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La plaza del Ayuntamiento era un buen lugar para ver de cerca a los Reyes; los tres se asomaron al balcón y el primero en dirigirles la palabra fue Melchor.

Fieles a su cita con los más pequeños

Los Reyes Magos llegaron puntuales en un tren cargado de ilusiones y que fue recibido con entusiasmo

MARÍA ÁNGELES CRESPO

Martes, 6 de enero 2015, 00:08

La noche de ayer fue, sin duda muy larga, pero sus prolegómenos no estuvieron exentos de nerviosismo y expectación. Los niños y niñas mirandeses tenían ayer por la tarde la sensación de que el reloj se había detenido pues no veían la hora de estar frente a frente con Melchor, Gaspar y Baltasar.

Los Reyes Magos habían anunciado que tras su largo viaje llegarían en tres a la ciudad a las seis de la tarde y las inmediaciones de la estación del ferrocarril comenzaron a llenarse de chavalería bastante antes. Todos tenían prisa por coger el lugar más próximo al punto exacto del andén en el que Sus Majestades iban a aparecer.

Hacía algo de fresco, pero a los niños eso no les amilanó y, eso sí, ayer no tuvieron ningún problema a la hora de hacer caso a los mayores cuando les advertían que «como vamos a estar un rato esperando habrá que ponerse gorro y guantes». Ninguno rechistó y nada les estorbaba.

No lo hacía al principio, aunque a medida que se acercaba el momento que tanto tiempo llevaban esperando la emoción les hacía casi sudar pese a que el mercurio de los termómetros no marcaba más allá de los cuatro grados.

El griterío era algo así como la música ambiente, pero todos atenuaban el tono cuando el altavoz de la estación emitía los avisos de la llegada de los trenes, así que minutos antes de las seis consiguieron escuchar que estaba ya muy próximo el tren procedente de Oriente que llevaba como únicos pasajeros a los tres Reyes Magos y a sus pajes.

Contenidos en las peticiones

Los niños que se acercaron hasta la estación afirmaban todos que «hemos sido buenos», así que esperaban que los Reyes les trajeran todo lo que habían pedido. Y la verdad es que la mayoría se mostraron bastante cautos en sus solicitudes.

Pablo Corcuera, de seis años, llevaba en la mano su carta, «y la de mi hermana Carla», para entregársela personalmente «a Melchor», y lo consiguió. Desveló que lo que quería era «la Nintendo 3D SXL y una sorpresa, lo que quieran; y mi hermana ha pedido un coche de muñecas y también una sorpresa».

Mikel Tejerina, de 6 años, también prefería entregar en el último momento su carta que «la he escrito muy bien; y les pido una pista de juegos y lo que quieran».

Más pequeño era Darío García que, a sus tres años y con lengua de trapo explicaba a todos que había pedido al Rey Gaspar «una bici de pedales y cosas de las tortugas Ninja», y que a los tres les iba a decir en cuanto los viera «feliz año nuevo».

Junto con él estaba Daniel Delgado, también de tres años que quería «un disfraz de bombero, unas pinturas de pintar la cara y un cepillo eléctrico». De alguna manera reconoció que algunos días ha sido travieso y por eso «he pedido también un poco de carbón».

De la misma edad era Mateo Santamaría, que parece encaminado a ser un gran chef. «He pedido una cocina para hacer comidas y un lavavajillas. Se lo he pedido a Melchor».

A sus seis años Álvaro Fereiro esperaba «un poco nervioso» que le trajeran «una bicicleta porque la que tengo se me ha quedado pequeña, y algo de Lego». También se percibía intranquilidad y nerviosismo en la mirada de Laura Grávalos que había pedido «que me traigan todo lo que puedan de Violeta, lo que ellos quieran; yo creo que me he portado bien y algo ya me traerán».

Tenía claro que los Reyes tendrían que trabajar mucho así que ya había pensado que «por la noche les voy a dejar leche con galletas, y para los camellos, zanahorias».

La moderación que todos mostraban mientras esperaban la llegada de los tres esperados Magos desapareció casi por arte de magia en el momento en el que el tren paró. Ya no había posibilidad de disimulo, empezaron los gritos para reclamar que ya fuera Melchor, Gaspar o Baltasar, se aproximaran hasta el lugar en el que ellos se encontraban.

Sus Majestades tenían claro cómo iba a ser el recibimiento y no dudaron a la hora de estar un momento con todos los niños que les reclamaban atención. Eran muchos los que habían aguardado pacientemente su llegada y estuvieron en la zona más de media hora antes de encaminarse hacia las carrozas que les esperaban para iniciar la Cabalgata por las calles más céntricas.

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