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160 kilómetros separan a Blanca de su hijo Aquiles. Este adolescente de 15 años permanece interno desde hace tres en la Fundación Obra San Martín ... de Santander. Allí ha encontrado la atención apropiada para tratar el 85% de discapacidad que arrastra por una encefalitis (inflamación del cerebro) causada por un herpes. Aunque tenga que conducir dos horas cada vez que necesita visitarle, ella se muestra feliz porque han logrado controlar sus trastornos de comportamiento, una excesiva movilidad y unos episodios de epilepsia que incluso le obligan a portar un casco de rugby cuando sale de paseo.
Ni en Álava ni en el resto de Euskadi existe una residencia para mantener internos a menores de edad con discapacidad severa. Una carencia que reconoce la Diputación a EL CORREO. Hay un sistema de intervención de atención temprana y aulas estables en los colegios, pero no se dispone de un servicio 24 horas como puede ser el centro Etxebidea para mayores de 18 años. Blanca renunció a su carrera -estudió Filología Hispánica- para dedicarse a él durante más de una década hasta que el inconsciente comportamiento de Aquiles hizo imposible que continuase en casa.
«Era un niño que con dos años andaba y empezaba a hablar, y por una infección pierde todo esto. Es un drama para toda la familia. Nosotros nos acabamos divorciando y su hermana, que es quince meses más pequeña que él, ha tenido que ver cómo la evolución de Aquiles se vio cortada de cuajo. Es muy duro», explica Blanca.
Se topó con la puerta cerrada de las instituciones y sin una asociación 'ad hoc' para casos infantiles de daño cerebral adquirido. Una situación en la que, de repente, se hizo la luz cuando le hablaron sobre este centro de Cantabria que proporciona atención especializada de forma ininterrumpida a través de cuidadoras, técnicos de integración social, terapeutas ocupacionales, psicólogos, trabajadores sociales, logopedas y fisioterapeutas. Una situación que le viene como anillo al dedo a Aquiles. «Ha mejorado un montón y estoy súper contenta. Aquí no hay nada del estilo y no quiero que lo traigan aquí hasta que no haya algo adecuado», afirma. Un gasto económico en esta entidad social privada sin ánimo de lucro que, eso sí, cubre en gran medida la Diputación.
Pero lo cuenta con un nudo en la garganta, ya que Aquiles vive los 365 días del año en Santander y ella sólo puede verle cuando se lo permite su actual trabajo en el sector de la hostelería. No tiene la posibilidad de traerle a Vitoria, pues el piso del barrio de Coronación donde ahora reside -«es una casa que me ha prestado mi tía, que ahora vive fuera de Euskadi», explica- no cumple con las condiciones básicas de accesibilidad para su hijo. Este risueño joven de cabello ensortijado puede caminar, aunque carezca de movilidad en la parte derecha de su cuerpo, pero necesita una silla de contención para mantenerle quieto y controlarle a la hora de comer y otras tareas básicas de su vida cotidiana. «No tengo 'cota cero', la silla no entra en el ascensor, las puertas son demasiado estrechas y apenas tenemos cincuenta metros, donde ahora vivo con mis otros dos hijos», expone Blanca poco después de acabar su jornada laboral.
Ella lleva «años» apuntada al Servicio Vasco de Vivienda-Etxebide y no ha una obtenido una respuesta satisfactoria. «He escrito a la Alcaldía, a la Diputación y al consejero de Vivienda, que me respondió que sentía mucho mi situación, pero que tenía que esperar como todos los demás», explica Blanca, consciente de que hasta que no tenga una vivienda preparada no podrá traer Aquiles, aunque sea de visita al resto de la familia. «No estoy reclamando una casa adaptada, sino que tenga unas puertas normales por las que pueda pasar la silla de ruedas», plantea.
Blanca se muestra ciertamente cansada de que ninguna institución le escuche. Mientras tanto, cualquier detalle es importante para ella. «¿Me podéis mandar alguna foto? Casi no tengo porque no se deja. No para quieto».
El caso de Aquiles no es el único que ha evidenciado las carencias y debilidades de los servicios sociales de Álava. Según la documentación aportada a las Juntas Generales, en los últimos años se ha tenido que derivar a personas con discapacidad y trastornos de la conducta fuera del territorio histórico por la inexistencia de un recurso adecuado para ellos.
Últimamente se ha tenido que trasladar a gente al Hogar Don Orione (Pozuelo de Alarcón, Comunidad de Madrid) porque allí cuentan con una unidad especializada en trastornos graves de conducta. También se ha elegido el centro asistencial San Juan de Dios (Palencia) por ser un equipamiento sociosanitario con un apoyo psiquiátrico para comportamientos antisociales, violentos o perturbadores.
El Hospital Aita Menni, en Mondragón, ha acogido a alaveses por disponer de una unidad especializada en trastornos graves de conducta. Se ha optado por Mentalia Pamplona, a su vez, por ser un centro sociosanitario con apoyo psiquiátrico.
Todos son cubiertos económicamente en gran medida por la Diputación alavesa.
En el caso de Aquiles, una de las cuestiones más importantes es que se trata de un menor de edad. Tampoco es la primera vez que sucede. En diciembre de 2022, el PP presentó una moción que instaba a la Diputación y el Gobierno vasco para que pusiera en marcha unidades residenciales para este tipo de casos en la comunidad autónoma. Aquella iniciativa legislativa decayó y a la vista de la situación no ha habido avances significativos.
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