«300 personas pateaban mi ambulancia»
Sanitarios atacados mientras hacen su trabajo relatan para EL CORREO las amenazas a las que se enfrentan. «Nuestras vidas corren peligro», dicen. Reclaman más seguridad en algunas actuaciones
Judith Romero
Sábado, 10 de julio 2021, 01:52
La semana pasada dos técnicos de ambulancias fueron golpeados por un grupo de jóvenes en el Casco Viejo cuando acudieron a socorrer a un joven gravemente afectado por el alcohol. Otra estuvo cerca de ser acuchillada en mayo al asistir a un paciente. Las agresiones no son constantes, pero el propio servicio vasco de salud contabilizó el pasado año 651 hechos violentos contra su personal. Y eso sin contar con las plantillas de las empresas externas que se dedican, por ejemplo, a la asistencia básica en ambulancias. «Nos jugamos la vida. El riesgo en ocasiones es muy grande», protestan los afectados.
Los sindicatos y el transporte sanitario urgente reclaman desde hace tiempo una mayor presencia policial en las actuaciones. Ayer se concentraron frente a las consultas externas del Hospital de Txagorritxu para pedir mayor protección y la gestión pública del servicio. «Estos profesionales tuvieron que acceder a unas zonas y tipo de emergencias de alto riesgo de poder sufrir agresiones sin una presencia policial», denunció Sergio Iglesias, delegado por ELA de Ambulancias La Pau en Álava.
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«Primero nos insultaron, luego llegaron los golpes»
Una turba de jóvenes atacó a dos técnicos alertados de un menor que sufría una intoxicación etílica.
«Recibimos el aviso de que había un chico de 15 años inconsciente en la calle Nueva Fuera», explica uno de los dos técnicos que respondieron esta llamada el pasado fin de semana. Allí les aguardaba una enfermera que había tratado de reanimar al joven sin éxito, pero también una congregación de alrededor de 300 personas con la que no contaban. «Eran jóvenes y estaban de fiesta. En el momento en que paré la ambulancia comenzaron a sacarnos el dedo, insultarnos y avanzar hacia el vehículo», relata. La ambulancia quedó rodeada de gente que la zarandeaba y la pateaba. «El compañero y yo decidimos no salir, pero la enfermera nos indicaba con gestos la urgencia de la llamada. Bajar de la ambulancia fue nuestro error», lamenta este profesional.
La pareja sufrió varios empujones hasta llegar a la acera donde yacía el chico que se encontraba inconsciente. Sufría una intoxicación etílica. «En el momento en que me puse de rodillas se nos echó una masa de gente encima. Caí sobre el crío, recibimos golpes en la espalda, por todo el cuerpo», explica este hombre que agradece que, al menos, no los recibió en la cara. «No quiero preocupar a mi entorno familiar y mantengo lo que me ocurre en secreto», señala. La turba también pateó el maletín donde los sanitarios portan el material más urgente. «De repente a cuatro les entró el sentido común y empezaron a parar a los demás. Nos levantamos a empujones, salimos como en la guerra. Cogí al chico del cinturón y lo llevé al otro lado de la calle, donde estaba la camilla». Sin atención médica podría haber muerto.
651 agresiones recogió el departamento de Salud del Gobierno vasco durante 2020. Un total de 36 víctimas requirieron la baja. No se incluyen datos de personal externo como los técnicos de ambulancias
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«Trataron de apuñarlarme y sigo sin apoyo psicológico»
Tras pedir una patrulla en varias ocasiones, esta técnica fue agredida con arma blanca.
«Llegó un aviso de intoxicación medicamentosa con paciente agresiva. Lo lógico hubiese sido que mandasen una patrulla desde el principio», explica esta mujer que se encuentra de baja por ansiedad. La paciente era una chica de 14 años que se encontraba en casa con sus padres.
