Nerea Aranguren
El Plan Estratégico del BAIC se propone convertir a Euskadi en referente internacional de la inteligencia artificial, una tecnología que será nuestro copiloto en el trabajo
Da la sensación de que la inteligencia artificial, como sucede con el mundo de Internet, es un coto exclusivo de grandes empresas. De los Microsoft, Google y Alibaba que controlan las grandes aplicaciones de IA generativa, como ChatGPT, Gemini o Qwen. Parece un juego entre superpotencias en el que solo Estados Unidos y China tienen los recursos necesarios para innovar, mientras Europa se resigna a hacer el papel de un árbitro al que pocos hacen caso.
Sin embargo, Nerea Aranguren, vicepresidenta del Basque Artificial Intelligence Center (BAIC) y una de las científicas que mejor conocen el sector tecnológico en Euskadi, cree que hay también hay espacio para actores más modestos. Y por eso confía en que el Plan Estratégico para la Inteligencia Artificial, que han diseñado para el bienio que concluye en 2026, acerque al País Vasco al ambicioso objetivo de convertirlo en un referente internacional de la IA.
Un ecosistema potente
«Yo creo que hay un ecosistema muy potente, y que tenemos el músculo bastante ejercitado en lo que relacionado con la colaboración entre diferentes agentes. En los últimos años hemos trabajado en ordenar ese ecosistema a través de diferentes iniciativas y en ampliar la oferta de formación», explica Aranguren a este periódico durante el primer congreso ApplAI, celebrado ayer en el Parque Tecnológico de Zamudio. «Todo esto nos da garantías a la hora de poner en marcha este plan estratégico que meterá gasolina, recursos, para dar el salto al ámbito internacional. Es un buen momento para coger velocidad», sentencia.
Porque, a pesar de que muchas empresas temen llegar tarde, Aranguren está convencida de que no es así: «El primero que se mete en una historia de este tipo tiene que darle mucho al pico y a la pala. El que va por detrás se aprovecha de alguna forma de esa experiencia previa, de lo que se puede hacer y de lo que no. Las empresas con menos recursos o más pequeñitas, que no tienen equipos dedicados a la IA, tienen que fijarse mucho en lo que está funcionando en las grandes y lo que no. Y desarrollar casos de uso concretos, pequeños, yendo poco a poco».
No obstante, Aranguren también tiene claro que Euskadi no puede caminar sola en este viaje liderado por gigantes, sobre todo con un tejido empresarial caracterizado por el escueto tamaño de sus compañías. «No podemos tener el foco solo en Euskadi. Aquí hay una materia gris muy potente, hay mucha industria, pero tenemos que buscar conexiones porque el mundo va muy rápido y trabajar de forma aislada sería un error», comenta.
Miedos fundados
El congreso, que reunió a multitud de empresas de todos los tamaños, también dejó claro que donde unos ven oportunidades golosas, otros ven amenazas siniestras. Y Aranguren es consciente de que muchos temen que la inteligencia artificial acabe destruyendo puestos de trabajo. Pero ella sostiene que la tecnología, como ha sido hasta ahora, «va a ser un apoyo a los trabajadores». Un copiloto que incrementará la eficiencia y dejará más tiempo libre. «Desarrollará tareas, no hará trabajos», defiende, subrayando que revoluciones anteriores provocaron miedos similares. «Ha habido muchos momentos en los que la tecnología ha entrado de forma drástica en nuestra vida cotidiana y luego todo ha encontrado su cauce. Acordémonos de Internet, por ejemplo.», tranquiliza.
Pero nadie niega que la IA vaya a provocar profundos cambios en la forma en la que trabajamos. «Ante un cambio importante se genera el miedo, ya que nos provoca cierto rechazo. Por eso hace falta un acompañamiento a las personas, de formación, de explicar cuáles son esas tareas que se van a hacer de manera distinta, cuáles van a desaparecer y cuáles son las nuevas», detalla, haciendo hincapié en la necesidad de fomentar la formación continua en las empresas.
A pesar de que Aranguren está convencida de las bondades de la IA, no vive en un mundo de color rosa. «Hay riesgos desde el punto de vista ético, de caer en sesgos, por ejemplo. Y hay que definir bien la propiedad de los datos, la propiedad intelectual. En los próximos años se trabajará en esas regulaciones, y creo que vamos por el buen camino con la nueva ley de inteligencia artificial», afirma.