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Josemi Benítez
Tiempo de historias

La saeta que mató a Nicolás de Arrieta

La hermana de este clérigo, asesinado en un camino de Lekeitio en 1493, asumió la responsabilidad de que se llevara ante la justicia y se condenara a los culpables

Sábado, 30 de agosto 2025, 19:33

Un día de marzo de 1493 el clérigo Nicolás de Arrieta fue asesinado cuando caminaba de la ermita de Santa Catalina a la villa de ... Lekeitio. De que se hiciera justicia se encargó María Pérez de Arrieta, su hermana, que asumió la acusación del crimen. Para ello tuvo que solicitar, y obtuvo, la autorización a su marido, Juan de Çerraga, quien le otorgó «liçençia e abtoridad» para actuar en el proceso.

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La víctima, Nicolás, era clérigo beneficiado de la iglesia parroquial de Santa María, lo que significa que tenía asignada una renta asociada a un cargo o función religiosa. Era procurador del cabildo de Santa María, su representante para actuar en su nombre en asuntos legales y administrativos.

Cuando fue asesinado, Arrieta se dirigía precisamente a Santa María, «veniendo con su manto e sobrepellis largo al cuello de la hermita de Santa Catalina, do el dicho Nicolao abad morava». El clérigo caminaba desarmado «en el dicho abito onesto e conforme a su saçerdoçio». A la altura de la viña «de Sancho Sanches, tonelero, ya defunto, jurisdiçion de la dicha villa», le salieron al paso unos hombres «armados de lanças e dardos e espadas e vallestas e viras e saetas i otras armas ofensybas, asy de fuste commo de fierro, para lo matar». Así lo hicieron: «Algunos de los dichos vallesteros le tyraran con vna saeta e le dieran en el coraçon e le derrocaran en el suelo, e por le de todo punto acabar e sacarle el alma saltaran los otros sobrel e le dieran muchas cuchilladas en la cabeça e en otras partes de su cuerpo, de manera que dandose favor e ayuda los vnos a los otros (...), con los dichos golpe e feridas, le cortaran cuero e carne e le sacaran mucha sangre, e luego ally lo mataran commo quisieran e propusyeran», se puede leer en la abundante documentación del proceso.

No hubo que ir muy lejos para dar con los criminales. Portar armas estaba prohibido en Lekeitio. Sin embargo, un vecino de Ispaster llamado Pedro de Mendazona, «vn dia antes quel dicho Micolao abad fuese muerto, andava armado e traya arrmas, sennaladamente vna vallesta e saetas».

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María Pérez de Arrieta, hermana de la víctima, presentó la «querella e acusaçion» ante el corregidor del Señorío, aportando testigos y fiadores, y solicitó una «pesquisa e ynquisiçion». El corregidor ordenó apresar a Juan González de Larrinaga y Pedro de Mendazona, que fueron encarcelados con «grillos e en cadenas» en Lekeitio. La pesquisa apuntó a otros implicados: Martín Martínez de Baraiza, Juan Gil de Aguirre, Juan de Landeta y Perucho de Aranegui.

Conflicto jurisdiccional

El proceso se complicó por un conflicto jurisdiccional, como explica el historiador Iñaki Bazán en un extenso artículo que dedicó al caso, 'La violencia interpersonal a finales de la Edad Media. El asesinato de Nicolás abad de Arrieta' (publicado en 'Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval', número 24, 2023). Las villas, como Lekeitio, estaban sometidas a la legislación del reino y la Tierra Llana «al Fuero Viejo de Vizcaya de 1452, es decir, al derecho de hidalgos de la tierra de infanzonazgo con sus privilegios y su sistema procesal garantista y de inmunidad. Desde el comienzo del proceso los acusados recusaron las actuaciones judiciales realizadas por el corregidor y alcaldes ordinarios porque como naturales y vecinos de la anteiglesia de Ispaster, sita en la Tierra Llana, estaban bajo la jurisdicción del Fuero Viejo y no sometidos al régimen de las villas».

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María, a través de su procurador, mantuvo que el crimen ocurrió en la jurisdicción de la villa. Los alcaldes ordinarios, Juan Nicolás de Arteita y Juan Martínez de Traña, se declararon competentes y emitieron sentencias interlocutorias. Pedro de Mendazona fue liberado bajo fianza de 100.000 maravedíes, mientras que Juan González de Larrinaga permaneció encarcelado en espera de sentencia definitiva. María recurrió este fallo, mientras que Larrinaga se las apañó para fugarse.

En su ausencia, el juez mayor de Bizkaia dictó sentencia el 17 de diciembre de 1494, condenándolo a morir de forma infamante: «Pies e manos atado e arrastrado por las plaças e mercados (...), y despues fuese ahorcado de vna forca o rollo con vna soga a la garganta, altos los pies del suelo, fasta que muriese naturalmente».

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Los otros acusados —Martín Martínez de Baraiza, Juan Gil de Aguirre, Perucho de Aranegui y Juan de Landeta— fueron condenados en ausencia a muerte. Su pena, acorde con su condición de hidalgos, fue ser empozados: «Les atasen pies e manos e les atasen sendos cantos en los pescueços e los lançasen en poço e estouiesen ende fasta que moriesen naturalmente e pasasen de este mundo al otro».

Venganza autorizada

Como los condenados estaban huidos, se autorizó la venganza a la familia Arrieta, para que allá donde fueran localizados pudieran matarlos sin problemas. Cualquier familiar de María Pérez de Arrieta, hasta el cuarto grado de parentesco, tenía la facultad de ejecutar por su cuenta la condena a muerte de los asesinos de Nicolás de Arrieta.

¿Pero cuál fue la motivación del crimen? Bazán explica que un conflicto prolongado entre el cabildo de Lekeitio y los vecinos de tres anteiglesias, entre ellas Ispaster. Estos reclamaban autonomía para sus iglesias, que formaban una única parroquia dependiente de Santa María de Lekeitio. Los vecinos se quejaban de la dejadez del clero lekeitiarra, que cobraba sus diezmos pero desatendía sus necesidades espirituales, dándose negligencias como la imposibilidad de celebrar bautizos, confesarse o recibir la extremaunción, entre otras. Arrieta, como representante del cabildo, favoreció medidas como la excomunión de hasta 50 vecinos de Ispaster, incluidos posibles familiares de los asesinos, Juan González de Larrinaga y Pedro de Mendazona.

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