso ha exigido ser atendida pese a que no era posible materialmente. «Se ve que no ven las noticias». Habitualmente en este local pueden dar de comer a «un centenar de personas», lo que multiplicado por los precios de los menús genera miles de euros en pérdidas. Lo que se prometía como una buena tarde se ha ido al traste por la falta de electricidad. «Encima alguna impresora no funciona», explica justo cuando un cliente habitual entra y una compañera le explica que la cafetera aún no está a temperatura para poder servir cafés.
Esa situación, la imposibilidad de dar cafés, es la que experimenta el So Wood, otro de los locales con más ambiente de la calle Postas. Durante el apagón, relata Alberto Linares, «sólo hemos podido atender en terraza». «Dentro apenas había luz, teníamos que apañarnos con el flash de los móviles, así que hemos dejado de atender». Para poder hacer frente a los pagos, no había más remedio que cobrar en efectivo porque los datáfonos no funcionaban. Eso ha ido reduciendo el tránsito de clientes y en el bar lo tenían claro: «Una hora más sin luz y cerrábamos». Por suerte, volvió la energía.
En La Unión, aparte de los datáfonos, había dos grandes problemas. Uno era «que hemos tenido que fregar a mano», lo que hace todo mucho más laborioso en un bar. El segundo inconveniente es que «en cocina no se podía hacer nada». Por suerte, ya había pintxos preparados. «Si nos llega a pasar a las 10.00 horas, la 'putada' es mucho mayor», asegura Gorka González mientras sirve un pintxo de tortilla.
El Deportivo Alavés pudo servir la especialidad de la casa, aunque con lo que había ya hecho. No se podía calentar la tortilla sin electricidad, de modo que quien la pidiese no tenía más remedio que conformarse con la temperatura que tuviese. Y ni rastro de los calamares o las croquetas que suelen aliñar el poteo de un festivo. «Esto nos ha hecho perder mucho», confiesa José Ignacio Fernández, que afirma que todavía no ha comprobado el estado del género.
En el Arkupe, otro de los restaurantes con solera de la ciudad, todo se encomienda a que los congeladores hayan aguantado. Al otro lado de la barra, con un comedor lejos del lleno total, Andree Verástegui hace una regla muy simple: «Aquí las pérdidas se multiplican por dos».
Por un lado está lo no servido. En el caso concreto del Arkupe, todas las reservas que no se han atendido en un establecimiento, con un ticket medio que puede alcanzar los 35 ó 40 euros, «no hemos servido ni la mitad del primer turno» en un local que a pleno rendimiento en un día como hoy puede dar servicio a unos 110 comensales. Por otra parte está lo que no se gasta: el género, pero también las horas de muchas personas que no han trabajado y no han podido ganarse el extra que genera un día como hoy. En esa misma calle, en Mateo Moraza, otros clásicos de la hostelería alavesa, como el Carajo o la Kobatxa, directamente ni han abierto sus puertas.
¿El resultado del apagón? El que contempla a Emiliano García en el Círculo Vitoriano: una barra de pintxos sin consumir cerca de las 16.30 horas. «No hemos perdido muchas reservas porque había pocas, pero habrá género que se eche a perder, hemos dejado de servir el vermú... Hemos perdido el ritmo del día».
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