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Leydi Delgado
Domingo, 1 de septiembre 2024
Buen clima y mejor ambiente. Las campas del santuario de Angosto, en Villanañe, y las proximidades del Parque Natural de Valderejo, fueron escenario ayer de ... la feria agroganadera, el tradicional encuentro que se recuperó en 1992. El queso, el vino, los embutidos, las legumbres, miel y una infinidad de puestos con productos artesanos, ganadería y agricultura llenaron los alrededores de color. «Llevamos 31 ediciones y es un lugar de encuentro para todos los vecinos del valle y la zona», dice Juan Carlos Medina, presidente de la Asociación de Desarrollo Rural de Añana. Además, puso en valor el esfuerzo diario de la agricultura, la ganadería y la artesanía de la región. «Llevamos tres años trayendo el ganado y creemos que es el estigma de mercado. Lo que buscamos es que estas actividades se reivindiquen», subraya.
El buen tiempo dio tregua a los visitantes y autóctonos de la tradicional feria para recorrer todos los puestos y los espacios de comida y juegos. «Venimos todos los años. Además, que hace bueno», comentan Begoña Rabanal y Emilio del Valle mientras degustan de un bocadillo de jamón y chorizo. Al compás de la música, grandes y pequeños se contagiaban de la alegría al ritmo de la charanga de Salinas, que no dejaba de tocar las partituras camino al santuario de Angosto. «Somos de un pueblo de al lado y siempre es una tradición estar aquí», dicen Zaida Pescador y Yolanda Cuesta, que llegaron junto a tres niños para ver a los animales de granja. «Me gustan los burros», confiesa uno de los peques que no dejaba de contemplar y fotografiar a los animales.
El mercadillo reúne a burros, cabras, caballos y ovejas para su exposición y, sobre todo, para que los niños y adultos conozcan el trabajo de los ganaderos. «He traído ovejas latxa y cabras azpigorri, de raza vasca», cuenta el ganadero Santiago Revilla, quien lleva más de 40 años dedicándose a la crianza de estos animales y lamenta que este tipo de actividades se pierdan con el tiempo. «Va en declive, pero vengo aquí para explicar a la gente cómo es la crianza de estos mamíferos».
Junto a estos animales, el ganado ovino, de la raza sasi ardi de Teresa Andrés, atraía miradas de los visitantes por lo ariscas que eran. «Este grupo se está perdiendo. Entre Euskadi y Navarra habrá unas 5.000 ovejas».
Considera que los ganaderos locales ya no están criando estas especies porque es un animal muy difícil de tratar. «Mis compañeros tienen ovejas latxa, que producen leche y en Álava se consumen más». Lamenta que poco a poco se pierda esta raza. «En Francia la carne es valorada y a orillas del Sena la encuentras en restaurantes 'gourmet' a precios de oro», asegura.
A pocos metros, los productos locales «del huerto a la mesa» estaban presentes. «Siempre me llevo cebollas moradas, guindillas, tomates, alubias y miel», se le escuchaba decir a una señora en el puesto de Larrateko, que vendía un kilo de legumbres a 9 euros y un tarro de miel 13.
También hubo actividades para los txikis. Participaron en un taller de cocina con productos locales y juegos de madera. «Hemos traído 30 juegos dinámicos. Participan desde los 2 hasta los 90 años», cuenta entre risas Bernardo Ureta. Y para cerrar con broche de oro la feria de Angosto, el público degustó del pintxo de pollo Lumagorri con Euskal Ogia.
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