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Un grupo de visitantes, en el acceso principal al castillo.

Un símbolo de recuperación patrimonial

El cerro custodia también la otros restos importantes para la investigación histórica sobre el origen de la ciudad

cristina ortiz

Lunes, 13 de octubre 2014, 07:37

Ha pasado de estar oculto, escondido bajo la maleza, la tierra e, incluso, un depósito, a recibir más de 21.000 visitas en poco más de un año, en trece meses. El castillo de La Picota se ha revelado como todo un símbolo de recuperación patrimonial en la ciudad y en la demostración de que la cultura vende. Vende ciudad hacia fuera, pero también hacia dentro, despertando el interés de muchos mirandeses por conocer lo suyo, la historia del lugar en el que viven.

Y siguiendo esa senda de la promoción y la difusión que ya animó al Ayuntamiento a utilizarlo como distintivo en la feria de Turismo de Interior (Intur) donde volverá a protagonizar el stand de esta edición, ahora la rehabilitación del castillo se ha presentado al Premio Internacional AR&PA de Intervención en el Patrimonio Cultural, un reconocimiento, que convoca la Junta de Castilla y León y que se fallará el 15 de noviembre.

La entrega del galardón de valor simbólico un diploma y una escultura tendrá lugar en el marco de un congreso internacional sobre sociedad y patrimonio que durante cuatro días se llevará a cabo en Valladolid, lugar de encuentro y foro de debate de profesionales e instituciones dedicadas a la tutela, custodia, conservación, restauración y gestión.

Aspecto este último que, en opinión de Rafael Varón, arqueólogo mirandés de la empresa Ondare Babesa, encargada de la redacción del Plan Director para la puesta en valor del castillo, se está llevando a cabo con habilidad. «Todo lo relacionado con la difusión y la atracción de público me parece fantástico. Seguramente, como todo, se podrá mejorar y hacerlo más atractivo, pero creo que el esfuerzo que se está haciendo por atraer gente es notable. Me parece un éxito ».

También considera muy importante que su presencia se perciba como parte del motor económico de la zona para comerciantes y hosteleros. Un aspecto en el que los responsables de Ondare Babesa creyeron desde que comenzaron a trabajar en cómo se debería poner al descubierto la fortaleza.

Al mismo tiempo, considera todo «un acierto» que el acceso a la fortaleza y el jardín botánico siga siendo gratuito. No tendría sentido cobrar por entrar a un espacio público, porque no solo es el castillo, es todo el cerro de La Picota», valoró.

En un plano más técnico, desde su experiencia de trabajo sobre el terreno, considera Varón que las tareas de mantenimiento, un aspecto muy a tener en cuenta en la preservación de los monumentos, se están haciendo de manera «correcta. Lo importante es que se tome conciencia de que hay que seguir invirtiendo dinero en esas tareas. Y, ojalá, en un futuro se puedan obtener más fondos y más recursos para continuar las investigaciones y mejorar la puesta en valor de todas las cosas que quedan por ver en el subsuelo y en los alzados».

La primitiva Santa María

Lo realizado hasta ahora, aunque ha conseguido sacar el castillo a la luz y hacerlo visible, no ha completado todos los trabajos que estaban diseñados en el plan director. Ese estudio contempla más partes. Las intervenciones arqueológicas de la última fase de puesta en valor pusieron al descubierto elementos que ya no eran propios del fortín, sino que se correspondían con la primitiva iglesia de Santa María. Restos que «también tienen su importancia. Puede que no tanto interés monumental como el castillo pero para la investigación histórica del origen de Miranda son fundamentales», recordó.

Pero es otro aspecto de la investigación en La Picota que es más difícil de aceptar porque no hay algo que mostrar o enseñar. Lo mismo ocurrió con el castillo en su momento. «Hacer comprender que teníamos en La Picota un resto patrimonial de primera magnitud, no fue fácil en los primeros momentos. Costó que se aceptara que los restos que se estaban viendo no formaban parte de los depósitos de agua y que lo que teníamos a la vista era una fortaleza. Ahora ya se han terminado de convencer», reconoció.

En ese sentido, Varón valora muy positivamente el interés mostrado por el Ayuntamiento cuando eran muchas las voces críticas. Si no hubieran apostado firmemente por recuperar esa parte de lo que fue la ciudad no se hubiera elaborado un plan director, no se habría accedido a fondos europeos y no se hubiera llevado a cabo el proyecto. Sin la elaboración de ese estudio no estaríamos ante ése resultado. «Nosotros desde el principio creíamos que merecía la pena trabajar en la idea y con el paso del tiempo hemos podido comprobar que es así», zanjó.

También lo cree Enrique Guinea, encargado de redactar el proyecto. Se muestra orgulloso de haber podido participar, junto a un montón de gente más, en «la recuperación de una parte de la memoria de un pueblo que desconocía lo que tenía allí». Una situación que, al mismo tiempo, ha permitido adecuar un espacio de uso que estaba muy degradado. Se han ganado un montón de metros para disfrute público. Se ha conseguido, incluso, que una persona en silla de ruedas pueda subir hasta arriba», valoró.

En el plano personal, la propuesta fue todo un reto, «uno de los trabajos más bonitos que he hecho, precioso». Evidentemente, su materialización fue «difícil» y también «distinto» a lo que había hecho hasta ese momento. Fundamentalmente, porque se trataba de decir cómo era «una cosa tan oculta, en la que no sabes qué te va a salir».

De hecho, la base del proyecto era la arqueología y acoplarse «muy bien» con el equipo que se encargaba de esas tareas también fue algo importante para el buen desarrollo del trabajo, al igual que la ayuda de la oficina del ARCH (Área de Recuperación del Casco Histórico). «Normalmente, cuando te lanzas a actuar es porque hay algo que ves, pero aquí no era así. Cuando esto ocurre tiene que haber un interés del Ayuntamiento, en este caso, por creerse que lo que le están contando es verdad porque se va a invertir bastante dinero. Confiaron y nos dejaron trabajar», zanjó.

Los planos históricos también les dieron buenas pistas para trazar el diseño de la fortaleza. «Algunos estaban levantados por ingenieros militares y eran bastante exactos, aunque siempre hay algún fallo porque tienen 150 ó 200 años». La incógnita estaba en saber qué había pasado desde que se hicieron esos mapas.

Una de las sorpresas se la dieron las numerosas infraestructuras de canalización de agua que fueron apareciendo por la zona de trabajo. También hay que tener en cuenta que el proyecto no se ha ejecutado en su totalidad. Queda pendiente alguna fase más que no sé si se llevará a cabo», zanjó.

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