«Intercambiar tu casa es como la discoteca: o tienes un objetivo claro o te dejas querer»
La familia granadina Aguilar está en el hogar de los Baker en Tavistock (Inglaterra), que van camino de la suya en Otura y confiesan que «dos días en un Airbnb» para llegar tranquilamente a España les ha costado más que el resto de las vacaciones
Sara Bárcena | Inés Gallastegui
Jueves, 24 de julio 2025, 19:05
Daniel, Elena, Ryo y Gael. De Granada a Tavistock (Reino Unido) Una profe de inglés les animó a intercambiar su casa
«Es como las discotecas, o tienes un objetivo o te dejas querer, y todo funciona»
Intercambiar casas «es como las discotecas, o tienes un objetivo o te dejas querer, y todo funciona». Es la filosofía de Daniel Aguilar, propietario de ... la librería El tiempo perdido de Granada. De la mano de su mujer, Elena Morales, profesora de Lengua y Literatura, lleva unos diez años viajando con este método que tantas dudas despierta a quienes no lo han probado. «¿No te da miedo? Van a dormir en tu cama... ¿Y si te roban?». Nada más lejos de la realidad. Melillense y rondeña afincados en la ciudad de la Alhambra, aseguran que nunca nadie les ha referido una mala experiencia. Al fin y al cabo, «ellos están en tu casa, sí, pero tú también estás en la suya».
Esta pareja de «bibliófilos y bibliómanos» se conoció en la residencia de estudiantes, en la universidad. Corría el año 2003. Su primer intercambio de casas fue una década después, en 2014. Todo empezó en las clases de inglés para el examen de nivel B2. «Salió el tema vacaciones y nuestra profe nos contó que ella hacía esto. Era la primera vez que oíamos ese concepto. Esa tarde me puse nerviosa, llegué a casa y entré en la web. Un mes después, pactamos la primera experiencia», recuerda Elena.
Y así, sin más, se fueron a Ladskrona, al sur de Suecia. No les temblaron las piernas. Aceptaron la propuesta y acordaron las fechas. Como se escribían periódicamente, se fue creando una «relación de confianza». «Sentíamos que los conocíamos y cuando llegamos a su casa lo hicimos de una manera más íntima. Era espectacular y la nuestra... un piso en el centro de Granada, bonito, bien decorado, pero cochambroso», cuentan entre risas.
Desde entonces, no viajan de otra manera, siempre con Intervac. Aunque hay otras empresas, esta lleva funcionando desde 1952. Antiguamente, mandaba a domicilio los catálogos con las fotos de las casas. Ahora, basta con inscribirse en su página web, colgar imágenes de las estancias y buscar destino o esperar. «Nosotros somos más de dejarnos querer, a ver qué nos proponen. Así terminamos, por ejemplo, en un pequeño pueblo del sur de Francia, en los Alpes. Vimos que el entorno era maravilloso. Jamás lo habríamos descubierto por nuestra cuenta», admite el librero.
La única vez que Daniel y Elena dieron el primer paso en un intercambio fue porque tenían su objetivo «muy claro»: Edimburgo. «Bueno, esa casa no tiene nombre. Fue absolutamente impresionate. ¡Eran millonarios! Aunque tengas muchas posibilidades, esto no se consigue solo con dinero. Es una experiencia que va más allá del turismo, es inmersión total. Y te encuentras auténticas joyas», asegura Elena. Sus padres, como muchos otros, no entienden que gente con «tanto dinero» quiera cambiar su mansión por un pequeño apartamento. Pero así es.
Lucha de comida
Hay quien intercambia el vehículo o acuerda que cuiden de su mascota;se suele dejar una guía de viaje personalizada, y la empresa «hace recomendaciones que son casi normas», como dejar algo de comida por si el huésped llega hambriento. «Tenemos competiciones internas, a ver si les dejamos más comida o más rica que ellos», carcajea la profesora. «También hay que avisar a los vecinos. Si ves gente entrando en la casa de enfrente, piensas que son ladrones u okupas», advierte él.
Su próximo viaje es ahora. Daniel, Elena y sus hijos, Ryo y Gael, disfrutan de Tavistock, Inglaterra, cerca de Cornualles, Stonehenge y Bath. Es el primer viaje que hacen desde que nació el mayor, de cuatro años. Ya no viven en el piso del centro, sino en una casa en Otura. Ofrecen otra experiencia: espacio, tranquilidad, jardín, piscina... «y sigue funcionando». Ellos se quedan en casa de un profesor universitario padre de dos adolescentes. Ryo está «emocionadísimo». Irse a casa de otras personas le parece «lo más normal del mundo». «El primer día sientes que invades una casa ajena, duermes la primera noche en una cama rara y cuando despiertas, ya es tu hogar».
