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El joven vitoriano Claudio de Álava desapareció con la fragata de guerra Santa María en 1797. E. C.
Un Álava naufraga en Filipinas

Un Álava naufraga en Filipinas

Un tremendo huracán arrastró al fondo del mar la fragata de guerra Santa María en 1797. Entre sus 280 tripulantes se encontraba el joven vitoriano Claudio de Álava, hermano de Miguel Ricardo, el héroe de la Batalla de Vitoria y sobrino de Ignacio María

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Jueves, 21 de junio 2018, 01:15

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La Armada era un destino y un empleo muy deseables para la nobleza provinciana del siglo XVIII. Especialmente, para muchos vascos que pilotaban los grandes barcos del rey. Su prestigio estaba avalado por la cantidad de científicos que se habían formado en ella -el Zar de Rusia eligió la escuela de guardiamarinas de Cádiz para preparar a sus primeros oficiales- y porque los barcos, la navegación, eran los campos de la investigación tecnológica de la época. Quien tenía mejores y más rápidos barcos dominaba los océanos. Eso se aclaró en Trafalgar (1805) cuando Inglaterra, gracias a su victoria se puso por delante por mucho tiempo y forjó su gran imperio.

Los Álava, una de las grandes familias vitorianas, no tenían vocación marinera pero aspiraban a estar entre la élite y estudiar los principios de la marinería y hacer carrera en la Armada era una decisión meditada. A finales del siglo XVIII, hay tres Álavas embarcados en una misión secreta. La guerra contra Inglaterra es inminente y una escuadra tiene que defender las posesiones de ultramar en Filipinas. La manda Ignacio María de Álava, uno de los grandes marinos de la Historia de España y protagonista de una de las primeras vueltas al globo de un barco español, después de Juan Sebastián Elcano (1522), Urdaneta (1536) y Malaspina (1794).

Resulta curioso destacar cómo entre las cuatro primeras circunnavegaciones al globo, hay tres protagonistas guipuzcoanos. Elcano, Andrés de Urdaneta (militar y luego agustino) y el franciscano Martín Ignacio de Loyola, el cuarto que hizo la proeza después del pirata inglés Drake (1580).

El segundo Álava que estaba en esa expedición militar al archipiélago filipino era Miguel Ricardo de Álava, el héroe de las batallas de Vitoria y de Waterloo. Era sobrino de Ignacio María al que quería emular en su carrera militar. Miguel llegó a alcanzar el despacho de capitán de fragata, aunque finalmente, cuando comenzó la Guerra de Independencia, optó por el ejército de tierra, con rango de coronel. En la escuadra de Asia estuvo enrolado como oficial en el buque Europa, barco insignia de la flota. Sin embargo, tras el fallecimiento de su padre, Pedro Jacinto de Álava, tuvo que volver a España al ser el hijo mayor y heredar el mayorazgo cuando ya se encontraban en Filipinas. Ese viaje de vuelta fue muy accidentado porque fue capturado por los ingleses que le confinaron un año en Nassau (Bahamas)

Ya hemos contado la hazaña de Ignacio María de Álava en otra historia perdida (La vuelta al mundo del otro general Álava) al completar la circunnavegación del globo con una flota, así que vamos a relatar la cruz de esta historia, la de los que se quedaron en el camino y concretamente la de Claudio.

Claudio María Quintin Germán, Miguel y Ramón de Álava y Esquivel nació en Vitoria en el 31 de diciembre de 1773. Era hijo, como Miguel Ricardo, de Pedro Jacinto de Álava y de María Manuela de Esquível . Fue bautizado en San Pedro. Estudió, como su hermano Miguel, en el elitista Real Seminario Patriótico de Bergara, la gran obra educativa de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, lo que le otorgó una preparación muy superior a la de los jóvenes de su época. En 1790, es decir con apenas 17 años, cuando era subteniente del regimiento de infantería de Sevilla se marchó a Cádiz para enrolarse como marino y consigue el grado de alférez de fragata, siguiendo los mismos pasos que su hermano Miguel Ricardo. Tras cuatro años en distintos barcos es ascendido a alférez de navío.