«Coincidieron en que lo conveniente era llevarla al hospital. En esos casos la policía baja a la persona a la ambulancia con las medidas de contención adecuadas, pero la Ertzaintza no acudía a nuestras llamadas», lamenta. Cuando su compañero bajó a preparar las sujeciones de la camilla, la joven, que hasta entonces sólo manifestaba agresividad verbal, se introdujo en la cocina. «Le pedí al padre que no la dejara entrar, pero estaban en shock. Cogió un cuchillo y vino a por su madre y a por mí. El padre le hizo un placaje y la tiró al suelo para que no nos acuchillase», relata esta trabajadora que se vio obligada a ayudar a los padres en el forcejeo. «La chica tenía una fuerza desmesurada y, cuando estaba agachada hacia ella, intentó acuchillarme. Me dio tiempo a reaccionar y, por suerte, sólo dañó el chaleco», subraya.
La técnico había activado el botón rojo. «Este sistema desactiva nuestras llamadas y permite que escuchen nuestro sonido ambiente, los gritos y todo lo que estaba pasando», explica. Sin embargo, el compañero que aguardaba fuera de la casa no pudo saber lo que ocurría hasta que ella consiguió abandonar la casa y «poner a salvo mi vida». Hicieron falta seis ertzainas para contener a la joven. «A día de hoy la administración no se ha interesado por mí y sigo sin apoyo psicológico», denuncia.
Quienes dispensan esta primera atención a los enfermos reclaman que las patrullas los acompañen, al menos, cuando se alerta de presencia de personas violentas o algún tipo de peligro
FALTA DE COORDINACIÓN CON SEGURIDAD
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«Las sujeciones se soltaron y el paciente me golpeó»
«Un paciente estaba semiinconsciente por tomar medicación en un intento autolítico. Se encontraba en una rulot y el espacio era muy pequeño para movilizarlo. Vimos que la situación se podía desbordar porque, además, en esos casos suelen ponerse violentos, y llamamos a la Ertzaintza hasta en tres ocasiones», recuerda Jagoba Udaeta, portavoz de ESK. Cuando llegó la policía inmovilizaron a este hombre, pero las sujeciones se soltaron. «Me golpeó con un manotazo que me dejó confundido durante algunos instantes. Al principio me lo tomaba como parte de mi trabajo, pero llega un momento en que te das cuenta de que nadie te tiene que agredir o insultar», afirma Udaeta, quien trabaja en alcanzar un acuerdo pacífico con este paciente que sufre un trastorno mental. «No recibimos toda la información necesaria cuando acudimos al requerimiento, y a veces el familiar tampoco nos da los datos. Con datos como que un familiar está inconsciente y boca abajo, yo no puedo esperar a una patrulla sin actuar», explica.
2 casos de agresiones han trascendido a los medios en Álava desde mayo. Sindicatos, Colegios y profesionales coinciden en que son muchos más. «Nos cuesta mucho que lo denuncien», reconoce SATSE
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«Se puso agresivo y subió nuestra imagen a las redes»
Además de ataques físicos, el personal de Urgencias sufre violaciones a su imagen y derecho a la intimidad.
Es una situación que se repite en las urgencias de los hospitales vitorianos. «Una mujer refería dolor por un abrazo y exigía una radiografía. Tras explorarla y comprobar que todo se encontraba en orden le dije que la prueba no estaba indicada. Se puso muy agresiva, me dio en la mano y la Ertzaintza tuvo que acudir al hospital», recuerda un médico de Urgencias. Otro episodio similar se desencadenó al reclamar a un individuo que se pusiera la mascarilla y cumpliera con las medidas anticovid. «Se agitó, tuvimos que sujetarlo... pero de alguna forma logró grabarlo todo y colgarlo en redes sociales como Twitter, Youtube o Tik Tok», denuncia. La identidad de los trabajadores del turno se hizo pública en una publicación donde aparecía etiquetado el hospital. «Tener que dar el nombre y el apellido es un problema para denunciar», alega.