Mike, Louise, Ella y James, de Tavistock (Reino UNIDO) a Granada La familia Baker lleva ya diez años usando este sistema
«Hemos estado en medio mundo por nada. No se me ocurre ni una desventaja»
Mike y Louise Baker tienen dos hijos, Ella (18) y James (14), una hermosa casa de cuatro habitaciones con jardín en Tavistock, en Devon, al suroeste de Inglaterra, y bastantes vacaciones a lo largo del año: él es profesor de Periodismo en la Universidad de Plymouth –antes trabajó en 'The Guardian' y la BBC– y ella, orientadora universitaria. Hace unos diez años su entonces jefe recomendó a Mike la fórmula del intercambio de casas y probaron. Casi por azar acabaron en una preciosa ciudad del sur de Francia y les encantó. «Tenemos un perro que se llama Tabi, por esa ciudad: sugerí el nombre porque pensé que nunca lo volveríamos hacer... y aquí estamos», explica Mike.
Ese «aquí» es Barcelona, donde la familia acaba de llegar por carretera procedente de Rouen (Francia) y en dirección a Jávea (Valencia), antes de llegar a Otura, cerca de Granada, donde pasarán el último tramo de sus vacaciones. Después regresarán a casa cruzando la Península y a través del Eurotúnel. Pero «aquí» es también el intercambio de casa número 31 de la última década.
Se escapan tres o cuatro veces al año: en verano, Navidad, Semana Santa o en las llamadas 'half term holidays' del sistema escolar británico. «Hemos estado en medio mundo por nada. La cuenta en la plataforma Intervac cuesta unas cien libras al año; se amortiza en un solo viaje. Nos hemos quedado en casas alucinantes que jamás habríamos podido permitirnos con un alquiler normal. Para los niños es genial haber visto tanto mundo», explica Mike. Francia, Italia, España, Portugal, Suecia, Noruega, Dinamarca, Islandia, Estados Unidos... ¿Su estancia favorita? La pareja se debate entre una moderna casa de Valencia con piscina y dos perros prestados, una villa con playa privada en el Peloponeso o la mansión de Florida con muelle particular y delfines en el horizonte. Aún no han logrado cuadrar fechas y vuelos para destinos soñados como Australia, Nueva Zelanda o Malasia.
El factor económico importa: «Hemos parado un par de días en un Airbnb por en el camino y nos han costado más que todo el resto de las vacaciones». Pero también valora la experiencia: vivir en casa de un local, adoptar sus cosas, sus mascotas, las verduras de su jardín o su coche, es una forma distinta de estar en un sitio; resulta más fácil mezclarse con la cultura del país. «A veces vas a ciudades a las que normalmente no irías. Y no tienes que preocuparte por si hay un abrebotellas o especias en la cocina», detalla. «Lo más extraño es que raramente conoces a los dueños de las casas en las que te quedas. A lo largo de los años hemos hecho algunos amigos, pero en general no conocerles me parece bien», observa.
«¿Desventajas? No se me ocurre ninguna. No entiendo por qué no lo hace todo el mundo. A nosotros nos encanta. Nunca hemos tenido una mala experiencia. Lo peor que nos ha pasado es que una vez se rompió un mueble y otra le pusieron a la familia una multa de aparcamiento con nuestro coche. Ya ves qué problema», razona.
«Como en casa...»
«Siempre recomiendo el intercambio de casas y es gracioso pero la pregunta automáticamente es: '¿No te preocupa que esa gente se ponga tu ropa interior...?'. ¡No podría importarme menos lo que hagan!», se ríe Mike. De todas formas, recuerda, cualquier objeto de valor puede guardarse antes de la llegada de los huéspedes.
Los Baker no tienen problema a la hora de elegir destino porque Devon está bastante solicitado gracias a su cercanía a las bellas playas de Cornualles o las extrañas formaciones geológicas del parque de Dartmoor. Algunos de estos paisajes son escenario de famosas novelas de Agatha Christie o Arthur Conan Doyle.
Después de su estancia en Jávea, pasarán diez días en el chalé de Daniel y Elena en Otura. Aspiran a visitar la Alhambra, escuchar flamenco y tomarse un vino en alguna tasca con encanto en el Albaicín granadino. Pero también quieren relajarse, estar tranquilos y leer junto a la piscina. «Como en casa, pero con sol».
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