Más de 40 entidades locales han cambiado su nombre en la última década en Álava
Ribabellosa es la entrada más reciente en esta lista cuyas denominaciones pueden revisarse tantas veces como avance la investigación toponímica
MARÍA REGO
Lunes, 9 de enero 2017, 00:28
A veces se trata de cambiar una sola letra (de Arbulo a Arbulu) o simplemente de eliminar una tilde (de Sarría a Sarria) y en otras ocasiones se realiza una revisión onomástica completa. Pero, sea cual sea la forma, son muchas las poblaciones alavesas que se han rebautizado desde la recuperación de la democracia. En un paseo por el nomenclátor, y según recoge el Boletín Oficial del Territorio Histórico de Álava (BOTHA), más de cuarenta entidades locales han renovado su denominación en la última década con Ribabellosa antes Rivabellosa como entrada más reciente a esta lista. Dar con el nombre real que corresponde a cada población no resulta sencillo y Euskaltzaindia, que funciona en esta tarea como órgano consultivo, investiga durante «muchísimo tiempo» los asuntos toponímicos antes de emitir sus conclusiones. La última palabra, eso sí, corresponde a cada municipio, que decide si adoptar o no su recomendación.
La revolución onomástica llegó con la Transición cuando «la Filología Vasca estaba como estaba» y se tomaron como referencia muchos de los nombres recogidos en la llamada Reja de San Millán, un documento del año 1025 con abundante información toponímica sobre Álava, «el territorio donde más se había perdido el euskera a excepción de la zona norte», cuenta Elena Martínez de Madina desde la Real Academia de la Lengua Vasca. Desde entonces no han parado las solicitudes de pueblos, concejos, juntas administrativas o cuadrillas para renovar su denominación, en algún caso, incluso más de una vez. Eso sí, advierte esta experta en toponimia, «no estamos todo el día haciendo cambios».
Las revisiones, además, conllevan un largo proceso de investigación, una especie de trabajo arqueológico donde se realizan excavaciones en la lengua utilizada época tras época y de cada piedra hallada se extraen diferentes conclusiones. Por eso el nombre que se da por bueno en un momento puede no ser el correcto años después cuando se hayan dado más pasos en este análisis y se haya obtenido una mayor información al respecto. Ejemplo de ello es Nanclares de la Oca, que pasó a denominarse Langraiz Oka y hoy se presenta como Nanclares Oka pues «ha quedado demostrado que Langraiz es un pueblo situado más al Norte, en Burgos», explica Martínez de Madina. Casos como éste dan muestra de que «hacer un estudio lingüístico de forma científica requiere de muchísimo tiempo».
«Depende del momento»
Esta miembro de la comisión de Onomástica de Euskaltzaindia, que acumula dos décadas de experiencia en la materia, reconoce que «algunas conclusiones a las que se llega son para siempre y en otras quedan dudas». Una nueva investigación puede alterar un bautismo que ya se había asumido como Bergantzu, que volvió a su Berganzo original porque depende «de lo que se sabe en el momento». «Y a veces es mejor dejar el nombre como está», asume consciente del desconocimiento que aún existe de ciertos nombres en euskera. Pero, siempre, las recomendaciones que se emiten están «comprobadas y atestiguadas».
En cualquier caso, «en los últimos quince años se ha avanzado más que nunca» en la toponimia alavesa. Entre las normas que siguen los estudiosos aparecen colocar en primer lugar la denominación en lengua vasca si es compuesta Agurain-Salvatierra o atender siempre a la ortografía actual. Martínez de Madina, autora de Gasteizko Toponimia, fruto de la colaboración de Euskaltzaindia con el Ayuntamiento vitoriano, recuerda que pese a los pasos dados aún «queda mucho por recorrer».