Olor a gasolina quemada
Rammstein apabullaron con su armagedón y Slayer cumplieron con su aquelarre el primer día del Bilbao Live
ÓSCAR CUBILLO ÓSCAR CUBILLO
Sábado, 10 de julio 2010, 04:37
Según la información oficial, 24.257 personas acudieron el jueves a la jornada inaugural del V Bilbao BBK Live Festival. De cabeza de cartel se nos ofrecía el tercer macroconcierto pirotécnico celebrado en Euskadi en las últimas tres semanas, a saber: Kiss en el Azkena Rock Festival alavés, AC/DC en San Mamés y Rammstein en el monte Kobetas, donde ofrecieron un espectáculo más impresionante que el de 2009 en el BEC, pues arriesgaron más con los chorros de fuego al prender el éter.
Jugando a comparar, podemos escribir que los australianos AC/DC no necesitan pirotecnia y que su repertorio se podría defender en un bar. Que los neoyorquinos Kiss se adornaron con pantallas y que la pirotecnia apoya sus canciones. Y, sobre los berlineses Rammstein, se puede asegurar que en su show pesa más lo visual que lo sónico, aunque a la postre su rock te engancha, te arrastra con metal industrial en la senda de NIN y White Zombie, rescoldos del tecno pop ochentero, ráfagas de discoteca postmoderna, chatarra de cabaré gótico, la parafernalia emotivista de Pink Floyd y, no se debe negar, un gigantismo litúrgico que se hunde en las alienantes concentraciones hitlerianas de Nuremberg, sólo que sin estandartes y con el gentío sin alinear.
Ese gentío alzaba sus brazos extasiado, danzaba conectado al ritmo infeccioso, respondía a las invocaciones del vocalista y maestro de ceremonias Till Lindemann y se dejaba asustar por el despliegue ardiente: fuegos artificiales, coladas chispeantes, explosiones sincronizadas, lenguas de fuego contra los músicos (cómo olía a gasolina quemada, cómo te alcanzaba al instante el calor, cómo debían de derretirse los espectadores de las primera filas), lanzallamas bucales en los músicos, la quema de un presunto espontáneo que invadió el tablado, disparos de bengalas contra el respetable y, el momento más colosal, un ataque de fósforo desde la mesa de sonido contra el escenario.
El espectáculo fue de fuego, pero el escenario también se sumaba a lo impresionante mediante plataformas, la gran bandera alemana cubriendo todo el frente al arrancar la cita, el esperado momento del cañón eyaculador de espuma blanca o el rato en que el teclista, Christian 'Flake' Lorenz, ubicado durante el bolo en el segundo piso del entramado y desfilando sin parar sobre su cinta andarina, se montó en una zodiac y navegó sobre los brazos alzados de la multitud, ocasión en la que asió una ikurriña y la ondeó demagógico mientras cientos de espectadores le silbaban desaprobándole el gesto.
En 88 minutos los berlineses ejecutaron 16 temas. Hubo un bis y dos agradecimientos finales, el segundo con todos ellos con una rodilla hincada. Su apocalipsis de fuego, entonado en alemán e interpretado en plan una Fura Dels Baus aún más heavy metal, se abrió con 'Rammlied' y con el vocalista disfrazado de drag queen del infierno, en 'Waidmanns Heil' se paseó éste cual tirolés armado con un escopetón, en 'Feuer Frei!' apabullaron y hasta vencieron a la tormenta que se había desatado, en 'Frühling In Paris' remitieron a Pink Floyd y a Muse, en 'Ich Tu Dir Weh' recrearon el número teatral de quemar al teclista, un pico fue su hit 'Du Hast', la metáfora eyaculadora llegó en 'Pussy', y el bis triple se remató con 'Ich Will'.
Antes del apocalipsis flamígero de Rammstein, los yanquis Slayer calentaron la espera con 69 minutos de correcto aquelarre thrash metal. Entre acelerones speed metal y algún lapso ralentizado para crear ambientes terroríficos, los californianos sonaron a volumen insuficiente, en la primera mitad excesivamente planos y homogéneos, y en la segunda más versátiles y enganchantes. El bajista y vocalista de origen chileno Tom Araya nos sonreía afable bajo sus melenas. Araya, con su camiseta de zombis explosivos, entonó títulos tipo 'Guerra química', 'Llueve sangre', 'Mundo pintado de sangre' o 'Careta de piel de muerto', pero con una pose tan amable que preferimos la teatral de Rammstein, que abrasaron a un espectador.