Exterior del Palacio de los Álava, en el casco medieval de Vitoria, donde nacieron los tres protagonistas.
Exterior del Palacio de los Álava, en el casco medieval de Vitoria, donde nacieron los tres protagonistas. Blanca Castillo

La siguiente noticia que tenemos es que forma parte de la tripulación de la fragata Santa María de 34 cañones, capitaneada por Fernando Quintano, un destacado oficial que había realizado entre otras misiones la gran expedición científica con Malaspina enrolado en la corbeta Descubierta. La Santa María era una excelente fragata construida en El Ferrol en 1785 y bautizada con el nombre de la carabela con la que Colón descubrió América. Es la última que se incorpora a la flota de Ignacio María de Álava. Sale de Cádiz el 30 de noviembre de 1795.

El viaje, como relata en sus informes el propio Ignacio María, estuvo lleno de dificultades. En 1797, la escuadra hacía funciones de escolta del galeón de Manila, el sistema de comunicaciones establecido por los españoles para enlazar Filipinas con la America hispana. El jefe de la flota mandó una misión especial a la fragata Santa María. Debería salir rumbo a Acapulco para solicitar al Virrey de Nueva España (México) ayuda económica para mejorar las defensas de los puertos y las ciudades filipinas ante la guerra que se esperaba contra Inglaterra.

Con la intención de cumplir diversas misiones, como vigilar los movimientos ingleses en la costa China, la escuadra sale de Manila el 20 de abril de 1797. Al doblar el Cabo Bogeador, cuatro días después, sobrevino un fuerte huracán que desarboló y dispersó las naves. Ese accidente geográfico está al noroeste de la isla de Luzón. Cuando se pudieron juntar de nuevo faltaba la Santa María. Ignacio María de Álava llegó a pensar que había tomado rumbo a Acapulco o San Blas, el otro puerto mexicano del Pacífico, a cumplir la misión encomendada.

«Terrible huracán»

La preocupación creció a medida que no se encontraba resto alguno y la información de los barcos que llegan del otro lado del Pacífico era negativa. Nadie ha visto a la Santa María ni sus restos. El propio Ignacio María da por desparecida la fragata en una carta que envía al Ministro de Marina, Juan de Lángara, el 25 de julio de 1797. El regreso de otra de las fragatas desde Acapulco, la Fama, hizo finalmente perder toda esperanza.

«Haciéndose muy probable padeciese su ruina en la noche del 24 al 25 de abril de 1797 en que experimentó la Escuadra del rey en estos mares un terrible huracán». Álava en su carta muestra su dolor por «suceso tan lastimoso y que por varios títulos acrecienta mi sentimiento», en referencia a su malogrado sobrino, Claudio. La dotación estaba formada por 14 oficiales de guerra y mayores, 74 soldados de infantería, 12 soldados de artillería, 19 oficiales de mar, 63 artilleros, 78 grumetes, 4 pajes y 16 criados.

Ante una tragedia así, nadie se hacía cargo de las familias de los difuntos. Es significativa la petición al rey, entonces Carlos IV, por parte del Ministro de la Guerra, Antonio Cornel. «Pido al Rey se sirva mirar con su acostumbrada clemencia a las viudas y madres viudas de los individuos que han perecido en dicho buque cumpliendo con su deber en climas tan remotos y al cabo de años de campaña en las más arriesgadas travesías que ofrece la navegación».

Pues bien, las arcas reales debían estar exhaustas para estas necesidades puesto que el rey desestimó la petición. ¿Quién iba a enrolarse en los barcos del rey si este pagaba de esta manera a los que morían cumpliendo el deber? Penoso.

En algún lugar del fondo del Mar de China se encuentra el pecio de la Santa María y la memoria de Claudio de Álava, un joven marino que tenía un gran provenir. Sirva este relato para recuperar su memoria completamente perdida y la de sus 279 compañeros.

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