El museo del techno

El Guggenheim es un escenario inmejorable para la visita de Carl Craig. Al fin y al cabo, se trata de un museo de arte contemporáneo, un lugar donde las ideas más aventuradas y rupturistas se incorporan al canon de nuestra cultura y son contempladas como parte de la historia. Y lo que va a hacer Carl Craig viene a ser algo parecido: estamos hablando de uno de los grandes nombres del techno, un género que parece proyectado siempre hacia el futuro, hacia la mutación continua y la novedad, pero que ya va teniendo añitos como para atreverse a utilizar la palabra madurez. Craig, en plena gira de celebración de las dos décadas de su mítico sello Planet E, se dedica por una vez a mirar hacia atrás y repasar la trayectoria de uno de sus proyectos más importantes, 69, en un ejercicio retrospectivo que se remontará hasta principios de los noventa.

El techno de Detroit se suele clasificar en oleadas, y Carl Craig pertenece a la segunda, como Jeff Mills. A él le fascinaban las producciones de los pioneros de este sonido, pero su rasgo más personal es un talante abierto que le ha llevado a incorporar a sus creaciones aires frescos, ajenos al género. «Crecí en un lugar y un tiempo en el que la música, especialmente la difundida por la radio, era muy diversa», ha comentado en alguna ocasión, para explicar aquel gusto omnívoro que abarcaba desde Peter Frampton hasta Prince, o desde los temibles Throbbing Gristle (a los que homenajeó en el primer EP del proyecto 69, titulado 4 Jazz Funk Classics) hasta los Smiths, que seguramente son una de las influencias más imprevistas para un músico de techno.

La visita a Bilbao, enmarcada en la gira antológica de 69 (se pronuncia six-nine, aunque suene menos estimulante), permitirá disfrutar de Carl Craig en dos formatos: en el Guggenheim ofrecerá una sesión de DJ y más tarde, en Fever, una actuación en directo con todo su aparataje, en la que interpretará una selección de sus «clásicos» acompañada de «máscaras, oscuridad y visuales revienta-retinas». Porque una cosa es hacer un alto para recapitular, en plan museo del techno, y otra muy distinta es renunciar al primer mandamiento del género: divertirse.