La mitad de los alaveses encuentra dificultades para conciliar trabajo y familia
La Fundación San Prudencio estudia cómo se compatibiliza vida laboral y personal durante la segunda ola de la pandemia
Las 24 horas del día a veces no son suficientes. La jornada se queda a menudo corta para sacar adelante el trabajo y llenar la ... despensa, atender a los hijos o los padres, preparar la comida, llevar la mascota al veterinario, sudar un rato en el gimnasio... Incluso si la rutina se reduce a las obligaciones laborales y domésticas, tampoco resulta fácil. El 48,6% de los alaveses, de hecho, encuentra «dificultades» para compatibilizar trabajo y familia, revela la encuesta 'Conciliación e igualdad' realizada por la Fundación San Prudencio en plena segunda ola de la pandemia. El coronavirus ha conseguido hasta trasladar la oficina al salón pero no ha logrado cambiar, constata este estudio, el reparto de las tareas ni el cuidado de los niños en la mayoría de los hogares. En seis de cada diez todo sigue igual que en la era pre-Covid.
Lo normal para muchos alaveses, antes y ahora, es llegar al final de la jornada con la lengua fuera. Uno de los principales motivos se encuentra en el horario laboral o, más bien, en la imposibilidad de ajustarlo –dentro de unos márgenes– a la vida que espera fuera del trabajo. Sólo el 57% de los encuestados por la Fundación San Prudencio admite que puede adaptarlo o interrumpirlo «en algún momento puntual» para conciliar y el 66% asegura que carece de flexibilidad en la hora de entrada y de salida de su puesto. «Es un dato alto pero en el territorio, por ser altamente industrial, la flexibilidad horaria es difícil de encajar. En el sector servicios, por ejemplo, es mucho más fácil», plantea Esther Unceta-Barrenechea, directora gerente de la entidad con 400 firmas asociadas en Álava.
De la mañana al 'afterwork'
El juego de malabares que se esconde detrás de la conciliación arranca a la hora de fichar y se complica con «las jornadas largas de ocho horas, la importancia histórica que tiene la presencialidad o la promoción laboral en el ámbito informal con unas cañas» con los compañeros al terminar el día, enumera la profesora de Sociología de la UPV/EHU Matxalen Legarreta. Las empresas, advierte, «están pensadas para la productividad y no para garantizar el bienestar de sus empleados y empleadas». El 58% de los participantes en el estudio –al que han respondido 2.322 personas– sí cree que su trabajo le permite disfrutar de la familia y le deja tiempo para su vida personal, y un porcentaje muy similar (57,5%) se ha acogido a alguna medida para facilitar esa conciliación.
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Sólo el 5,5% de los empleados deja a sus hijos al cuidado de los abuelos
En torno a la mitad de los trabajadores ha pedido un permiso por nacimiento (59%) o fallecimiento (44,8%) pero, entre las alternativas de mayor duración que ofrecen las compañías, destacan quienes han optado por la reducción de jornada (35,6%) o la excedencia para cuidar de los hijos (15%). El momento de poner alguna de estas opciones sobre la mesa del jefe supone un mal trago en más de una oficina ya que el 47% de los encuestados considera que conlleva «una pérdida de oportunidades profesionales». «Hay poca transparencia», lanza Unceta-Barrenechea. «Las medidas se conceden por ley pero, depende de las facilidades que dé la empresa y de lo claro que hable el trabajador, que suele ser celoso de su privacidad, se evitan muchas dudas e incertidumbres. Si hay información, se puede planificar esa carrera aunque se esté un tiempo fuera», explica.
«La conciliación sigue siendo cosa de la mujer. Ellas asumen el trabajo doméstico y el cuidado, y ellos, el rol de ayudantes»
MATXALEN LEGARRETA, SOCIÓLOGA DE LA UPV/EHU
El 'pause' profesional es posible pero en algunas casas no se pueden permitir que entre menos sueldo –dos de cada diez empleados renuncian por ello a la reducción de jornada– y, en la mayoría, son las mujeres quienes detienen su carrera para cuidar de los hijos y, cada vez más, también de los padres. «La conciliación sigue siendo sobre todo cosa de ellas», afirma la socióloga. «Asumen el trabajo doméstico y los cuidados, mientras que ellos muchas veces hacen lo que sus parejas les mandan, toman el rol de ayudantes o secundarios», retrata. La directora-gerente de la Fundación San Prudencio anima a «quitar tabúes» y a que la mujer «no se vea obligada a ceder una parcela de su vida profesional». «Ya empieza a haber hombres que se acogen a medidas de conciliación», agrega.
«La flexibilidad horaria es difícil de encajar en un territorio como Álava, altamente industrial, y resulta más fácil en el sector servicios»
ESTHER UNCETA-BARRENECHEA, DIRECTORA GERENTE DE LA FUNDACIÓN SAN PRUDENCIO
La brecha de género es una herida todavía abierta en el mercado laboral y hasta el 37% de los consultados por la entidad –que desarrolla programas de igualdad en diversas firmas, desde Caballito a la Fundación Valle Salado o el colegio San Prudencio– desconoce si su empresa dispone de un plan para luchar contra ella. El teletrabajo tampoco ha solucionado la desigualdad y, lamenta Legarreta, «los primeros estudios sobre este tema demuestran que se ha intensificado y que el nivel de agobio y estrés ha aumentado entre las mujeres». Horarios que se alargan, «tiempos, espacios y funciones que cuesta diferenciar», tareas domésticas que se apilan junto a los papeles de la oficina... La socióloga lo tiene claro: «No ha traído una conciliación real».
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