Buscando a Jack
Se cumplen 125 años del inicio de las andanzas del Destripador: una buena ocasión para seguir sus pasos por el barrio londinense de Whitechapel, donde no escasean los alicientes
CARLOS BENITO
Jueves, 4 de abril 2013, 07:16
Emma Elizabeth Smith, una prostituta de 45 años, fue asaltada el 3 de abril de 1888 en la esquina de Osborn Street y Brick Lane, en el miserable y lóbrego East End londinense de finales del siglo XIX. La desventurada mujer fue víctima de una agresión salvaje, en la que dos o tres sujetos le desgarraron las entrañas a través de la vagina, y falleció al día siguiente a causa de una peritonitis: hoy se cumplen 125 años de aquel crimen que se convertiría en el primero de los once asesinatos de Whitechapel, una sucesión de atrocidades que conmovió a la capital británica. La oleada de muertes, que duró algo menos de tres años, se atribuye a la mano misteriosa y ávida de sangre de Jack el Destripador, aunque solo cinco de los ataques parecen realmente obra suya. El asesinato de Emma Elizabeth Smith no se incluye en ese canon más estricto (así se refieren a él los especialistas en el Destripador), pero sigue contemplándose como el punto de partida de la siniestra leyenda.
Siglo y cuarto más tarde, Jack ha dado lugar a una rentable industria turística. Sus bárbaras acciones y el enigma sobre su identidad son solo parte del aliciente, ya que seguir sus pasos permite acceder al Londres de la época victoriana, un periodo fascinante en el que los bajos fondos funcionaban como una ciudad paralela, repleta de esos desheredados que tan logradamente describió Dickens. La mayoría de los que acuden hoy a los paseos guiados se lo habrían pensado dos veces antes de aventurarse por esas mismas calles en el siglo XIX, cuando Whitechapel era la zona más peligrosa de Londres, un cóctel de pobreza extrema, hacinamiento, prostitución, alcoholismo, violencia y crimen al que Jack el Destripador puso la guinda. «Cuanto más penetrábamos en Whitechapel escribió el actor judío Jacob Adler, más se hundían nuestros corazones. ¿Era esto Londres? Ni en Rusia, ni más tarde en los peores suburbios de Nueva York, habríamos de ver tanta pobreza». Los paseos turísticos recorren los restos arquitectónicos de aquella época, una escenografía de callejones angostos y adoquinados que en algunos puntos permanece casi inalterada.
Especialmente apreciados son rincones como Gunthorpe Street, con su estrecho arco de entrada, o el callejón del Ángel, además de esos pubs de nombres imaginativos como Ten Bells o Frying Pan. Entre las incontables empresas que ofrecen estas rutas destaca London Discovery Tours, con un equipo de guías eruditos y entretenidos que saben ofrecer la información histórica a la vez que administran la necesaria dosis de congoja. También hay recorridos en castellano por la geografía de Jack, como los que proponen New London Tours y London Walks. Fuera del territorio en el que se desarrollaron sus andanzas, el Destripador tiene su hueco en The London Dungeon, las mazmorras, un pequeño parque temático del horror que le dedica un extenso apartado: puede parecer una trampa turística y sale bastante carillo, con las entradas para adultos a casi 30 euros, pero brinda unos cuantos escalofríos y muy buenos ratos.
Por supuesto, Whitechapel no es solo un lugar para recorrer en penumbra, tratando de escuchar las pisadas, los rumores y los gritos de hace 125 años. Desde hace décadas, se ha convertido en un barrio con doble vida, que combina sus tradicionales residentes de clase obrera con unos nuevos vecinos bohemios y cool, de sofisticado desarreglo. La mezcla de historia, inmigración y modernidad proporciona múltiples atractivos a la zona. Resulta inevitable mencionar Brick Lane, la calle donde se concentran los restaurantes de la comunidad bangladeshí, con sus menús de curry y tandoori. Allí mismo está la Old Truman Brewery, una cervecera transformada en efervescente centro de creación artística, a cuyo alrededor proliferan los mercados modernos durante el fin de semana, con sus prendas de segunda mano y sus puestos para comer sobre la marcha. La Whitechapel Gallery, fundada en 1901, puede presumir de glorioso historial albergó el Guernica en 1938 y de diáfanos espacios expositivos. Y la Whitechapel Bell Foundry lleva 443 años vendiendo sus campanas al mundo: allí se fabricó Big Ben, la campana mayor del Palacio de Westminster, y las instalaciones se pueden visitar con reserva previa. Un poco más al norte, está la tentación de los animados clubes de Shoreditch, una vida nocturna muy diferente a la que conoció la pobre Emma Elizabeth Smith.