«Allí arriba dan ganas de hacer poesía»
El alavés narra la «maravillosa» aventura que con su hermano Iker acaba de culminar en la Antártida
ALFONSO AZKORRETA
Viernes, 28 de diciembre 2007, 03:42
Poco antes de mantener esta entrevista, Iker y Eneko Pou se sometieron ayer a una sesión de aseo a la intemperie en la cubierta del barco 'North Ander' que les sirve de refugio en la Antártida. Una ducha que consistió en limpiarse con agua helada, literalmente hablando, la roña acumulada de ocho días de ejercicio sin oler el jabón. Tal vez la impresión de semejante experiencia ayudó a Eneko ayer a narrar con coherencia, como bromeaba él mismo, las intensas emociones vividas desde la tarde de Nochebuena, cuando casi por casualidad miraron hacia su objetivo -la vía 'Azken paradisua'- y comprobaron con sorpresa que una ventana de buen tiempo les permitía la escalada. A las siete de la tarde trocaron el champán por las bebidas energéticas e iniciaron la que iba a ser la guinda a su pastel de las '7 parecdes 7 continentes'. Todavía emocionado y con un amplio rastro de alivio en la voz, Eneko hizo ayer de portavoz.
-Otra aventura culminada con éxito. Estarán satisfechos.
-Sí, sí, mucho. Ha sido una aventura increíble, maravillosa.
-¿Qué tal se encuentran?
-Bueno, ahora bien, pero ha sido tremendo. Cuando bajamos de la cumbre, a las siete y media de la tarde, no fuimos capaces ni de celebrarlo. Habían sido 24 horas de trabajo y con una tensión... Nos quedamos tirados en el campo base, casi no podíamos ni sonreír.
-¿Ha habido peligro?
-Sí. Han sido muchas horas con una tensión enorme. Quisimos arriesgarnos, hicimos una apuesta dura y la verdad es que ha sido complicado. Cuando nos planteamos subir hacia la cima, quisimos hacerlo lo más ligeros posible, al estilo alpino y sin paradas, sin cuerdas fijas; sólo lo indispensable. Sin sacos de dormir, ni tiendas. Quisimos hacer en un día lo que en una expedición normal pueden ser 20. Pero al hacerlo asumimos un riesgo enorme, porque no llevamos los seguros habituales y nos encontramos que una gran parte de la ruta tenía la roca rota y las reuniones que hacíamos eran en unas condiciones precarias, con una inseguridad palpable todo el tiempo.
-Pero siguieron.
-No era cuestión de volver atrás. Además, la subida no fue lo difícil, sino la bajada, que nos llevó desde las 11 de la mañana hasta más de las seis y media de la tarde. En uno de los rápeles más largos, de 60 metros, yo bajé primero sin dificultades, pero al hacerlo Iker uno de los clavos se desprendió de la pared. Iker se quedó colgando de otro clavo que es como una uña; a punto de caerse y si se cae, me arrastra a mí también. Eran 500 metros de 'vuelo'. Nos habríamos matado los dos seguro. Se nos quedaron los pelos de punta. Cuando llegamos abajo se nos caían las lágrimas de alivio, del miedo pasado... de todo.
Entre acantilados
-Por eso dice que cuando llegaron al campo base estaban pasados, derrengados.
-Eso es. Fueron muchas emociones, mucha tensión. El campo base estaba en un acantilado, al refugio de posibles avalanchas y de las olas, porque en esa zona es frecuente que algún serac se desprenda al agua y provoque unas olas gigantescas. El barco, que el día 24 nos había dejado comida, nos vino a recoger ayer -por el miércoles- y hoy -por ayer- estamos en un fondeadero próximo, en Hovegaard Island. Estamos muy bien, pero fueron unos momentos malos.
-Mucho más aliviados ahora.
-Aliviados, reponiéndonos y disfrutando de lo que hemos hecho.
-Ha sido una aventura completa, no sólo la escalada.
-Exactamente. Mira, ya sólo para llegar, la travesía por el mar, nos puso los pelos de punta. Había olas que las veías a pocos metros sobrepasar la cubierta del barco. Y luego el desembarco, porque la nave no podía llegar hasta el campo base, sino que nos dejaba a unos 50 metros de la costa, que era un acantilado. Para desembarcar todo, debíamos tener un cuidado extremo, ya que caerse al agua era exponerse a un peligro tremendo, a pesar de que todo estaba en unos compartimentos estancos. Incluso nosotros, que vestíamos con un traje especial para resistir unos 25 minutos si caíamos al agua. Si no te rescatan antes, te mueres de frío.
-Y luego la ascensión.
-Sí. Desde un punto de vista técnico no es muy compleja, aunque tenga sus problemas. Pero dependes de las condiciones climatológicas. Empieza con unos 200 metros de escalada a unos 70 grados de inclinación en hielo. Luego son otros 400 en roca con una dificultad de '7a' y la parte final son otros 200 de roca y hielo. Todo en vertical. En la escalada tuvimos temperaturas de menos diez a menos veinte grados.
-¿Por qué decidieron empezar la escalada en Nochebuena?
-Eso fue gracioso. Ese día, por la mañana, el barco había venido a darnos víveres para unos 10 días. Hasta ese momento el tiempo no había levantado. Así que a la tarde empezamos con la cena y con el champán. Nos habían traído solomillo, potaje, pasteles... en fin, comida muy buena. Y a eso de las siete de la tarde, Eneko y yo salimos de la tienda a mirar la montaña y nos damos cuenta de que había despejado, de que se podía salir. Nos dimos un codazo y empezamos la movida.
Más escaladas
-¿Y ahora qué se plantean?
-Tememos la vuelta prevista para el día 16, así que intentaremos hacer alguna cosa más por aquí. Porque hay cientos de montañas y cimas que se pueden subir. Mira, cuando estaba con Iker en la cima fue una sensación única. Rodeados de cientos de montes y del mar, sin un alma. Sentimos que no se podía estar más arriba, que sólo nos faltaba volar. El océano, los icebergs, ese paisaje tan brutal que es la Antártida. Allí arriba nos daban ganas de hacer poesía. Por eso llamamos a la vía 'Azken paradisua' y a la cima, 'Pico del cielo'.
-¿Se encuentra en disposición de hacer un balance de su proyecto '7 paredes 7 continentes'?
-Para todos los que hemos venido a la Antártida ésta ha sido una experiencia especial. Ninguno imaginábamos que podíamos acabar el proyecto así. Quizá no en números técnicos, pero sí en riesgo y emociones, ésta ha sido una grandísima escalada, de las más bonitas que se pueden hacer. Pero es cierto que si miramos atrás, cada una ha tenido su punto especial, Yosemite, Naranjo, el Trango, Fitz Roy... Algún periodista especializado ha comentado que este proyecto es el más importante desde los 14 'ochomiles' de Messner. No lo sé, pero sí nos hemos doctorado. No se había hecho nada parecido antes en todo el mundo. Iker y yo comentábamos que dentro de unos años quizá esta vía en la Antártida sea una de las perseguidas por los aficionados. Vete a saber. Lo cierto es que aquí están los últimos paraísos. Intentaremos conquistar alguno de ellos de aquí a que nos vayamos.