De alumno retraído a jefe pandillero
El líder de los Bloods en Vitoria creció en un colegio de pago, se torció con el trapicheo y labró su imagen de «malote» en redes sociales. Hace 4 días ingresó en prisión
Hizo la Educación Secundaria en un conocido colegio de pago de la ciudad. Pero nunca encajó entre aquellos «pijos», como solía denominarlos. Era un estudiante ... al margen de la clase. Aquel chico retraído cumple hoy cuatro días en prisión. La Guardia Civil le detuvo el lunes en el marco de una operación a nivel nacional contra la banda de los Bloods, de la que se le considera su primer cabecilla en Vitoria.
La investigación habla de un intento de asesinato por encargo, con el sombrío añadido del tráfico de drogas y de armas. En Álava, aparte de este chico, hay otro ingresado de manera preventiva en la cárcel de Zaballa por su presunta implicación en este entramado criminal.
Parece el abrupto final –o punto y aparte– para este chico propietario de un recorrido vertiginoso en los últimos cuatro años. Su nombre ocupó una de las primeras fichas de la Unidad de Menores de la Policía Local, creada por aquel entonces. Le pillaron «trapicheando» cerca de su colegio y pronto se descubrió que el chaval tímido frecuentaba «malas compañías, chicos conflictivos de centros de menores», según fuentes policiales. También había consumo de sustancias.
Empezaba a construirse su particular leyenda negra. Lo primero fue ponerse un mote que alude al derivado de una conocida droga. «Se creó un perfil paralelo de pandillero, de malote», analizan fuentes internas de la Guardia urbana. Hasta cambió su forma de hablar. «Como si fuera latinoamericano cuando es alavés de pura cepa, de los de apellido compuesto», ahondan agentes consultados.
«Pasó de ser un pringado a un flipado con aires de grandeza y de ahí, a hacerse respetar por su conflictividad y sus amistades peligrosas», prosiguen. Su primer contacto con las bandas juveniles fueron los Gatos del Roneo, una pandilla afincada en Sansomendi ya desaparecida. Sus componentes lo mismo robaban a críos que se grababan improvisando melodías. Él era uno más.
El nexo con la música siempre le ha acompañado. Le gusta improvisar rimas en sus redes sociales. En el verano de 2019, un rapero afincado en Navarra y destacado miembro de los Bloods en la comunidad vecina le eligió como su representante en Vitoria. Se desconoce cómo llegaron a conocerse.
Ese músico grabó un videoclip con este chico y sus acólitos en las casas rojas de Sansomendi. En una de las secuencias escenifican el traspaso de poderes. Todos llevan prendas rojas, el distintivo de los Bloods. Quizá represente su momento de mayor gloria. Ahí activó todas las alarmas de la Unidad de Menores de la Guardia urbana.
Fagocitan al resto
En aquella época había en Vitoria unas cinco pandillas juveniles que amedrentaban sobre todo a menores. El alcalde Urtaran niega que sean bandas, aunque su socio socialista en el Consistorio sí admite la existencia de «pseudobandas». Varias se plegaron a sus mandamientos y otras se le asociaron. Hasta el punto de que, antes de la pandemia, los Bloods parecían omnipresentes. «Hay muchos que usan nuestro nombre pero no son de los nuestros. No hace falta hablar. Con que nosotros sepamos nuestra verdad, vale», avisaba él a este periódico hace unos meses. En las redes sociales suele aparecer con drogas, dinero en efectivo y armas largas, probablemente réplicas.
Con el covid, un problema interno le sacó de Vitoria y se instaló en Laguardia. Mejor dicho, se refugió. La Policía Local cree que porque robó «dinero o drogas» a los suyos y «está amenazado de muerte». Precisamente, el otro chico en prisión con el operativo de la Guardia Civil «sería quien le ha sustituido en el organigrama». A los Bloods de Vitoria les relacionan últimamente con robos de mercancía a pequeños traficantes de droga.
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